Votar o botar? A propósito de Sánchez

Votar significa manifestar una opinión o parecer por medio del voto; botar -en el sentido que nos interesa- significa despedir a una persona o sacarla de un lugar.

Conviene tener claras estas acepciones porque ambas palabras son homófonas, es decir, suenan igual, aunque se escriban diferente.

Y para mí que los resultados del último barómetro del CIS que da una amplia ventaja al PSOE sobre el resto de los grupos políticos traen causa en la homofonía de estos términos y la interpretación que debe dársele es, precisamente, la contraria. Eso, o que el Director del CIS, José Félix Tezanos, antiguo Secretario de Estudios y Programas del PSOE, «cocinó» el guiso y le dio el sabor apropiado a las papilas gustativas de su jefe. Porque, no lo olvidemos, aunque las encuestas del CIS están pautadas, el margen de maniobra –no de manipulación- es importante. No olvidemos tampoco que el llamado «efecto Tezanos» existe y del mismo ya hizo gala el interesado en el Grupo de Estudios sobre Tendencias Socialistas o en la revista Temas.

En definitiva, ¿qué entendieron los encuestados que votaban a Sánchez o que botaban a Sánchez?

Solo si entendieron que la pregunta se refería a si botaban a Sánchez, se le puede encontrar sentido al resultado.

Porque ¿quién en su sano juicio puede votar a un partido que tiene un Presidente del Gobierno aupado a tan excelso cargo con los votos de separatistas y nacionalistas a los que debe pagar su apoyo a tan alto precio que pone en peligro la unidad de España y la Constitución? ¿Quién en su sano juicio puede mostrar preferencia por un Presidente del Gobierno que ha reverdecido las expectativas secesionistas al resucitar la comisión bilateral y permitir, además, que conformen el orden del día cuestiones como la independencia y el referéndum ilegal?

¿Quién en su sano juicio puede mostrar preferencia por un Presidente del Gobierno que está favoreciendo, indirectamente, el negocio de las mafias que trafican con los migrantes? ¿Se les puede integrar? ¿Qué va a ser de estas personas al día siguiente de ser recibidas con música y medios? ¿A qué se dedicarán los menores que se escapan de los centros de acogida?

¿Quién en su sano juicio puede mostrar preferencia por un Presidente del Gobierno que ha convertido el traslado de los restos de Franco en uno de los principales problemas de nuestro país?

¿Es el PSOE la fuerza más votada o a la que la mayor parte de los españoles quieren botar?

Todos los partidos cuentan con el llamado voto cautivo, que es el caudal electoral propio, fijo y estable integrado por los afiliados y militantes que los respaldan hagan lo que hagan. Fuera de ese ámbito es difícil entender que, a la vista de sus actuaciones y medidas, alguien más con sentido de la responsabilidad y que tenga por norte el bien común y el interés público, pueda querer votar al PSOE en tanto esté presidido por un insensato.

No asumo las proclamas de Robe, cantante de Extremoduro, que en una de las letras de sus canciones niega la posibilidad de que puedan votar a quienes desconocen quién fue Napoleón y a los gordos que siguen comiendo donuts.

Tampoco defiendo a Jason Brennam que en su libro «Contra la democracia», apuesta por la epistocracia que parte de la base de que los votantes son unos ignorantes.

Pero si el resultado de la encuesta del CIS no está «cocinado», no cabe sino recordar de nuevo las palabras de Winston Churchill: «El mejor argumento contra la democracia es una conversación de cinco minutos con el votante medio».  



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