Referéndum electoral

Nuestro país, desde la transición democrática, ha tenido cinco presidentes de Gobierno: Adolfo Suárez, al que hay que reconocer su valiosísima aportación para la difícil empresa de pasar, sin mayores traumas, de una dictadura a una democracia; Leopoldo Calvo Sotelo, un presidente que tuvo que soportar el acoso de su propio partido y el intento de golpe de Estado; Felipe González, que supuso para el país la garantía de una alternativa pacífica que no todos creían posible y consiguió para España el respeto internacional; José María Aznar que tuvo éxitos indudables en economía, estabilidad institucional y lucha contra el terrorismo, y José Luis Rodríguez Zapatero que pasará como el político más controvertido de estos últimos treinta años por sus actitudes, que no por principios y programas del partido que todavía representa.  Sus alianzas y concesiones a los nacionalistas que afecta a la soberanía del Estado y fragmenta la solidaridad entre todos los territorios y todos los españoles, son algunos de los puntos más objetados.  Especialmente es diferente de todos los presidentes sucintamente diferenciados en cuanto a respeto a la Constitución, a la Corona y lealtad a los consensos básicos de la Transición.

Hasta el aburrimiento están saliendo balances del triste desarrollo de estas dos últimas legislaturas que reflejan a un político que sobrepasó con creces su nivel de competencia.  Las elecciones del 20-N van a dar ocasión para que los españoles vuelvan a plantearse no tanto qué partido, PSOE o PP, va a gobernar sino más bien si se desea continuar con la trayectoria impuesta por Zapatero de vaciar de contenido al Estado, entregando sus competencias a los nacionalistas quienes por otra parte ya han manifestado, tanto CIU como el PNV , que su encaje en el Estado como conjunto no les interesa y que su única y exclusiva preocupación es su particular visión de Cataluña y Euskadi.

            Las próximas elecciones no son tales en sentido estricto, sino que se aproximan a una especie de referéndum electoral sobre una pregunta no formulada, pero sentida por muchos millones de ciudadanos y que podría tener esta redacción: ¿Desea usted que España siga siendo un Estado único, autonómico, pero reorganizando gestión y com- petencia? Un voto afirmativo y mayoritario dejaría fuera de cualquier Gobierno a los nacionalistas que quieren imponer las decisiones de un pequeño número de electo-res a la inmensa mayoría de los españoles.

            Zapatero fracasó rotundamente en su plan de integrar los nacionalismos perifé-ricos en la gobernanza del país, consiguiendo todo lo contrario, la mayor radicalización 

en cuanto a exigencias y, sin embargo, el PSOE no rectifica.

            Un ejemplo de ahora mismo, Rubalcaba, en un mitin en Barcelona defendió la inmersión lingüística, incitando a no acatar la resolución que obliga a cambiar el sistema.  La demagogia irresponsable que se ha desatado con ocasión del comunicado de ETA, añade nuevos elementos para la preocupación.

            El 20-N debiera servir para que los españoles nos diésemos otra oportunidad de salir de la crisis económica, política y social que nos atenaza.

 



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