Román Suárez Blanco, espíritu libre

Pese a nuestra diferencia de edad, tuve muchas ocasiones de conversar largo y tendido con otro buen amigo que se nos fue, Román Suárez Blanco, y de apreciar debidamente no sólo su inteligencia y su bondad, grandes por lo menos como su humanidad física y espiritual, sino también algo tan escaso como precioso: la libertad de su espíritu. Román no era hombre de clichés, sino de ideas razonadas, y no era hombre de dogmas, con lo que tampoco comulgaba con ruedas de molín, dijéselo el presidente de un partido político con el que tuviera más o menos afinidad o fuera el dicente el cura párroco, por decir. Román tenía criterio, voluntad a independencia, y en ese sentido era un asturiano escaso, valioso y, por ende, irremplazable.

 

De su labor al frente de Caja Rural de Asturias ya habrá quien les hable en estos días, y estoy seguro de que bien. Y de su impagable tarea como mecenas de modestos literatos, poetas, ensayistas, escritores o fotógrafos ahí están ellos para propagar y recordar su entusiasmo y su amor por todo lo que significase creación y pensamiento.

 

Yo me quedo con el recuerdo de la amistad y el cariño con que me honró en estos años y con la lección aprendida. Un espíritu libre es políticamente poco correcto, pero es humanamente rico, humanamente generoso, humanamente bueno.

 

Don Román se ha ido, pero nos deja un ejemplo que pocos llegaremos, llegarán, a poder emular.Al menos, podemos intentar aproximarnos.

 

Ahora, imagina feliz en tus paseos por el anchuroso cielo, libre ya de la atadura terrenal.



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