Un panorama mundial lúgubre

El panorama mundial no luce nada alentador.  La solo lectura de los periódicos nacionales y de otros países reflejan esa situación. Estados Unidos aún  no se recupera de la crisis económica, derivada de la debacle hipotecaria  y financiera; la Unión Europea atraviesa por su peor momento desde el nacimiento de la Eurozona en 1999, que asumió la moneda única; los volcanes políticos del Medio Oriente comenzaron a registrar erupciones que se llevan de paro a sus antiguos regímenes; mientras América Latina, por primera vez, guarda paz y estabilidad económica, que hasta sorprende.

Y Japón, uno de los tigres del Asia, está tratando de manejar el lamentable desastre consecuencia de los frecuentes movimientos telúricos en la zona.

 

Para iniciar nuestra modesta reflexión de la situación global de la economía y la política, echemos una mirada a lo que acaban de diagnosticar  a nuestro principal socio comercial, Estados Unidos, país donde el tiempo de turbulencia aún no le ha pasado. La empresa calificadora de riesgo Standard & Poor’s  ha hecho, recientemente, una advertencia sobre la fragilidad de la deuda  norteamericana.

Esta empresa de Wall Street, calificadora de riesgo y deuda soberana, concretamente acaba de proclamar que en los próximos dos años Estados Unidos podría perder su calificación triple A  debido a su deuda galopante y la percepción acentuada de que Washington no está tomando previsiones al respecto.

 

Aunque Standard & Poor’s arrastra el lastre de no haber advertido la crisis de las hipotecas basura, manteniendo calificaciones altísimas, hay que advertir que la entidad está obligada en estos momentos a hilar fino cuando se observa que el mundo no anda bien en términos financiero y económico. Además, lo que ha dicho Standard & Poor’s no es secreto para nadie: Estados Unidos ha tenido que recurrir al endeudamiento para incrementar la inversión pública como vía para capear la crisis de 2008.

Otro horizonte nada halagüeño se percibe en la Eurozona, donde hay manifestaciones negativas claras de los países nórdicos respecto a la propuesta de rescate a las economías del sur. Se escuchan expresiones tan contundentes como la del líder finlandés, Timo Soini, del partido populista Auténticos Finlandeses, que ha dicho: “No tenemos relación con la crisis ni queremos pagar los errores de otros”.

 

Esta entidad política finlandesa acaba de obtener un resonante triunfo electoral, convirtiéndose en una fuerza decisoria para sancionar la propuesta de rescate portugués que, atendiendo a la receptividad que tuvo el discurso de Soini en el resto de la Eurozona, no parece que Portugal se pueda juntar con los fondos de Finlandia.

Portugal, cuyo gobierno dimitió, está urgido de los fondos de rescate finlandeses, pero el creciente rechazo de líderes políticos y de opinión de Finlandia pone lejos las intenciones de Bruselas de inyectar un paquete financiero a los fines de colocar un torniquete que evite la hemorragia total de los portugueses. La única esperanza para la economía de Portugal sería que la aprobación del rescate se dé, aún sea en menor monto.

 

Donde radica la negativa de los países nórdicos como Finlandia, Suecia, Noruega, Islandia y Dinamarca es en el hecho de que sus habitantes no están en condiciones de que los recursos provenientes del pago de sus impuestos se empleen para rescatar economías que se entiende fueron mal manejadas. De hecho, los países escandinavos fueron los mayores proveedores de recursos para el financiamiento de programas sociales y de infraestructura ejecutados en las naciones pertenecientes a Europa del sur.            

 

El euroescepticismo es una epidemia que se ha propagado por todo el viejo continente. No es para menos. Grecia es tildado por analistas de perro realengo que no cura de sus pulgas. La crisis bancaria griega llevó su economía a una de los peores crash de los últimos años. Y mientras eso ocurre, se advierte en el panorama mundial una falta de solidez en las recetas de los organismos internacionales, que parecen no saber qué aconsejar para detener la hemorragia y buscar fórmulas creativas, dirigidas a sanear las economías de la Eurozona. Si ciertamente España da señales de haber sabido navegar en estas aguas turbulentas, a contrapelo de pagar más por la deuda, los inversionistas mantienen la confianza, que es un hecho vital para una economía, en medio de tanta burbuja.

 

La situación lúgubre nos la describe Olivier Blanchard, economista jefe del Fondo Monetario Internacional, que en una entrevista al diario El País sobre el tiempo que tardará la recuperación en la Eurozona dice, entre otras cosas, lo siguiente:

“Los países europeos de la periferia no se salvarán solo con sacrificios presupuestarios. Colocados en la imposibilidad de devaluar debido a la existencia de una moneda común, el euro, deben mejorar considerablemente su productividad, o bajar sus salarios, o ambas cosas. Eso supone unas reformas estructurales, especialmente de su mercado laboral”.

 

Y más adelante, Blanchard refiere: “Esas reformas tardarán tiempo en sufrir efecto y, antes que veamos los resultados, estos países tendrán dificultades para volver a pedir préstamos en los mercados”.

Esa es la realidad de la Eurozona, resumida en dos párrafos de una entrevista concedida por Blanchard al diario español. 

¿Qué decir de Medio Oriente?  Crisis, pero no necesariamente económica, sino de carácter político-institucional. Las movilizaciones de masas y revueltas en Túnez, Egipto, Libia, Yemen y Siria vienen a complicar la precaria estabilidad política de la zona, matizada por décadas en un estado de tensión, cuyos orígenes van desde el tema religioso-étnico y que tiene que ver con la disputa por las riquezas de esos pueblos, productores de petróleo.

 

China, India y América Latina parecen ser las únicas zonas del mundo libres de turbulencias políticas o económicas. En Africa no solo hay hambre en abundancia, sino tiranía y represión política.

No me referiré a la situación de estabilidad económica y política de las naciones con mayor población del mundo (China e India), sino a los resultados positivos que registra América Latina, situación que será analizada en esta semana en el Foro Económico Mundial que se realizará en Río de Janeiro, Brasil. Expertos y gobernantes analizaran, durante los días 29 y 30, el fenómeno de estabilidad económica, política y los avances en la aplicación de reformas estructurales e institucionales aplicadas en nuestro continente.

 

Para darse cuenta de cómo ha venido creciendo América Latina, solo hay que citar las cifras que ofrece la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) acerca de las seis economías más grandes de la región: Brasil, México, Chile, Colombia, Perú y Uruguay. El continente, con 600 millones de consumidores, sale bien de la crisis financiera global, registrando un desempeño respecto al crecimiento promedio del PIB por encima del 5 por ciento en los últimos 30 años.

 

El Centro de Desarrollo de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE) refiere que a pesar de que las economías de la región se vieron levemente afectadas por la crisis financiera global, “la recuperación de América Latina se realiza sin poner en riesgo el notable progreso realizado en pro de la consecución de sus objetivos a largo plazo”.

El continente, sin embargo, en materia económica debe dormir con un ojo abierto y otro cerrado. Esto debido a la experiencia de las crisis de Estados Unidos y Europa, que estaba ahí pero nadie la advertía.

 

*Director Prensa Presidencia República Dominicana



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