Volverá a Turón la primavera

La idea de dar a conocer una historia del valle de Turón se fue forjando en mi mente en la década de los ochenta del pasado siglo  aunque el embrión haya que ir a buscarlo a los ya lejanos años de la infancia, dentro de la sastrería que mi padre tenía en El Fabar, donde fui testigo de multitud de anécdotas relacionadas con el pasado de Turón, referidas por aquellos mineros que eran sus parroquianos exclusivos. El Fabar, uno de los barrios emblemáticos del Valle, está ubicado entre el campo de La Bárzana y el de la iglesia parroquial de San Martín, que es tanto como decir dos pasiones: el futbol y la religión. Además, en la anteguerra -según él me contaba- en una pequeña explanada, al lado de la carretera, junto al camino que conducía  al campo del Deportivo  y a la sombra de un castaño centenario, se cultivaba una tercera pasión: la política, alimentada por los vecinos del contorno con   acaloradas   tertulias en las que se vitoreaban o se ponían a caldo, según inclinaciones  ideológicas, las actuaciones  de los hombres de Accion Popular, de los comunistas o del partido socialista. ”Manolo, el sastre”, conocido así por sus convecinos, era una persona ferviente de la cultura  a quien la Guerra Civil impidió concluir el Bachillerato, que en aquel momento estudiaba en el  Instituto de Mieres. Gran conversador, se interesaba por las vivencias de sus clientes, bien sobre el trabajo diario de la mina o fuera de ella si era el caso de gallegos que aterrizaban en el Valle, después de regresar de  una aventura americana en Cuba, Argentina o los mismísimos Estados Unidos. Anécdotas que, incluso, él mismo habia recogido desde su niñez, pues también su padre -mi abuelo- había sido igualmente sastre.

 

Una constante en su vida fue el transmitirme tal información, amén de la  importancia social de que había gozado Turón en la anteguerra. Con todos estos ingredientes y habiendo yo resuelto mis ecuaciones, tanto sentimentales como universitarias y profesionales, fue cuando un día se despertó en mi la idea de indagar  en el brillante acontecer de nuestro valle. Y en este compromiso estamos desde entonces, con el mayor entusiasmo como decíamos más atrás, mostrando el libro “Memoria gráfica del Turón industrial (Tomo II)” que hace el séptimo de una serie que iniciamos  hace ahora diecisiete años con la aparición de “Informaciones del Turón antiguo”. Sobre el trabajo que hoy presentamos podemos decir que su contenido consiste fundamentalmente en 450 fotografias que dan vida a unas 4000 personas, que es complementario del publicado en 1997, ”Memoria gráfica del Turón  industrial (1880-1980)”,  que lleva un titulo similar  y análoga estructura pero el rango temporal se sustituye por la coletilla “Tomo II” ya que se trata de un libro distinto como queda dicho.

A través de la imagen  y a lo largo de 280 páginas se va realizando una peculiar historia del Valle al considerarla desde diferentes puntos de vista: minería, familia y sociedad, enseñanza, vida cotidiana, instantánea religiosa, festiva, etc. Si algo hay que resaltar como extraordinario en la presente edición -aunque extraordinaria ya sea por sí misma la vida del pueblo turonés y la historia del valle de Turón- es una fotografia en color de nuestro espacio geográfico. Se trata, realmente, de un desplegable de cuatro paginas  con una longitud total de 88 cm. que abarca los cordales de Longalendo y Navaliego. El libro es gráfico casi en su totalidad como dejábamos entrever, pero un 10% es de texto y lo conforman los tres ultimos capítulos. Uno de ellos está dedicado al Coro Minero en su 2ª etapa. El Coro Minero que es nuestra principal seña de identidad ante el mundo en la actualidad. Las páginas restantes integran  los capítulos “El Turón de siempre” y “El Turón del mañana”. En esta líneas flota la nostalgia. La nostalgia del Turón que fue. Un pueblo  que trabajó duro para levantar una nación  maltrecha por la guerra fratricida de los años treinta. Y una tierra que, inexplicablemente, no ha recibido en compensación ni un euro de los llamados Fondos Mineros que con tanta prodigalidad han repartido  en los territorios que rodean  a nuestro valle. Aparte de no haber hecho nada por modernizar a Turón, lo han convertido en un coto de caza. Lo que menos falta le hacía. Y que conste que nada tenemos en contra de las aficiones cinegéticas. No cabe duda de que ha habido una mano negra que ha actuado impunemente sobre nuestro valle en estos ultimos años. Se han empecinado y lo han conseguido: han convertido a Turón en un reducto  rural, rústico, pueblerino. Turón no se merecía esto por las cotas de relevancia, industrial, cultural, y demográfica que había alcanzado a lo largo del  siglo XX. Las paginas de estos ultimos capítulos rezuman, pues,  sentimiento y  reivindicación por y para la tierra amada que es el valle de  Turón. De ellas emerge siempre un grito, una advertencia sobre el estado real de esta territorio, actualmente desvencijado por la abulia y la mala conciencia de nuestros gobernantes. Al llegar a este punto me acuerdo siempre de lo que le ocurrió a Giordano Bruno, un fraile italiano del siglo XVI.

