Intervención del presidente Areces en Bruselas

Intervención del presidente Areces en Bruselas

CONFERENCIA DEL GRUPO PSE DEL COMITÉ DE LAS REGIONES

“UN NUEVO MODELO DE CRECIMIENTO EUROPEO – UN TRATO JUSTO PARA TODOS”

 

 

 

La primera gran crisis financiera y económica de la globalización nos ha dado la ocasión de abrir un debate en profundidad sobre el crecimiento económico y el desarrollo humano. La prolongación de las consecuencias de la crisis sobre el empleo y la calidad de vida de millones de personas en todo el mundo ha revelado la necesidad de encontrar un nuevo modelo de crecimiento justo y sostenible y disponer de indicadores adecuados para medirlo. Un crecimiento que genere empleo de calidad, que fomente al cohesión social y territorial, y sea compatible con la protección y sostenibilidad del medio ambiente.

Las políticas comunitarias de cohesión económica, social y territorial han permitido a lo largo de los años impulsar la construcción de infraestructuras básicas,  la cualificación del capital humano y el crecimiento económico en numerosas regiones europeas apartadas durante décadas de los principales centros industriales y urbanos.

A pesar de los progresos realizados en la reducción de las disparidades y del rápido desarrollo de algunos territorios, persisten aún importantes desequilibrios tanto entre las regiones europeas como dentro de ellas, que han creado muchas desigualdades, incluida la desigualdad salarial.

Además, la crisis ha tenido consecuencias, que suponen una amenaza para abrir nuevas brechas en un contexto de disminución de recursos e incentivos públicos.

Hay regiones que antes de la crisis registraban fuertes incrementos en su PIB y desde 2008 presentan altas tasas de desempleo, en particular entre los jóvenes; preocupantes porcentajes de fracaso escolar, además de pérdida de calidad en los servicios públicos y degradación de su medioambiente. Estos factores son un serio obstáculo para reactivar la economía. Son regiones que han tenido un crecimiento rápido y desordenado sobre bases como una fuerte presión sobre sus recursos naturales, la degradación ambiental del territorio, actividades con bajo componente tecnológico, escasamente innovadoras, intensivas en mano de obra de escasa cualificación que retribuía con salarios altos (como la construcción residencial), y, a la vez, por los poderes públicos se ha desatendido tanto la promoción de servicios públicos de calidad como la educación de la población, con los consiguientes efectos sobre factores como la salud, la empleabilidad, y la calidad de vida presente y futura de las personas.

Necesitamos, por lo tanto, indicadores más amplios que el PIB para valorar el progreso. Esta reflexión no es nueva. Simon Kuznets, el creador del índice PIB, advertía en 1962  que “hay que tener en cuenta las diferencias entre cantidad y calidad del crecimiento, entre sus costes y beneficios, entre el corto y largo plazo. Los objetivos de crecimiento hay que especificarlos en qué y para qué”.

Estas advertencias están de plena actualidad y deben ser consideradas en el momento de establecer criterios en la distribución de los recursos comunitarios que en el futuro periodo presupuestario se asignen para el desarrollo y la disminución de las disparidades interterritoriales dentro de la Unión.

Desde la publicación por la OCDE en 2001 de un estudio sobre el “Bienestar de las Naciones”, diversos países han tomado iniciativas estadísticas para evaluar el estado del bienestar de sus ciudadanos. El pasado 24 de Mayo la OCDE colgó en Internet un indicador destinado a medir el bienestar de los habitantes de sus 34 países miembros. Aglutina 19 variables distribuidas en 11 criterios, como el alojamiento o la educación, y  es la primera traducción concreta del informe Stiglitz-Sen-Fitoussi de 2009. A pesar de que ves un buen trabajo, se trata solo de un inicio, ya que debe completarse con más medidas de salud social y otros aspectos más completos de índole ecológica. También las instituciones internacionales, como el G20 y la Comisión Europea, han abordado los problemas de medición del crecimiento a través de indicadores adicionales o diferentes al PIB. Yo he sido ponente en un Dictamen de respuesta a la Comunicación de la Comisión “Más allá del PIB”, que ha recibido el apoyo unánime del Comité de Regiones.

Ustedes saben que la variable que ha venido utilizándose para la clasificación de los territorios en los diferentes objetivos de la política de cohesión ha sido el PIB per capita en paridad de poder adquisitivo. En nuestro Dictamen del CdR  “Evaluar el progreso más allá del PIB” destacamos que “la sospecha de que el PIB puede ser un pobre instrumento para medir el bienestar, e incluso la actividad del mercado, ha sido reconocido desde hace mucho tiempo”.

Hay una clara necesidad de completar el PIB con estadísticas que cubran otros aspectos económicos, sociales y medioambientales de los que depende de forma crucial el bienestar de los ciudadanos. En este sentido, como recogimos en el Dictamen antes citado, “resulta adecuado la creación de un índice medioambiental global, así como una encuesta social armonizada a nivel europeo, nacional y regional”.

Este objetivo de bienestar, estos indicadores que lo señalan, se enfrentan a una realidad que hay que transformar. Ese sería el objetivo de reforma socialista en un programa europeo, que condicionaría las políticas macroeconómicas, pero, fundamentalmente, las sectoriales (industria, agricultura, mercado de trabajo, transportes, energía, etc.).

