Ya tenemos presuimpuestos

Afortunadamente, para este año de 2013 habrá presupuestos. Un presupuesto no prorrogado es en principio una buena noticia. Los presupuestos prorrogados limitan recursos, especialmente inversiones. Es cierto que existen vías extraordinarias, en forma de leyes específicas, para sortear alguno de los inconvenientes de un presupuesto en prórroga, pero, aparte de los retrasos en la gestión ordinaria de la Administración, es siempre difícil o caro conseguir acuerdos cuando no se tiene la mayoría suficiente para aprobar las cuentas del año entrante.

                Pero, con ser esa una buena noticia, no puede obviarse que el  presupuesto del  2013 va a significar para los asturianos una subida generalizada de impuestos, en el de patrimonio para algunos; en el de saneamiento, en el de combustibles y en de los bancos para todos. Por el de combustibles, cada vez que echen ustedes un litro de gasolina van a pagar 2,4 céntimos más; si de gasóleo, 2. Hagan ustedes la cuenta de cuántas veces llenan el depósito al mes y multipliquen por doce.

                De todo ello son notables dos novedades. La primera, que en su voracidad recaudadora el tripartito exactor (PSOE, IU, UPyD) han convertido una tasa, la del canon de saneamiento, en un impuesto, en la medida en que lo van a cobrar a todo el mundo, incluidos aquellos que no tienen saneamiento. En cuanto al depósito de los bancos, que, en principio, tratan de vender como un impuesto a unos imaginarios tipos gordos, con chistera, puro y Cadillac que serían «los banqueros», es un impuesto a cada uno de nosotros, a cada cuenta que tengamos en un banco, por humilde que sea (aunque, a tenor de sus declaraciones de bienes, es difícil que sea inferior a la que tienen la mayoría de los políticos de nuestro Parlamento y Gobierno).

                ¿Que todo ello es inevitable? ¿Que es necesario para mantener determinados servicios? Es posible. ¿Pero no es eso el mismo argumento del Gobierno central, que tanto critican? En todo caso, a uno le gustaría que el PSOE se aventurase a afirmar que no es ahora cuando está errado, sino cuando juraba, hace siete años, que bajar impuestos era de izquierdas o cuando eliminaba el impuesto de patrimonio por injusto y regresivo. ¿Lo harán? ¿Ustedes qué creen? Yo creo que sí. En cuanto a UPyD tampoco estaría de más que explicase cómo están a favor de bajar los impuestos subiéndolos.

                Desde otro punto de vista, el mantenimiento en los presupuestos del 2013 del «impuesto sobre los gordos con chistera y puro» una vez que el Parlamento de Madrid haya establecido un tributo sobre los mismos constituye una ficción, puesto que, sea cual sea la razón que asistiere a la Xunta y la evolución posterior de pleitos y recursos judiciales, no se ingresará. De modo que su previsión de 30 millones es una previsión de una cantidad idéntica de déficit.

                Por otro lado, no se le escapa a nadie que su mantenimiento constituye una magnífica operación política, para el PSOE y, especialmente, para IU, pues para los devotos de ambas fuerzas la lucha contra los fúcares crasos y cresos es una fuente inagotable de excitación y endorfinas. Y si los pleitos se alargan en el tiempo, miel sobre hojuelas. En ese aspecto, el PSOE sigue siendo el gran partido de España y, por supuesto, el mejor conocedor de las pasiones y debilidades de su entorno ideológico. Y, mira por dónde, si luego resulta que esos 30 millones no recaudados son aquellos con que iban a satisfacerse parte de las demandas de UPyD, tanto mejor.

                En otro orden de cosas, el itinerario de la tramitación presupuestaria ha vuelto a exponer a la cruda luz del mediodía la Asturies profunda, tanto en el plano institucional como en el ideológico. En efecto, nunca uno entendió cómo en una sociedad moderna y democrática sigue existiendo ese vodevil primorriverista o de democracia orgánica que es la llamada «concertación», en la cual sindicatos y patronal sustituyen al parlamento dando el visto bueno a una parte de las cuentas y los proyectos, utilizando, para más inri, una pirindola con solo dos caras, la del «todos toman» y la del «ninguno pone». Que ello, además, sea recibido con unción y jaleado por gran parte de la opinión, muy especialmente la autodenominada «progresista», es muy revelador de nuestra conciencia colectiva y de cuáles son algunos de los problemas profundos de nuestra sociedad



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