 

En esta epoca del Renacimiento la ciencia oficial adoptada por la Iglesia de Roma, siguiendo los principios de la Biblia y de la astronomia griega de Aristóteles y de Tolomeo, aseguraba que la Tierra, como lugar de nacimiento del hombre, era el centro del Universo. Estaba estática, fija. Era inamovible y todos los demás astros giraban en torno a ella. Sin embargo, un canónigo de la catedral de Frombork, situada en la parte norte de Polonia, no pensaba de la misma manera. Efectivamente, Nicolás Copérnico, que así se llamaba el clérigo, al fallecer en 1543, había concluido su gran obra “De revolutionibus” en la que después de muchos años de estudios  y observaciones, intuyó que el Sol era el centro de la galaxia y que las demás estrellas como Venus  o Júpiter giraban alrededor de aquel, pero tambien la Tierra, que era un planeta más,c ambiando radicalmente la visión cósmica aceptada hasta entonces y que sirvió de base a Newton para establecer las leyes de la Mecánica clásica. Pero Bruno, el dominico de Nola, al propagar las ideas de Copérnico, chocó con la Iglesia y condenado por la  Santa Inquisición fue enviado a la hoguera en el año 1600. Algunos años mas tarde, otro sabio italiano, Galileo Galilei con un modesto catalejo comprobó la certeza de la teoría heliocéntrica de Copérnico y cuando el tribunal eclesiástico le juzgó, so pena de ser condenado, tuvo que abjurar de sus ideas científicas, confesando públicamente  que la Tierra esta quieta en el Universo y las demás estrellas giraban en torno a ella  como en un acto de adoración permanente. Mas, según se cuenta, por lo bajinis exclamó:”E pur si muove” que  quiere decir “y sin embargo se mueve”. Digo todo esto porque por el hecho de proclamar en mis libros la falta de sensibilidad de nuestros administradores para con Turón, a mí algunos” inquisidores” modernos, y no precisamente de la Santa Madre Iglesia en este caso, me han enviado tambien a la hoguera, aunque fuera de una forma simbólica, al tratar de desprestigiarme públicamente e intentar neutralizar mis críticas, manifestando que aquí en Turón se han hecho  obras importantes. Por eso me acuerdo de Giordano Bruno.Y al pueblo, que es muy sabio, le podrán contar milongas, que diría un argentino, tratando de taparle los ojo con sendas maravillosas y otras chuminadas, pero conoce tan a fondo la cruda realidad de Turón y su deriva catastrófica hasta el dia de hoy que no se le puede embaucar fácilmente.El pueblo turonés tiene las ideas tanclaras de lo que se debiera haber hecho en el Valle y no se hizo como las tenía Galileo sobre la configuración del Universo. ¡Así de claras¡.

Concluye el libro con  el siguiente decálogo de propuestas para sacar  a nuestra tierra del abismo de la miseria al que la han empujado los regidores de estos ultimos veinte años:

1) La apertura de una via rápida  entre Figaredo y Sotrondio por medio de un tunel en Urbiés para romper nuestro aislamiento secular por el este.

2) La puesta en valor de las instalaciones de los pozos de San José  y Santa Bárbara.

3) La parcelación del poligono de La Cuadriella para garantizar el asentamiento de pequeñas empresas en el futuro.

4) La eliminación de las escombreras deñ Fabar, La Vegona, Peñule y La Escribana para ganar  espacios naturales perdidos.

 

5) La creación de una residencia geriátrica en el antiguo colegio de La Salle,dado que la población turonesa es una de las mas longevas de la comunidad asturiana.

6) La construccion del Parque Tecnológico Industrial de L’Arquera.

7) La remodelación de la carrtera a Polio para aprovechar los recursos turísticos de la zona.

8) La inauguración de una escuela infantil de 0 a 3 años.

9) La dotación de un  modernos Centro de Salud como exigen los tiempos en que vivimos.

10) El compromiso del gobierno regional para declarar al valle de Turón “Patrimonio industrial de la minería asturiana”.

 

A pesar de la  sinrazón utilizada los turoneses, apelando a nuesta historia, tenemos el alma  henchida de esperanza.Viviremos siempre, al menos, con esa esperanza porque estamos persuadidos de que amanecerá un dia en que esa particular “Memoria histórica de cuanto fuimos y cuanto merecemos” comenzará a prender  en el espíritu de todos nosotros como un fluido que inicia su curso espontáneamente, casi en silencio, que luego irá creciendo como el impetuoso torrente que aumenta su caudal con el deshielo de la primavera. Se harán imparable nuestras exigencias. Nuestro empuje será incontenible. Y en Turón se abrirá la primavera después del largo tunel invernal en que nos han hundido.

 

La primavera es la época en la que se gesta y renueva la vida en la Naturaleza. Ha de ser, en definitiva, el resurgimiento para un valle que estuvo muchos años esperando el ansiado momento. Podrán cortar una, dos, tres flores… pero no detener la primavera.

 

 

 

Discurso pronunciado por Manuel Jesús López “Lito” en la presentacion de su ultimo libro “Memoria gráfica del Turón industrial (Tomo II)” en el Ateneo de Turón.



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