Un político incansable

No por lo esperado, dada la edad y las noticias que teníamos sobre su estado, me resulta menos impactante el fallecimiento de Manuel Fraga Iribarne, todo un icono desde el punto de vista de la derecha en la transición española -antes, en y después-. Fraga tuvo mucha relación con Asturias y uno, como veterano periodista, tuvo también ocasión de tratarle en varios acontecimientos. El fundador del Partido Popular -primero Alianza Popular- fue uno de los asiduos practicantes de la pesca deportiva del salmón en nuestros ríos, así como también de la caza, lo que siempre, sus visitas, suponían en aquellos tiempos una promoción para el Principado. Creo que su río preferido era el Cares a donde acudía bien temprano para echar la caña muchas veces en compañía de uno de sus políticos en ciernes más preferidos, Francisco Alvarez-Cascos, y también en compañía de su buen amigo el oftalmólogo Luis Fernández-Vega. Normalmente la jornada terminaba con una partida al dominó en Casa Julián en Niserias. Cuando Manuel Fraga venía en viaje privado a Asturias estaba a su disposición otro buen amigo y admirador, el empresario Ricardo Pire, de Pravia, quien hacía de conductor, no abandonando al político hasta que regresaba a Galícia.

En cierta ocasión mi compañero José Vélez y yo nos enteramos de que un domingo Fraga estaría pescando en el Cares, lo que hacía con cierta frecuencia sin anunciarlo. Como estábamos en Hoja del Lunes para Niserias nos fuimos, hasta la misma orilla del Cares, donde se encontraba el político. Cosa rara, le vimos de buen humor permitiendo que le fotografiásemos e indicándonos que cuando regresara a Casa Julián unos atendería unos minutos. Horas después acudimos a Casa Julián para entrevistarle-allí estaba Luis Fernández Vega- y cuando acabábamos de saludarle para entrar en faena periodística llegó un coronel de la Guardia Civil y varios mandos. En cuanto les vio Fraga no solo pasó a ignorarnos si no que incluso nos expulsó del bar con modos impropios de quien había sido ministro. Claro que como entonces ya estábamos en democracia Vélez y yo regresamos cabreados a Oviedo y al día siguiente en la Hoja publiqué una ácida crónica que levantó alguna ampolla en los medios del Partido Popular, aludiendo a la falta de educación del ex ministro, pero Fraga nunca me dijo nada, ni cuando volvimos a encontrarnos tiempos después, y es que su fuerte carácter era ya a esas alturas de la historia toda una leyenda, como cuando en cierta ocasión, siendo ministro de Información y Turismo, vino en visita oficial a Oviedo y estando con el delegado de su departamento, Francisco Serrano Castilla, en su despacho, comenzó a sonar el teléfono con insistencia. En un momento dado Fraga, cabreado con el sonido del aparato, cogió unas tjeras que había sobre al mesa y cortó el cable dejando al bueno del delegado con la boca abierta.

Dice la leyenda urbana que Fraga Iribarne era capaz de aprender de memoria la lista telefónica con solo echarle un vistazo. Su capacidad de trabajo era grande y sus convicciones firmes. Fue uno de los autores de que el antiguo y deteriorado hospicio de Oviedo se convirtiera en el primer establecimiento cinco estrellas de la capital, el hotel de la Reconquista. De tinte falangista nunca se llevó bien con sus compañeros ministros del Opus Dei cuya figura máxima pro aquel entonces era Laureano López Rodo, habiendo sido también uno de los responsables del cierre del diario Madrid, cercano a la Obra y crítico con el régimen.

Manuel Fraga Iribarne apoyó durante años la Fundación Príncipe de Asturias, siendo raro el año que faltase como jurado de uno de sus premios. Tuve también ocasión de ver su actuación en el congreso nacional del PP en Sevilla, a donde me habían enviado los de la Hoja del Lunes como reportero y en donde estuve en un lugar de privilegio, prácticamente casi en primera fila, gracias a las gestiones de Isidro Fernández Rozada, congreso en el que Fraga entronizó como líder a José María Aznar rompiendo ante todos una carta en la que el luego presidente del Gobierno ponía su cargo de manera permanente a disposición de la dirección del partido. En aquella ocasión Fraga estuvo arrollador, seguro de que con Aznar no se iba a equivocar como le había ocurrido tiempo antes con Hernández Mancha.

En fin, una parte importante de la historia contemporánea de España se nos ha ido a sus 89 años, un batallador político incansable y de difícil repetición en la derecha de nuestro país. No puedo por menos de recordar también que gracias a Fraga en 1966 Franco y su consejo de ministros aprobaron una nueva ley de prensa que eliminó la censura previa de todo artículo -artículo, no publicación- que fuera a ser puesto en un periódico. No fue una ley perfecta ni democrática -hubo muchos secuestros de publicaciones-, pero supuso un importante paso para la apertura informativa. Por aquel entonces aún estaba muy lejana la plena libertad de prensa como lo estaba también el euro. ¡Cómo pasa el tiempo, amigos



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