El teatro electoral en Cataluña

En todos los procesos electorales cabe advertir tintes teatrales. En realidad, la política es una representación de historias frente a un público, más o menos entregado, llevada a cabo por unos actores, en la que se combinan actuaciones, discursos, gestos, escenografía, música y sonido. Esto fue así siempre y seguirá siéndolo en el futuro. Uno de los vestigios más ilustrativos de esta realidad histórica nos lo proporciona el denominado «Breviario de campaña electoral», también llamado «Commentariolum Petitionis». Se trata de una carta escrita por Quinto Tulio Cicerón en el año 64 a. C. a su hermano Marco Tulio Cicerón en la que le describía pormenorizadamente de qué argucias debía servirse para poder ganar el favor de los votantes. Y a fe que resultó útil. M. T. Cicerón obtuvo la unanimidad de las centurias y consiguió el Consulado, la magistratura más importante de la república romana. Poco se podía imaginar Q. T. Cicerón que sus recomendaciones tendrían plena vigencia en la actualidad. Bien es cierto que, más que un tratado de política, es un examen de la naturaleza humana y de los resortes que la mueven y, por más que la humanidad haya avanzado, los estímulos psicológicos poco han variado. Hay tres sugerencias que llaman poderosamente la atención por su rabiosa actualidad en el ámbito de la política catalana: «la gente prefiere una mentira a una negativa»; «las promesas quedan en el aire, las negativas granjean enemistades”; y «debes procurar que se hable de todo lo infame, ilegal, deshonesto y corrupto que pueda haber en la personalidad y en las costumbres de tus oponentes». Sin comentarios.

 

El afán por convertir la política catalana en teatro es de diferente intensidad según se trate de partidos separatistas o constitucionalistas. Los separatistas siguen el esquema clásico: libreto, directores y actores. El libreto es la moleskine de Josep María Jové (así llamada por ser un cuaderno de notas cubierto con un tipo de tela llamada moleskine que posee una banda elástica para mantenerlo cerrado); los directores son de todos conocidos: Oriol, Rovira, Mas, Puigdemont y Anna Gabriel; los actores, todos los independentistas convencidos. Optan por el género de la tragicomedia, mezclando el sarcasmo, a través del que se da la vuelta a la realidad, y la parodia, tomando como referencia unos personajes (los constitucionalistas) a los que ridiculiza. Se han equivocado al elegir el color amarillo como representativo. Se olvidan de que es el color de la mala suerte y todos los actores tratan de evitarlo, quizá porque era el que llevaba el famoso actor y dramaturgo francés Jean-Baptiste Poquelin -conocido con el nombre de Molière- cuando falleció en el escenario mientras representaba la obra «El enfermo imaginario». Mal presagio. Recuperarán la DUI. Los constitucionalistas no se atienen a la misma partitura ni cultivan el mismo género. A Iceta le va más el vodevil, la comedia frívola, sazonada con números musicales y baile a la mínima ocasión. Es un tío simpático y con ritmo, pero poco de fiar. Su intención de extender a Cataluña el cupo vasco, y patrocinar el indulto para los secesionistas es difícilmente entendible en la medida en que supone premiar la subversión, a la vez que un mal mensaje para el resto de las autonomías cumplidoras de la legalidad. El PP y Ciudadanos optan por el drama. No es para menos. La situación por la que atraviesa Cataluña en el orden político, social y económico es difícilmente reversible a corto plazo. Arrimadas es la actriz principal y la de más éxito. Suerte para los constitucionalistas porque, como dijo Albert Einstein, «El nacionalismo es una enfermedad infantil. Es el sarampión de la humanidad».  



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