Pérez de las Clotas en el adiós

De nuevo en el espacio de 48 horas me veo en la necesidad de escribir otro artículo como recuerdo y despedida de un buen amigo, en este caso Juan Ramón Pérez de las Clotas, maestro del periodismo asturiano que a sus 88 años falleció esta mañana en su domicilio de Gijón. Curiosamente la vida nos llevó profesionalmente por empresas distintas, por lo que no tuve el honor de trabajar a sus órdenes, pero siempre seguí de cerca su trayectoria lo que me llevó con el paso de los años a verme honrado con su amistad. No hace muchos días aún en una reunión que tuve con el ex concejal del ayuntamiento de Oviedo José María Fernández del Viso, hablamos de Clotas. Del Viso, que estuvo ligado al muno de la prensa como consejero delegado de La Voz de Asturias, entre la década de los 70 y los 80, era muy buen amigo de Pérez de las Clotas reuniéndose una vez a la semana con otros gijoneses destacados – Elias Masaveu, Eduardo Castro, Vicente Coalla…- en una tertulia en la villa de Jovellanos.

Juan Ramón Pérez de las Clotas era un periodista innato, una rara avis de la comunicación, a quien no se le dio bien nunca escribir pero quien sí tenía un sentido de la noticia y un saber formar equipo con gente joven verdaderamente sorprendente. Se que trabajó en el desaparecido diario ovetense Región, en los tiempos de Ricardo Vázquez-Prada, pero su auténtica y más importante labor periodística fue en el diario la Nueva España, primero como redactor jefe a las órdenes de Paco Arias de Velasco y luego como director del rotativo, entonces perteneciente a la Prensa del Movimiento. Su labor fue tan positiva que pese a estar en una región con tradición de izquierdas y ser La Nueva España en aquellos años el órgano del Movimiento la mantuvo como primera publicación de Asturias, muy por encima de sus principales competidores, Región, La Voz de Asturias y El Comercio.

El gran Clotas fue el aglutinador de una generación de primeros espadas del periodismo asturiano, amamantados en la redacción de La Nueva España, primero en sus instalaciones de la calle de Asturias y luego en la avenida de Calvo Sotelo donde continúan. A riesgo de olvidar algún nombre de aquellos colegas que comenzaban su andadura bajo el paraguas del citado periodista gijonés si me acuerdo de Juan de Lillo, Nacho Artime, Graciano García, Diego Carcedo, José Vélez -que pasa ahora a ser el decano-, José Manuel Vaquero, Evaristo Arce, Rubén Suárez, Carlos Rodríguez y más, perdónenme. Eran los tiempos de la dictadura pero La Nueva España, aún siendo un periódico oficial del régimen, como Arriba, por ejemplo, tenía un toque de independencia y hasta de rebeldía diría, gracias a la magnífica dirección que imprimían al rotativo Paco Arias de Velasco y Juan Ramón Pérez de las Clotas, y de ello bien los supieron los gobernador civiles, apoyados por veteranos como Luis Alberto Cepeda,  Juan Luis Cabal Valero y Eugenio de Rioja, por citar tres. También era en aquella década de los 60 importante el asesoramiento del hoy presidente del Instituto Cervantes Víctor García de la Concha, entonces aún con sotana.

Luego el destino deparó a Pérez de las Clotas otras aventuras, como corresponsal en Lisboa y en La Habana y director del diario cántabro Alerta, pero ya nunca se sintió tan cómodo como en su querido diario asturiano. Con la desaparición de la prensa del movimiento se convirtió en funcionario, primero, creo, del servicio de juegos y loterías del Estado para finalizar su vida profesional en la biblioteca de Gijón. Excelente conversador, con el punto justo de mala leche, me encantaba verle tomar uno de sus famosos dry martinis. Lo hacía con una elegancia que ni Sean Connery en las películas de James Bond.

Juan Ramón era un gijonudo que quería Oviedo y disfrutaba reuniéndose de vez en cuando con sus colegas, entre los que me incluyo, cuando el entonces director de la Fundación Príncipe de Asturias Graciano García, alumno suyo por demás, nos invitaba a comer siempre con interesante sobremesa en la que Pérez de las Clotas llevaba la voz cantante. El tiempo pasa inexorablemente y el maestro de periodistas se nos ha ido. Si hoy hubiera en los talleres linotipias seguro que pararían en honor a su memoria. Descansa en paz, colega y maestro.



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