Ni Eurídice ni la mujer de Lot

¿Qué cómo andan el gobierno y la política asturiana? ¿Pero alguien lo sabe? Es cierto que, frente a la etapa de don Francisco, la de don Javier se caracteriza por su silencio y su discreción. De modo que si, en el período del anterior presidente, sabíamos que este no hacía política sino solo presidente, da la impresión de que el actual no hace ni política ni presidente.

De cómo van las cosas nos enteramos solo por las «movilizaciones» de tanta y tanta gente (algunos que se mueven motu proprio y otros que se mueven únicamente porque los suyos no reparten el pastel, que cuando lo repartían bien se callaban) y por las cifras del paro, donde los asturianos batimos records nunca ante vistos, aplicándonos en el lema olímpico, «citius, altius, fortius». Pero de estos registros nunca superados (aunque, por desgracia, sí superables) no hay que echarle culpa alguna al gobierno de don Javier, que, como se sabe, se limita a estar y verlas venir.

Es cierto que, de vez en cuando, el jefe del Ejecutivo socialista sale de su letargo y mantiene alguna apariencia de vida, como en la reciente Conferencia de Presidentes, sosteniendo una justa por delegación don Javier con el señor Griñán, paladín este del chaconismo, mientras que el señor Fernández lo es del rubalcabismo. La discusión, semejante a aquellas que los escolásticos sostenían sobre si era uno quien llevaba el gochu al marcado o era la cuerda quien lo llevaba, versó sobre los términos «revisar» y «cambiar» y duró una hora. Inútil discusión, puesto que todo estaba decidido y, cuando, por otro lado, llegue el momento, se obrará sobre lo que sea posible y decidirán quienes tienen mayoría. Que sobre ello la FSA haya hecho una operación propagandística proclamando que don Javier torció el brazo al PP y a don Mariano no constituye más que otra muestra de la escasa estima en que tienen los dirigentes socialistas asturianos la inteligencia de sus votantes.

Por lo demás, seguimos sin saber si nuestro Gobierno conseguirá el dinero de los cuatrocientos millones largos que anda buscando para completar el año ni si tendrá socios para cerrar el presupuesto del año que viene. Lo que sí sabemos es que, como los jefes de Madrid, los subordinados de aquí, tienen una enfermedad congénita, una especie de tortícolis invalidante que les impide volver hacia atrás la testa. En efecto, ya no es que no se acuerden de que, hasta hace nueve meses, y durante ocho años, ellos gobernaron el país. Tampoco se trata de que no quieran reparar en lo que ejecutaron mal —hace, repito, como quien dice, cuatro días—, sino que parece habérseles olvidado incluso lo que no hicieron.

Así, por ejemplo, andan —los mayores, los mandamases, los de Madrid— proponiendo ahora la dación en pago por las hipotecas impagables, o la rebaja de la tasación de los pisos hipotecados cuando su valor caiga en el mercado, o —risum teneatis?— ¡un impuesto especial para grandes fortunas! ¡Pero, hombre, si lo podían haber hecho hace menos de un año! Ya ven, les es imposible mirar para atrás.

¿Y a los menores, a los tutelados, a los de aquí? Pues les ocurre lo mismo. Miren, con toda la seriedad que le cabe bajo o sobre el bigote, el consejero de Economía y Empleo, don Graciano, ha criticado que se utilizase El Musel para especular, censurando, en concreto, una operación realizada entre Goldman Sachs y HC con carbón colombiano (la berrea asturiana ha sido, por cierto, generalizada, al respecto, pero ello no viene a cuento ahora).

¿Pero es que no se acuerda don Graciano que fueron ellos, el PSOE, y un Gobierno en que él estaba, los que ampliaron El Musel y lo metieron en el pufo de casi 500 millones que ahora tiene y en el problema de tarifas con que ahora lidia? ¿Y es que no recuerda que el motivo, pretexto o razón era que —en sus palabras— en el futuro iban a venir al superpuerto barquísimos de carbón, con toneladísimas de ese combustible que desembarcarían a la vista de El Muselín, para almacenarlo ahí y después reexportarlo (es decir, en sus propios conceptos, «especular») a otros países? No, no se acuerda. ¿Para qué, si creen que los ciudadanos, sino acéfalos, carecen de memoria?

Desde luego, a ellos jamás les ocurrirá lo que a la mujer de Lot ni a la Eurídice de Orfeo. Porque nunca mirarán para atrás, pues saben de sobra que ahí están ellos, sus obras y sus palabras.

Y es una pena, porque cantar, cantan tan lindo como Orfeo. Aunque solo lo hagan por la mañana.



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