Ser Cuba (Crónica de La Habana Vieja)

Nota: escribir de la Isla de Cuba  es hacerlo de un tiempo inmemorial que jamás pasa. Han trascurrido más de 50 años en que los hermanos Castros están en el poder. El cronista igualmente escribe como si viviera en el pasado. Le pido disculpas al lector.

 

 

 

Un jueves 13 de octubre de 1960, a los pocos meses de haber tomando Fidel Castro el poder en Cuba, el entonces presidente títere, Oswaldo Dorticos, que firmaba todo lo que le ponían sobre la mesa los barbudos revolucionarios, implantó su firma en  un decreto que acabó con la propiedad privada en la isla feliz y llevó  al país a 45 de racionamiento ( antes deseamos hacer una salvedad: cualquier parecido con la realidad venezolana es pura coincidencia):

 Según el ventrículo de Fidel en ese entonces, el infeliz presidente nominal, la obra creadora de la Revolución, en sus múltiples aspectos, estaba basada en el pleno desarrollo de la Nación, y ese progreso no podía lograrse sino mediante la planificación adecuada de la economía, el aumento de la producción y el control nacional de las industrias del país.

 Por esa razón, afirmaba que las grandes empresas privadas lejos de asumir una conducta consistente con los objetivos y metas de la transformación revolucionaria de la economía nacional,  seguían una política contraria cuyos signos mas evidentes y notorios han sido el sabotaje a la producción.

  También hablaba en ese decreto que al final hizo de la isla un gula donde las mismas esperanzas, cuando se expresaban, eran delito, de unas leyes cuyo contenido tendían a liquidar los privilegios de ciertos núcleos económicos a los que se acusaba de financiar “con los dineros mal adquiridos a grupos contrarrevolucionarios en franca alianza con el imperialismo financiero internacional”.

 Bajo esa premisa, se implantó la nacionalización en la isla que se mueve la cola mediante la expropiación forzosa de empresas industriales y comerciales.

 Ese decreto nos viene a la memoria ante el allanamiento ayer en Carabobo – antes también se hizo en Nueva Esparta – de unas plantas de Coca Cola por cuenta de un general de la Guardia Nacional, como si se tratara de un reducto de guerrilleros, demostrándo esa actitud violenta, ya sin caretas,   como el país va hacia un estado arbitrario y falto de principios éticos.

 El señor Luis Felipe Acosta Carles (¿general o capitán?) es un militar atípico, una persona  el cual tener el concepto de la obediencia debida alterado. Su actitud ante las cámaras de televisión, eructo incluido, es la de una persona con un ego desmedido y que en su fuero interno, olvidó hace tiempo, las virtudes castrenses. Su forma de actuar, aún si tuviera razón, es una vergüenza para la Fuerza Armada Nacional. Hoy está fuera de servicio.

 ¿ Deseará  con su actitud desmedida ser eximido  de las acusaciones hechas en su contra por  José Vicente Rangel, en sus tiempos de periodista sabueso,  de ser el responsable de bandas armadas en la frontera del Bajo Apure en tiempos de la  Cuarta República ?

  Carles debería ser examinado por un psiquiatra, pero antes se le debiera  recordar que para servir con honor y entrega a la patria, no se necesita caer tan bajo, arrastrarse ante el Supremo Jefe como una damisela en flor. Ignoro si el personaje lee algún libro, pero le haría bien “Un venezolano en la decadencia” de Pocaterra, vería donde termina una nación cuando se comienza a obedecer ordenes arbitrarias y a ejecutarlas pisoteando las leyes.



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