El país de Hugo Chávez

Venezuela pasó de la utopía al desencanto. Pocas veces una nación bendecida con los dones de la naturaleza  había llegado a tal insondable hundimiento en lo  moral, social y económico. El país,  en las dos últimas décadas, habiendo franqueado la puerta de la riqueza más próspera llegó  a la paupérrima miseria.  Y hoy se sigue corroyendo. ¿Culpables? Todos,  y aún más Hugo Chávez Frías y sus escuadrones serviles que siguieron a un hombre de palabra inflamada envuelta en resabios al socaire del fuego encendido de sus  arengas.

 Habiéndole citado la muerte en Cuba con  tiempo suficiente para enderezar entuertos, salió por la mitad de la tangente y dejó  el gobierno a un  correligionario  - Nicolás Maduro - que había sido un buen vasallo pero incapaz de asumir una  responsabilidad de envergadura.

 Lo demás es el presente que muerde el aliento y deja a la nación hendida y paupérrima.

Como era característico en él, juró al tomar la presidencia garantizar las libertades políticas, y a la vez imponer mano dura contra  los desviacionistas ideológicos, expresando que había que ser magnánimo con los perdedores, pues “un  águila no mata moscas”.

 “Asumiremos – expresó - el triunfo con humildad porque ésta es apenas una batalla. Hemos hecho algo importante, pero no hemos ganado la guerra”.

Retornó a los pasos de su tutor, Simón Bolívar, expresando que ahora estará más vivo en la presencia del nuevo resurgir de la patria. Vanas palabras huecas.

 ¿Dónde están ahora, a dos décadas, esos vientos de frescura democrática?

Un hombre que perdería el poder total a cuenta del teniente coronel y el bagaje político de toda una vida, Carlos Andrés Pérez, muerto en soledad en Nueva York,  nos dijo en un libro-entrevista:

“Ese militarucho que desangró el país  con una hecatombe golpista no significó nada para mí, pero el suceso fue sumamente grave al ser un punto  de inflexión en la situación política venezolana, cometiendo yo el error de no darle la importancia que tenía”.

El viejo político sumiso, José Vicente Rangel, que ocupó en el primer gobierno de Hugo Chávez el Ministerio de Relaciones Exteriores y después,  tras el golpe de Estado del 11 de abril de 2002,  asumió el de la Defensa, pronunció unas palabras que, miradas al trasluz de estos 20 años deshilachados, poseen el retrato de unas pinceladas sibilinas que nadie en el chavismo quiere recordar:

 “Chávez, con oposición es garantía para todos y en particular para él mismo. Chávez, sin oposición, es un peligro para todos  y en particular para él mismo.”

Eso aconteció.

Días antes de la toma de posesión del Comandante salimos a la ciudad llanera de Barinas para estar presentes en  la  juramentación como gobernador del estado,  de su padre Hugo de los Reyes Chávez. Esa noche le hicimos varias preguntas al nuevo presidente cuyas respuestas quedan para la historia. De la conversación destacamos dos contestaciones puntuales:

-¿Es usted comunista?

- Para nada. Todo mi proyecto político es una búsqueda del lado humano del sistema capitalista.

- ¿Qué piensa de Fidel Castro?

- El tuvo sus circunstancias. Tampoco  voy a ponerlo como ejemplo a seguir, de ninguna marea. Siempre lo digo: Cuba para los cubanos. El lugar nuestro es Venezuela, debemos poner orden aquí, en casa, y los cubanos que arreglen sus propios problemas.

Palabras huecas que siempre fueron falsas.

Días antes, Gabriel García Márquez,  que había dialogado con Chávez en un vuelo de La Habana al aeropuerto venezolano de  Maiquetía, escribió: “He conversado en el viaje con dos hombres opuestos: Uno a quien la suerte empedernida le ofrecía la oportunidad de salvar a su país. Y el otro, un ilusionista, que podría pasar a la historia como un déspota más”.

Hoy, en las  sufridas sombras que asolan a Venezuela, sigue perviviendo un país que sueña, anhela  y espera un nuevo  renacer.



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