Una frase premonitoria

Traigo a colación una célebre frase hace años pronunciada por el gurú del socialismo español Alfonso Guerra:Dentro un de un tiempo a España no la va a conocer ni la madre que la parió“. Y así es. ¡Que razón tenía!. Estamos en un país que en su momento, como otros 27, aceptó entrar en la Unión Europea, nacida al calor de un mercado común para el carbón -quien lo iba a decir- y el acero, buscando convertirse en un grupo federal como los Estados Unidos de América pero como siempre nos pasa en el viejo continente lo hicimos con la boca pequeña y creamos un monstruo de más de 400 millones de habitantes -todavía el más rico del planeta- de manera vergonzante y cuyo latidos tienen distinto ritmo.

La creación de una moneda única, el euro, fue el paso más importante, pero a ese nivel ahí quedó todo ya que lo lógico hubiera sido que el gran continente tuviera no solo una misma fiscalidad, una misma tabla salarial y otros conceptos unificados que hoy no lo están,  si no también un solo gobierno europeo pero, claro, ¿Como países como Gran Bretaña, que ni ha entrado en el euro, Francia o Alemania, por citar iban a consentir en perder soberanía y decisiones sabiéndose los mocinos de la película europea?. Imposible, de ahí que estemos atrapados en esta telaraña supranacional de la que no podemos escapar puesto que de hacerlo, como le puede ocurrir hoy mismo a Grecia, nos convertiríamos en una nación quebrada.

Descendiendo al terreno autonómico ocurre lo mismo. La mala conciencia de España con sus autonomías históricas, País Vasco y Cataluña, hizo preparar un brebaje autonómico que pronto se convirtió por aquello de los agravios comparativos en café para todos, dando paso a un país cuasi federal, no federal, que ha llevado nuestra economía al borde del precipicio de la intervención europea, un país donde un ciudadano paga aquí, en Asturias, impuestos de transmisión de herencias mientras en Madrid, no; donde los carburantes son gravados con el llamado céntimo sanitario y en otras regiones, no, o donde las prebendas forales de Navarra, por ejemplo, nos suenan aquí a música celestial.

Nuestra posición en la controvertida España actual es muy delicada. Somos una autonomía uniprovincial con apenas 1,08 millón de habitantes lo que siempre me lleva a decir en plan jocoso que somos como la cuarta parte del madrileño barrio de Vallecas y si desde siempre hemos destacado por nuestro grandonismo en producción, endémicamente somos malos vendedores de lo nuestro, teniendo también la mala suerte de no disponer de dirigentes políticos con ideas claras y generosa con nuestra sociedad y es que ni me pongo colorado si les digo que en mi opinión el último lo fue José López Muñiz, presidente de la Diputación de Asturias durante años en la etapa franquista, hasta que un inútil gobernador civil José Manuel Mateu de Ros -Dios se haya apiadado de él- logró echarle de esta región. Y me estoy refiriendo al que fue padre del Hospital General de Asturias, de CADASA, de la “Y”, de la autopista del Huerna, etc.

España y Asturias sin una máquina, como ocurre en los Estados Unidos, que pueda fabricar billetes de euros aunque suponga aumentar la inflación, está cogida en la dictadura económica de los poderosos países del norte y de los especuladores tiburones de los mercados internacionales. ¿No se han dado cuenta aún  de que ese gran fortunón que es el mexicano Carlos Slim, convenientemente asesorado por Felipe González, y accionista del grupo PRISA, se está quedando con la parte de pastel que la impresentable presidenta de Argentina Cristina Fernández quitó a la española REPSOL?. En una palabra, la economía española ni siquiera está en situación de stanflacción, o sea, ni hacia arriba ni hacia abajo, está en situación de deflacción buscando cuanto antes tocar fondo a ver si algún caritativo impulso nos lleva de nuevo hacia la superficie.



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