El CIS: Entre la malversación y la burla

Cada vez que leo una encuesta del CIS me viene a la mente aquella historia del anecdotario periodístico que cuenta que cuando el Arzobispo de Canterbury visitó por primera vez New York, a finales del siglo XIX, un reportero de los que lo esperaban en el aeropuerto le preguntó: ¿Qué opina de los prostíbulos de Brooklyn? Asombrado, el prelado preguntó a su vez: ¿Hay prostíbulos en Brooklyn? Al día siguiente, en la primera página del periódico se leía: «La primera pregunta del Arzobispo al llegar fue si había prostíbulos en Brooklyn».

El Che Guevara, consciente de que algunos periodistas –muy pocos, a Dios gracias- siguen el lema «que la verdad no me estropee un buen titular», advertía al comienzo de sus comparecencias públicas: «pregunten lo que quieran, pero escriban lo que les contesto».

Qué bien le hubiera venido al Arzobispo de Canterbury haber comenzado su interlocución pronunciando las sabias palabras del revolucionario argentino. Y qué bien les habría venido a los ciudadanos españoles encuestados por el CIS manifestar a los entrevistadores «no me haga un ‘Tezanos’, limítese a transcribir mi contestación, sin aditivos ni conservantes».

Lejos de ello, las respuestas son salpimentadas, añadiéndoles acidulantes, espesantes, aromatizantes, desfigurando su sabor, haciéndolo irreconocible. Eso sí, el regusto final siempre resulta ser del agrado de quien efectuó el nombramiento dactilar.

No voy a dedicar demasiada atención a las encuestas gratinadas y braseadas por Tezanos, ni a la manipulación que se hace de las respuestas, atemperándolas a los intereses del partido que lo nombró para el cargo de Presidente del CIS; solo decir que este organismo, desde que el mencionado lo dirige, no hornea estudios demoscópicos para escudriñar el estado de opinión de los ciudadanos, sino para crearla, desvirtuando claramente su condición y los fines para los que fue concebido.

Esta divergencia entre los fines y la realidad y la circunstancia de que el CIS se nutre con fondos públicos ha determinado que muchos medios consideren que el organismo en cuestión es un claro ejemplo de malversación de fondos públicos; yo prefiero decir que se está burlando de los ciudadanos, conducta que, aunque no tiene connotaciones penales, me parece muy grave, desde el punto de vista ético y moral.

Existen muchos Tezanos en nuestras instituciones, lo que nos lleva a afirmar que nuestra democracia es una auténtica KK. Los Tezanos traen causa en el llamado «spoils system» (sistema de botín o clientelismo).

El denominado «spoils system» es una práctica por la cual el partido que sale victorioso en las elecciones y consigue gobernar, distribuye entre sus militantes, familiares, simpatizantes y amigos el «botín» obtenido en las elecciones, que no es otro que la Administración. En sus inicios, se repartían los empleos públicos, los que hoy son desempeñados por los funcionarios públicos. Desde que se profesionalizó la burocracia y la Constitución exige mérito y capacidad, se han creado y aumentado exponencialmente los puestos políticos y en ellos se concretan las designaciones libres.

En fin, nuestras instituciones están gobernadas por los Tezanos de turno. No se elige al mejor, sino al más afín. Y si debes el puesto al partido gobernante, no te permiten ir por libre; cualquier decisión debe, como mínimo, no perjudicar al Gobierno, cuando no beneficiarlo.

El problema, por desgracia, no se limita a los responsables de las instituciones, sino que se aprecia con más virulencia en los puestos técnicos. El juicio del procés nos ha reportado buenos ejemplos: el fiscal disidente fue apartado del cargo.

Un sistema en el que el controlado designa al controlador (interventores, por ejemplo) es un sistema enfermo.

Como decía el Che, «podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera».  



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