 

¿Cuáles son los obstáculos en el momento presente para la consecución de ese bienestar?

Podemos que decir que para que haya bienestar tiene que, como primera condición, haber trabajo y salarios que lo paguen. Los salarios sirven para demandar bienes y servicios que impulsan a las empresas a producir y a demandar nuevos empleos.

Por otra parte, los salarios pagan impuestos, lo que supone que el sector público pueda trabajar serenamente bajo un modelo estable y abordar los gastos que garantizan el entorno de ese bienestar. Podemos decir que ese es el  círculo virtuoso para tener un crecimiento económico cuantitativo positivo.

El problema es que no se crean empleos suficientes en las sociedades desarrolladas que rompan el proceso infernal que tiene atenazados a los gobiernos socialdemócratas, y que les impide abordar un cambio tan importante como es el cambio hacia un desarrollo sostenible. Los salarios han bajado como parte de la riqueza global y eso ha hecho que los gobiernos tengan que hacer restricciones presupuestarias y limitar el Estado del Bienestar.

 

 

 

¿Cuáles son lo factores que limitan el crecimiento económico?

La causa principal está en el aumento en la desigualdad salarial y en la distribución de la renta, y la perspectiva de recursos naturales limitados, ya sea por su impacto medioambiental o por su escasez.

Uno de los efectos principales de esa desigualdad ha sido el ascenso del endeudamiento de los hogares en los países desarrollados. La crisis ha sucedido como el derrumbe una baraja de cartas. Primero ha afectado a los Estados Unidos y, después, se ha trasladado a Europa.

Además, se ha demostrado que lo esencial del crecimiento de los últimos quince años ha sido captado, en su mayor parte, por el 1% de la población más rica. Eso ha producido un descenso de la demanda y ha empujado a la crisis en la producción y el empleo. El descenso de la demanda en Estados Unidos ha hecho que bajen las exportaciones hacia ese país desde la Unión Europea y que se difunda la crisis en nuestro continente.

El otro factor fundamental es el permanente aumento del precio de las materias primas y la cada vez mayor exigencia de obligaciones medioambientales.

 

¿Por qué ha aumentado la desigualdad?

Ya existen muchos trabajos prestigiosos que identifican el origen de la desigualdad en el salto tecnológico que se ha dado desde hace 15 años. Krugman, el Fondo Monetario Internacional, y otros prestigiosos autores, han publicado trabajos rigurosos, que ponen en cuestión el modelo tecnológico y su impacto sobre los trabajos clasificados como de clase media y lo identifican como el núcleo de la crisis. El efecto es que han aumentado los ingresos de los más ricos, han descendido o estabilizado los de menor nivel y han descendido o desaparecido los de nivel medio.

 

 

Conclusión

He querido simplificar y centrar la exposición en el tema de la desigualdad y la tecnología porque, a mi juicio, es el cuello de botella del actual proceso de crisis de crecimiento, no sólo económica, sino política. Los resultados electorales hacia la derecha, y la radicalización de esas clases medias, están desestabilizando el panorama político en los países desarrollados. Es ahí, en esa relación, donde tenemos que profundizar.

A mi juicio, en el corazón de una estrategia socialista europea debería estar una estrategia tecnológica para el progreso, diferente a la que propugnaría la derecha, que sólo pretende la innovación competitiva, sin atender a los impactos sociales y de desigualdad creados.  Una estrategia tecnológica de la izquierda es imprescindible y sólo con ella se podría establecer un futuro de crecimiento sostenible y de bienestar, además de conseguir eficacia y eficiencia en el sistema económico.

 

Finalizo con unas breves reflexiones políticas que afectan a todos los socialistas europeos, realizadas después de examinar los resultados electorales obtenidos en España el 22 de Mayo pasado:

  • La movilización electoral de la izquierda no puede limitarse sólo a denunciar ante el electorado los peligros de la derecha sino que tiene que dar soluciones propias para trasladar una esperanza en el futuro y alguna solución a los problemas del presente, muy ligados a políticas exclusivamente de austeridad y recortes.
  • Nuestra visión del mundo actual y de la globalización no debe consistir exclusivamente en criticar sus peligros sino en utilizarla como oportunidad para elaborar nuevas políticas que sirvas como instrumento al servicio de nuestro propios valores, los de la justicia y al igualdad. Y en eso estamos.
  • La izquierda podremos recuperar a nuestro electorado si somos capaces de recuperar la confianza de modo que las ideas jueguen un papel importante y revindiquemos la política en primer término, por encima de los mercados. Es decir, que el espacio público vuelva a tener un protagonismo sobre otros poderes.
  • La actual transformación de la socialdemocracia necesita un internacionalismo que sea capaz de interpretar la globalización con políticas que superen las fracturas de la sociedad, que no se producen solamente en el ámbito de lo económico. Un elemento crucial es poder definir en este nuevo contexto cuáles son los instrumentos que vamos a utilizar para redistribuir la riqueza y poner en práctica una solidaridad efectiva. El acceso al empleo, especialmente para los jóvenes, la creciente brecha que crean las desigualdades salariales, la utilización de los grandes avances tecnológicos en beneficio de unos pocos, es decir, la necesidad de un nuevo modelo energético y la irrenunciable consciencia ecológica y medioambiental son prioridades ineludibles y urgentes para abordar un nuevo modelo de crecimiento más justo.

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