“El Subte…”

Estoy seguro que este titular no te dice nada o a lo más crees, con cierta lógica, que se trata de un acrónimo o de unas siglas, y tienes toda la razón. Los que hemos hecho el servicio militar pensamos de inmediato en la escala de mandos, y que subte sería abreviatura  de subteniente, pero no van por ahí los tiros. La primera vez que me encontré con este término fue en la lectura de la novela “Namura”, Premio Novela Corta Ayuntamiento de Siero, ambientada en el Buenos Aires de la segunda mitad  del siglo XX, y en ella descubrí que los porteños llaman “subte”, al ferrocarril subterráneo que desde hace 100 años horada  la ciudad de Buenos Aires, y que en un principio iba desde la Plaza de Mayo hasta la Plaza Miserere, con un extensión de 6,8 kilómetros de recorrido.

 

El viernes, 11 de enero, el Subte-Línea A, era noticia y es que numerosos vecinos se personaron en sus estaciones para despedir a los míticos vagones “brujas”, que durante más de 100 años han traslado a porteños y turistas por el centro de la ciudad, y han sido testigos mudos de la historia cotidiana y personal de multitud de porteños y demás visitantes. Era uno de los atractivos turísticos de la ciudad, pues no es frecuente utilizar vagones de madera, revestidos de gran espejos, que han sido testigos de todo tipo de miradas –amorosas, curiosas, cansinas, esquivas…-, y todo ello impregnado de un tono añejo que proporciona la iluminación  de sus opalinas talladas. Ayer fue un día triste en la ciudad de Buenos Aires, uno de sus emblemas , “Los Brujas”, llamados así debido a su origen, construidos en la ciudad belga de Brujas, desaparecían, se jubilaban después de un prórroga centenario. Supongo y deseo que esta historia viva de la vida bonaerense goce del respeto patrimonial que se merece, pues no sólo es un tesoro importante del Patrimonio ferroviario argentino, sino del Patrimonio oral de sus gentes, ya que en su interior habita el alma porteña, y desde hace décadas se incrusta en la mejor Literatura argentina, como ocurre en la ya citada novela “Namura”, entre otras muchas. La Literatura, notaria de la vida,  tiene la virtud de convertir en inmortal, todo lo que tiene o puede tener vida efímera como los objetos, los trenes, las personas, las ciudades, y afortunadamente, por todo lo dicho,  el subte ya es inmortal. Este es el consuelo que puede dar este humilde plumilla a esa multitud de desesperados argentinos que en las estaciones del Subte, Línea A clamaban: “LA Bruja no se va”. En efecto el Subte , Línea A, no se va, está y estará con nosotros cada vez que aparezca en las páginas escritas por nuestros buenos prosistas,- nuca creí que fuera tan importante la labor del escritor-  o en el recuerdo agradable que ha impregnado nuestras vidas.

 

El pasado viernes, 11 de Enero, al conocer esa noticia, pensé en la cantidad de compatriotas nuestros ,  “gallegos”, que abandonaron sus tierras en busca de un futuro mejor y quizás uno de sus primeras habitaciones fue alguna estación del metro bonaerense. ¡Si los espejos hablaran, cuántos sueños, fantasías o desesperaciones nos transmitirían!. Viene bien ese recuerdo en estos tiempos, ahora que otra generación de jóvenes españoles, más preparados y dotados, tienen que buscar refugio en el exterior y especialmente en Latinoamérica. No debemos tener empacho en reconocer que si España contribuyó y contribuye al progreso de Hispanoamérica, también se benefició y se beneficia de sus aportaciones e iniciativas,  así quiero recordar que gracias a que Cuba construyó el ferrocarril de La Hábana-Bejucal, en 1.835-37, se proyectó después el primer ferrocarril en España, línea Barcelona-Mataró, en 1.848, y que el metro de Buenos Aires se construyó seis años antes que el primer metro de España, el de Madrid, 1.919. En resumen, nuestra Historia, la Historia de la Comunidad Hispánica es la de una generosidad y un pragmatismo compartido.

 



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