Una Universidad mejor

La apertura del curso académico de la Universidad de Oviedo tiene mucho de simbólico. En este escenario del Aula Magna todos los septiembres se representa la conclusión de ese tiempo de excepcionalidad estival y vital que da paso al retorno a nuestros afanes cotidianos.

 

Ese regreso a nuestros deberes diarios adquiere en este espacio universitario un valor supremo, el que confiere un nuevo curso académico, ese rito anual que se prolonga durante nueve meses de traspaso de sabiduría de los maestros a los estudiantes, de una a otra generación. Se trata de un tiempo de gestación y alumbramiento. Como la vida misma.

 

Más allá de las metáforas, la apertura del curso 2012-2013 tiene para mí un valor singular. Es un doble privilegio. El primero, como alumno que fui de esta Universidad. El segundo, es que tengo el honor de dirigirme hoy a la Asturias Universitaria como Presidente del Principado.

 

Y lo hago, tantos años después, en la convicción de que me dirijo a una Universidad mejor. Sí, mejor, porque los valores universitarios de equidad, esfuerzo y conocimiento científico y universal se han ampliado y extendido al resto de la sociedad.

 

La Universidad agranda su victoria académica cuando se convierte en un territorio de oportunidades que no sabe de orígenes familiares ni condicionamientos socioeconómicos, que es capaz de ofrecer a todos las mismas oportunidades para formarse como buenos profesionales, pero también como ciudadanos sujetos de derechos y obligaciones, cultos, informados y tolerantes. Una institución con un doble objetivo, que enseña a interpretar el mundo y que forma para competir en él.

 

Lo dice el hijo de un siderúrgico y un ama de casa; también, el militante de una organización que más allá de sus objetivos partidistas y, por tanto, controvertidos y fraccionales, quiso desde sus orígenes que se llevara a las aulas, a las fábricas y a los laboratorios el sueño de la Institución Libre de Enseñanza.

 

Ese espíritu tiene que prevalecer. Y para lograrlo debemos subrayar el sustrato público de nuestra universidad. Eso es lo que la hace una casa de todos, un lugar abierto al conjunto de la ciudadanía y alérgico a la endogamia de las castas, tantas veces disfrazadas de élites. Blindar esa vocación pública de nuestras enseñanzas universitarias consiste en estar dispuesta a afrontar más desafíos y asumir nuevas obligaciones.

 

En esta primera intervención como Presidente del Principado reitero el firme compromiso de mi Gobierno con la preservación de la calidad de la instrucción pública asturiana, que tiene su cima en esta institución, en la Universidad de Oviedo.

 

Siempre se invoca su historia, los más de cuatro siglos de vida, el legado de Valdés Salas, Feijoo, Clarín, Canella,…. Todos están y estarán en el genoma de esta institución, pero en estos momentos de tormenta económica es de justicia reconocer el esfuerzo y la labor del equipo rectoral, de los profesores, del personal de administración y de los estudiantes.

 

Debemos darles las gracias porque están apostando por asentar los pilares centenarios de una institución con vocación de bien común. Su fortaleza cobra un sentido ético porque vivimos tiempos en que la criminalización de lo público se ha convertido en un hábito que se hace aún más perverso cuando proviene de ámbitos institucionales.

 

Los condicionamientos económicos nos afectan a todos y tenemos que afrontarlos. Pero ello no supone justificar la adopción de ajustes que afectan a la calidad de las universidades públicas. Es bueno recordar que en los últimos años España ha pasado a ser el octavo país del mundo en producción científica gracias a la dedicación y la capacitación del profesorado universitario. Y aquí en Oviedo tenemos buenos ejemplos de ello.

 

Siempre he creído en que el futuro de Asturias pasa por la educación. Nuestro porcentaje de titulados universitarios es similar a la media de la Unión Europea. Eso es una fortaleza. Y tiene paternidad: la Universidad de Oviedo. Por ello, el compromiso con la preservación de su calidad es irrenunciable.

 

Contamos con una universidad que ha obtenido financiación adicional gracias al logro del CAMPUS DE EXCELENCIA INTERNACIONAL. Ello ha sido posible gracias a unas infraestructuras científicas, a unas dotaciones modernas, a unos campus que cada vez tienen mayor relación con el sector productivo y que, en definitiva, devuelven más sabiduría y conocimiento a la sociedad.

