La insularidad vuelve sedentarias a las aves migratorias de gran tamaño

La insularidad vuelve sedentarias a las aves migratorias de gran tamaño

“Las especies con una esperanza de vida elevada y gran tamaño tienen un periodo de inmadurez prolongado. Durante esa etapa, los jóvenes de poblaciones migratorias no vuelven a las islas hasta pasados unos años y no pueden ocupar posibles vacantes que surjan dentro del esquema reproductor de su comunidad”, explica Miguel Ferrer, coautor del estudio e investigador en la Estación Biológica de Doñana (CSIC).

 

Sin embargo, los jóvenes de poblaciones sedentarias están siempre disponibles cerca de la zona de reproducción para ocupar los huecos “tan pronto como aparecen para atenuar así las fluctuaciones de la población”, recalca Ferrer.

 

El estudio, que se publica en PLoS ONE, demuestra que esta diferencia de comportamiento hace que las fluctuaciones de población sean mayores entre las aves migratorias que entre las sedentarias.

“Si la población es grande, como en los continentes, este hecho carece de importancia, pero si la población es pequeña, como en las islas, se convierte en un factor crítico para la supervivencia de la comunidad. Las fluctuaciones intensas aumentan el riesgo de extinción de las poblaciones pequeñas”, continúa el investigador. Por tanto, las especies con madurez sexual tardía sólo sobreviven en poblaciones pequeñas, como las islas, si su comportamiento es sedentario.

 

Migratorias en el continente, sedentarias en las islas

 

“Si la especie tiene un periodo de inmadurez corto, típico de especies pequeñas, los jóvenes vuelven a la población reproductora, tanto si son migratorios como sedentarios, un año después de nacer. Por esta razón las paseriformes (aves de pequeño tamaño) pueden ser migratorias o no en las islas, mientras que especies mayores, como grandes rapaces, garzas o cigüeñas, tienen que ser sedentarias para sobrevivir”, añade el experto.

 

Según el equipo de investigación, el comportamiento puede variar dentro de la misma especie en función de su lugar de residencia. “Algunas especies, como el águila calzada en Mallorca o el alimoche en Canarias, son sedentarias en las islas y migratorias en la Península Ibérica. Situaciones similares se repiten en todas las islas del mundo”, comenta Ferrer.

La desaparición del comportamiento migratorio de las poblaciones insulares favorece “un cierto aislamiento genético que acelera los procesos de diferenciación de especies”. “El cambio de comportamiento migratorio es un proceso que afecta a la velocidad con la que aparecen nuevas especies de aves, lo que convierte a las islas en fábricas de biodiversidad”, concluye Ferrer

 

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