Después de Libia, ¿Sigue Siria?

Después de Libia, ¿Sigue Siria

Por Fernando Bazán

noticiasdesiria.blogspot.com

 

La “Primavera Árabe” ya se ha cobrado tres regímenes -Gadafi, Mubarak y Ben Ali-, mantiene a otro dos en jaque -Al-Assad y Saleh- y a dos más - Abdullah en Jordania y Mohammed en Marruecos- tratando de mantenerse a la vanguardia de la protesta; el dato central es que la región aún se encuentra en medio de una transformación vertiginosa e impredecible. Sin lugar a dudas las manifestaciones en Yemen y Siria van a revivir con las imágenes de libias de Sirte, mostrando un final patético para uno líder de los históricos e invencibles de la región; de allí que muchos piensen lo mismo que el ex Primer Ministro libanés, Saad Hariri "Cualquier ciudadano árabe, observando el curso de los acontecimientos en Libia, no puede dejar de pensar en el movimiento popular revolucionario que está teniendo lugar en Siria".

Con las operaciones de la OTAN en Libia llegando a su fin - tras la muerte de Muammar Gaddafi- Francia dijo que Siria podría ser el siguiente objetivo, ya que las acciones para que las Naciones Unidas asuman su responsabilidad y sancione a la represión. Sin embargo, Francia no ha mostrado interés en lanzar una acción militar unilateral contra Siria, pero la caída de Gaddafi con la ayuda operativa de la OTAN, puede ser considerada nuevamente como una opción a tener en cuenta ya que el nuevo gobierno no estaba en control de todo el país al igual que sucede en Siria.

Pero la situación, en el caso de Siria dicta mucho de ser tan sencilla como apoyar al Consejo Nacional de Siria (CNS) esperando que éste lleve adelante una revolución como en Libia. Desde el inicio de las manifestaciones en Siria a mediados de marzo, Arabia Saudita ha creído que un cambio de régimen en Siria sería muy beneficioso para los intereses sauditas ya que la pérdida de Damasco debilitaría a Irán, principal rival regional de los sauditas. Los juegos estratégicos sobre Siria hacen necesaria una coordinación de diversos intereses entre los múltiples actores que de alguna manera están vinculados a la suerte de Bashar Al-Assad.

La visión de los europeos y americanos –junto a ciertos estados del Golfo- respecto a que Siria es el próximo y lógico régimen que será depuesto en la “Primavera Árabe” parte de la euforia de la operación exitosa en Libia y ello crea alimenta la percepción que Occidente puede rehacer el Oriente Medio; pero los medios que funcionaron en Libia pueden ser altamente combustibles en el escenario sirio y hasta pueden volverse en su contra como sucedió en Iraq y Afganistán. La meta de EE.UU. y la UE de convertir al Mediterráneo en "un lago interno de la OTAN" resulta viable ahora si se logra aislar a Irán –por un lado- y establecer regímenes democráticos con ciertos valores compartidos en la región.

 

Los intentos de modificar la forma del Medio Oriente se iniciaron con el fracaso de Israel en 2006 de acabar con Hezbollah, que luego del conflicto se fortaleció y llegó al poder en Líbano; del análisis del conflicto se desprendió que Siria era el eje central que conectaba a Hezbollah con Irán; el príncipe saudita Bandar fue generando en los funcionarios norteamericanos la idea que se podía desconectar a Siria del eje Hezbollah-Irán mediante el uso de la sunita Hermandad Musulmana siria.

Arabia Saudita es el principal aliado árabe de EE.UU. en la región y es por ello que existe un cierto ascendente entre los objetivos de política exterior saudita y los americanos, pero en el caso puntual de Siria las dudas al respecto son varias. Pero la caída de Al-Assad derivaría casi inevitablemente en un conflicto sectario interno pero también regional, difícilmente los sunitas iraquíes o libaneses podrán estar al margen cuando en ambas sociedades los grupos chiitas se encuentran en pleno ascenso; la guerra fría entre sauditas e iraníes podría fracturar más aun a los sunitas moderados considerados como “una herramienta de Occidente” por los sectores sunitas salafistas más duros que esperan la oportunidad de desplazar a los regímenes laicos dictatoriales como el de Gadafi o Al-Assad.

Sin embargo, los occidentales y aliados árabes no están solos. Por caso, China tiene interés en seguir promoviendo la cooperación económica y el comercio del petróleo con los países del Medio Oriente -no sólo asegurandose el suministro sino también garantizando la estabilidad de los precios- por lo que cualquier injerencia occidental no será bien recibida por Beijín; un ejemplo de ello es la noticia que "China exigía que el Presidente Al-Assad hiciese las reformas más rápidamente, desde Occidente se interpretó como un cambio en la política exterior china cuando en realidad era un pedido de retorno a la estabilidad para retomar las líneas comerciales tradicionales.

 

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