Guardia nocturna en un campo de refugiados de Sudán del Sur

Guardia nocturna en un campo de refugiados de Sudán del Sur

MSF.-Más de 170.000 refugiados cruzaron la frontera desde los estados de Kordofán del Sur y Nilo Azul en Sudán y se encuentran concentrados en cinco campos en zonas remotas e inaccesibles de Sudán del Sur. Muchos de los refugiados estaban muy débiles cuando llegaron tras semanas de marcha, y en los campos la situación sanitaria ha pasado a ser de mala a catastrófica en los últimos meses.

 

En julio la mortalidad en el campo de Batil duplicó el umbral de la emergencia, la mitad de los niños menores de dos años del campo estaban desnutridos. En agosto MSF declaró que la situación sanitaria era catastrófica.

 La organización ha sido el principal proveedor de asistencia médica en estos campos desde la llegada los primeros refugiados, en noviembre del año pasado. Cuando la situación empezó a empeorar,el equipo de MSF relanzó una respuesta de emergencia, centrándose en las actividades vitales más urgentes. La intervención ha ayudado a reducir significativamente el número de muertes en el campo de Batil. Sin embargo la emergencia continúa, con el 100% de los refugiados dependiendo de la asistencia humanitaria. La labor de salvar vidas sigue siendo una carrera contrarreloj.

El doctor Roberto Scaini cuenta cómo es una guardia nocturna en el hospital de MSF del campo de refugiados de Batil.

 

La noche, un momento crítico para el hospital
Empezamos con una ronda por las salas, para que los médicos de guardia del día puedan informarme sobre sus pacientes. Anoche empezamos en el departamento de hospitalización con un hombre que había sido ingresado por sospecha de meningitis. Le practicamos una punción lumbar, extrayéndole una muestra del líquido cefalorraquídeo, pero no obtuvimos un resultado concluyente. Nos vimos obligados a enviar al paciente, que se encontraba en estado crítico, a someterse a más pruebas de laboratorio.

 

Atención continuada
Otro lugar que debo supervisar es la sala de cuidados intensivos para desnutridos severos. Anoche todos los pacientes estaban estables, a excepción de una niña que estaba muy deshidratada y tenía diarrea profusa. Debimos darle un líquido especial para reponer el que estaba perdiendo con tanta diarrea y vómitos. Y teníamos que pesarla cada hora porque le estábamos dando mucho líquido y debíamos asegurarnos de que no le estábamos sobrecargando el sistema, porque podría ser muy peligroso. Estos niños están tan débiles que tenemos que administrarles el líquido muy lentamente durante toda la noche: administrárselo, pesarlos, esperar, volver a administrarles líquido, volver a pesarlos de nuevo…

 

Tienes que mantenerte centrado
Los pacientes que no están estables a menudo empeoran durante la noche y entran en estado crítico. Esto puede ser complicado. Tienes que mantenerte centrado en los casos más críticos: si dejas a un paciente débil durante demasiado tiempo, puede empeorar y morir.

Durante las guardias de noche conectas mucho mejor con los pacientes y con el personal sanitario. Para mí resulta extraño y mágico a la vez: todo está tranquilo tras el ajetreo y el ruido del día, sólo se oye el generador y la lluvia que cae, y cuando tienes un momento, haces alguna pausa y te tomas un café con tus colegas de Sudán y de Sudán del Sur. Entre urgencias puedes pararte a pensar.

 

Urgencias repentinas
Sin embargo, siempre tenemos algunos pacientes que están muy enfermos y que pueden pasar de estables a graves en tan sólo unos segundos. El otro día una niña con malaria cerebral severa a la que estábamos tratando empezó a tener convulsiones, lo que supuso dos horas de intensa actividad. Cuando un niño tiene convulsiones puede dejar de respirar, y entonces hay que detener las convulsiones de inmediato: la falta de oxígeno puede causarle daño cerebral. Seguimos el protocolo de urgencias habitual para convulsiones, pero entonces la pequeña dejó de respirar y tuvimos que hacerla ventilar manualmente; fue difícil pues tenía terribles convulsiones, agitándose y retorciéndose en la cama.

 

Decisiones duras
Tuvimos que tomar una decisión difícil: el medicamento para detener las convulsiones tiene como efecto secundario la reducción del ritmo respiratorio del paciente. Había que detener las convulsiones, así que debimos administrarle el medicamento a pesar del efecto perjudicial sobre su respiración. Tras unos 25 minutos conseguimos detenerlas, pero ya había pasado demasiado tiempo convulsionando, y el riesgo de daño cerebral era alto. Durante todo el tiempo tuvimos que hacerla ventilar manualmente, porque si paras durante dos ó tres minutos el paciente puede morir.

 

A veces tenemos suerte
De pronto empecé a pensar “esta niña tiene ocho años, como mi hija”. Creo que esto me ayudó a seguir adelante y seguí con la ventilación manual durante 40 ó 45 minutos, un trabajo agotador. De repente su pecho empezó a moverse, así que paré cuando ella empezó a respirar mínimamente. Seguí ayudándola a respirar durante un rato, y poco a poco empezó a respirar ella sola. Durante el resto de la noche estuvo inconsciente pero estable.

Al día siguiente por la noche, cuando regresé a las seis en punto la encontré sentada  bebiendo. Cuando me vio dejó de beber y me sonrió. Debió reconocerme de la noche anterior. Así que la examiné rápidamente y en efecto: estaba recuperada y sin daño cerebral aparente. No creo en los milagros, pero a veces tenemos suerte.

 

FOTO: El dr. Roberto Scaini en el hospital del campo de Batil © Olga Overbeek / MSF

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