Sobre el oso muerto en Cangas del Narcea

El domingo a las once de la mañana nos comunicaban la existencia de un oso atrapado en un cable de acero en la localidad de Porley en Cangas del Narcea en Asturias, por lo que dimos aviso a su vez a la persona responsable de la Administración Regional para que iniciasen las actuaciones necesarias para rescatar al oso.

Aunque el problema, evidentemente, es grave, ayer estábamos entretenidos con el equipo de veterinaria especializado en homeopatía que se encargará del cuidado de Tola y Paca, las dos ya abuelas ositas que viven en un cercado cerca de donde el FAPAS tiene su sede.

Confiamos que la Administración y sus técnicos hicieran el trabajo correcto y en la medida de sus posibilidades, el oso fuera liberado de la trampa y devuelto a su medio natural.

Es por ello que cuando por la tarde nos enteramos de que el oso había muerto, volvimos a sentir un poco aquella desazón de cuando hace ya un montón de años, en el trabajo de captura de osos para radiomarcarlos, la acción terminó también con los osos muertos.

Podíamos haber puesto de inmediato ayer mismo la noticia con fotografía y todo enviada por unos vecinos del pueblo donde posiblemente también habite el trampero, pero hemos querido darnos un plazo para conocer con mayor detalle lo sucedido. Y ciertamente, no ha habido posibilidad de obtener  mayor detalle de información que lo aparecido en los medios de comunicación, donde más bien se exponen razones culpatorias del furtivo, y justificando la muerte del oso como un imponderable de la mala suerte.

Pero sin echar la culpa a nadie por la muerte del oso, sí que es necesario reflexionar sobre lo que en apariencia parece haber sido el desarrollo de un operativo de rescate improvisado, carente de un orden establecido y llevado a cabo sin la necesaria experiencia de trabajo con osos en estas circunstancias.

En una región como Asturias con una población de osos en aumento y cada año con un proceso de expansión sobre su territorio, es de prever que se van a producir sucesos de diferentes naturalezas que impliquen la necesidad de manejar osos. Carreteras, furtivismo, accidentes de caza y posiblemente alguna causa más que se nos escapa por falta de experiencia, darán lugar a tener que manejar osos, a actuar rápida y coordinadamente y con eficacia.

Situación que no parece haberse producido en este caso, ya que desde las nueve de la mañana en que es localizado el oso hasta las cuatro de la tarde que es anestesiado, pasan demasiadas horas que ponen en evidencia la precariedad con la que se enfrentan a solucionar una situación de gravedad para un oso.

Podríamos hacer referencia a los medios utilizados para liberar al animal del cable de acero, que  salvo  error por nuestra parte, perece que el equipo se componía de unos alicates, poco eficaces que alargaron la  liberación del animal una vez dormido. Y sorprende una vez más que sea justo después de inyectarle la anestesia cuando el oso se muere, cuando momentos antes manifestaba una fiereza, lógica de un animal salvaje atrapado sin posibilidad de huir.

 

 

Demasiadas circunstancias negativas para intentar llevar a cabo una acción positiva. Y esto no es nuevo, bien de largo, la incapacidad de organizar una estrategia de trabajo para manejar osos en Asturias. No parece lógico ni razonable que después de tanto millones llegados de Europa para proteger al oso, la única herramienta para liberar a un oso atrapado en un cable de acero sean unos alicates. Algo falla, algo huele mal.

Somos muchos los que pensamos que precisamente el negocio no está en salvar al oso, si no en mantenerlo en constante peligro, pero no de los furtivos en concreto, sino en extinción en general. De ofrecer la imagen de que  salvar al oso es algo complejo y carísimo, lo que argumenta la necesidad de seguir disponiendo de millones de euros para su conservación.

Sería extenso  hablar de este problema, pero  da  demasiado  dolor de cabeza para quien escribe del tema y volviendo al caso concreto del oso muerto ayer en Porley en Cangas del Narcea, es muy posible que ahora, en unos días, descubramos las verdaderas razones de su muerte. Era tonto y por eso cayó en un lazo. Venía corriendo perseguido por otro oso y estaba extenuado. Tenía heridas ya viejas que manifestaban que si no hubiera muerto ayer, lo hubiera hecho pasado mañana del susto de encontrarse con una musaraña en el camino.

O peor aún, se acojonó tanto al ver a tanta gente tratando de salvarlo que le dio un estrés de captura  que le salió al pobre bicho el corazón por la boca y la palmo al poco de ponerle la anestesia. ¿Qué nos apostamos?.

 

www.fapas.es



Dejar un comentario

captcha