 

La Universidad de Oviedo es una universidad de oportunidades, donde las únicas exigencias son el tesón personal y tener la vocación de que la sabiduría recibida beneficie al resto de los ciudadanos. Y así debe seguir siendo. Por ello me disgusta y discrepo de la subida de tasas decidida por el Gobierno de España. Una de las primeras medidas adoptadas por mi Ejecutivo fue la congelación de las tasas en primera matrícula, porque la renta familiar y las diferencias sociológicas no pueden ni deben cerrar las puertas del conocimiento y la superación personal.

 

Por ello, se mantendrán las convocatorias de becas y  ayudas a los estudiantes con menos recursos y se recuperarán otras suprimidas en el último año.  Ahí están las ayudas para alumnos Erasmus, que facilitan la salida a Europa de nuestros universitarios, o las becas para realizar másters profesionales, como el de formación del profesorado o el nuevo de ejercicio de la abogacía.

 

La inversión en conocimiento es una inversión en progreso. Queremos que nuestros estudiantes cuenten con la mejor formación para que tengan  capacidad de optar a un empleo en las mejores condiciones posibles, formar buenos profesionales y formar ciudadanos portadores de valores democráticos.

 

De las aulas universitarias deben salir buenos ciudadanos y excelentes profesionales. No está reñido con este principio que la Universidad tenga en cuenta las demandas del sector productivo en la formación de sus estudiantes, que se implique en labores de investigación y de transferencia de conocimiento con las empresas, que genere masa crítica que enriquezca nuestra sociedad.

 

Por ello la Universidad de Oviedo tiene que seguir siendo el primer agente de nuestro sistema autonómico de ciencia. En el Plan de Ciencia, Tecnología e Investigación, la participación de la Universidad   y sus investigadores es esencial. Y la estrategia de aunar conocimiento y desarrollo práctico, de aunar Universidad y empresas, es una prioridad para crear un entorno productivo inteligente y propiciar un crecimiento económico sostenible que potencie nuestra industria tradicional y otros sectores tecnológicos e innovadores.

 

Pero aún son mayores las ambiciones y los desafíos que les ofrezco. En la transformación de Asturias, la Universidad es piedra angular. Hoy, ustedes lo saben, vivimos en un mundo agrietado. La aparente solidez de la sociedad que supuestamente se encaminaba hacia el fin de la historia ha revelado su fragilidad de forma vertiginosa, y nos encontramos, dicho al modo orteguiano, “bajo el arco en ruinas” de un modelo social, político y económico.

No voy a describirles a ustedes lo que está sucediendo. Es imposible aislarse del fragor que nos acompaña, permanecer ajenos a la Gran Recesión y sus múltiples y dolorosas repercusiones. Pero me temo que no podremos alejarnos siquiera si no solucionamos al menos tres cuestiones. Primera, la unión plena de la Unión Europea, valga la redundancia, que incluye los ámbitos fiscal, económico y la propia legitimidad democrática de la UE. Segunda, hemos de recobrar el adecuado dominio de las pulsiones territoriales que conviven en nuestra nación. Tercera, España ha de reformar su modelo productivo y recuperar su vocación de gran país industrial.

 

Ninguna de las tres es ajena a la Universidad. O lo digo a la inversa, que también: la Universidad no puede ser ajena a la resolución de esos desafíos. Entiendan mi ambición, que no es recriminatoria en absoluto, sino aleccionadora: la inevitable renovación socioeconómica de Asturias –y, en ella, el fortalecimiento de su potencia industrial- es impensable sin la Universidad. Sin ustedes, sin su talento y su oficio, sin su dedicación investigadora y docente, es imposible construir la Asturias de excelencia a la que aspiramos. Bajo el arco en ruinas hay grandes asideros, grandes refugios de esperanza, y uno principal está en sus manos: la Universidad de Oviedo.

 

Iré terminando. Este curso será un curso de trabajo intenso. Habrá que concretar y consolidar la oferta de titulaciones, emprender nuevos proyectos de investigación y dar respuesta a los desafíos que nos plantea una coyuntura económica muy difícil.

 

En la consecución de estos objetivos la Universidad no va a estar sola, va a contar con el apoyo del Gobierno de Asturias. Asumiremos juntos el esfuerzo de contención de gasto que por responsabilidad social estamos llamados a realizar. Pero la Universidad de Oviedo seguirá siendo una prioridad, a la que demandamos eficacia en la gestión, austeridad en el gasto y responsabilidad en la elección de aquellas actuaciones que tengan un carácter prioritario.

 

Estoy convencido de que con el trabajo, la dedicación y el acierto en la gestión de todos los que ponéis nombre y apellido a esta institución, la Universidad de Oviedo crecerá en más excelencia.

 

*Intervención del presidente del Principado, Javier Fernández, en el acto de inauguración del curso académico 2012-2013 de la Universidad de Oviedo.



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