Adolfo Casaprima pregona El Desarme en Lóriga desvelando sus Reales fundamentos

Adolfo Casaprima pregona El Desarme en Lóriga desvelando sus Reales fundamentos

La Pola.-Adolfo Casaprima, prolífico escritor y editor ovetense,  pregonó este jueves la Fiesta Gastronómica del Desarme en el Hotel Loriga. Casaprima deleitó a los luego comensales pronunciando un  elaborado pregón del que bien puede decirse que, al igual que el menú publicitado, goza de fundamento. En él, tras un detallado tabajo documental, bucea sin complejos en nuiestra historia cercana hasta dar con la verdad de los hechos que dieron origen a confusas versiones del hecho histórico en el que arraiga la tradición del Desarme. La esmerada cocina del complejo hostelero contribuyó seguidamente a hacer las delicias de los amigos congregados en torno a la cita gastronómica.

 

 

EL PREGÓN

 

Llega el “Desarme”. Y cuando se habla de la fiesta gastronómica, todos los periódicos recurren a las mismas crónicas y las mismas teorías para explicar su origen. Porque hablar del “Desarme” es unir historia y gastronomía. Y ahora toca centrarse en la primera de estas ciencias para responder a la gran pregunta. La gran interrogante. ¿Cuál es el verdadero principio de la fiesta gastronómica ovetense? ¿Qué acontecimiento, qué suceso dio paso al envite y posterior almuerzo con los platos típicos de este menú? Hasta ahora, la explicación más popular, la que año tras año se publicita en periódicos locales, remonta la fiesta gastronómica hasta alguna de las guerras carlistas decimonónicas y de las milicias nacionales. Pero aquí llegan las dudas, pues hasta la fecha no se ha realizado un estudio serio y profundo sobre el verdadero origen de la fiesta gastronómica. Así pues, la tradición oral que habla de la guerra carlista se ha ido enriqueciendo con otras aportaciones, generalmente de periodistas que han consultado alguna de las fuentes bibliográficas de la vida local, léase a Canella, Cabal, Jove, Tolivar, Santana, Avello, Conde… Y surgen las supuestas teorías, la mayoría lanzadas sin más base histórica sólida que la posible coincidencia de fechas o de hechos. Se busca un enfrentamiento en el que pudiera haber un potencial desarme bélico y… ¡ya está! Teoría al canto. No importa que el suceso relatado apenas sea una mera anécdota, sin más relevancia en la historia local. Ahí va una teoría. De nada vale que el acontecimiento que pretende demostrar una segunda teoría suceda en pleno verano. Incluso para ajustarse al menú se recurre a hechos acaecidos lejos de Oviedo. Es más, se llega a hablar de “multitud de desarmes”. Buen número de teorías nos llega, además, de fuera. Posiblemente de curiosos que, tras sucumbir al hartazgo del menú, se interesaron por el origen de la fiesta, o del nombre, y recibieron como respuesta una explicación equivocada o, imprudente ellos, intentaron con posterioridad literaturizar las vagas referencias recibidas para dar la épica necesaria a la narración.

 

Cada cual pretende acertar con el origen. Pero sin una base histórica sólida y contundente. Lo que se consigue, finalmente, es liar la perdiz con disparates y teorías que habría que desterrar de una vez por todas, dando paso al estudio de la verdadera historia sobre el origen que ha dado lugar a la fiesta gastronómica y verificar su posterior evolución hasta alcanzar el cénit que actualmente ha logrado, popularizándose no ya en Oviedo (35.000 raciones se despachan en los locales hosteleros cada año, dicen las encuestas oficiales, amén de las miles que se preparan en los hogares) y en toda Asturias, donde desde hace décadas también se celebra y degusta menú, sino también en el resto de España, sobre todo el norte peninsular y en la capital del Reino, Madrid, amante de los garbanzos y de los callos. ¿Por qué ese empeño de no querer descubrir la verdad? ¿Acaso es mejor la mentira, el mero quizás, para que la fiesta no pierda un pretendido halo de fantasía heroica-legendaria con el que se ha querido envolver deliberadamente? ¿En verdad un bochornoso desarme producto del hartazgo y la borrachera tiene algo de heroico? ¿Es que prevalece más el fantasioso origen que la cita gastronómica? Hora es de que estudiemos en serio el origen de una cita gastronómica que ha dejado el carácter local atrás para extenderse por toda la geografía nacional y que, en tiempos de globalización cultural, no sería de extrañar que alcanzara pronto fama internacional, pues no en vano está compuesta de dos platos que caracterizan la tradición cristiana y la ganadería española, endulzados con la exquisita repostería regional asturiana. LAS TEORÍAS MÁS UTILIZADAS Desde mitad de siglo pasado, una vez superados los años de racionamiento sufridos después de la contienda civil de 1936-39, se recuperó en Oviedo la celebración del 19 de octubre (en adelante, 19-O), que antes de la guerra era jornada festiva, al menos desde un punto de vista administrativo. Pero su regreso llegó a medias. Me explico.

 

Sólo trascendió la parte lúdica, la comilona, la degustación del plato típico del otoño y el inicio de la temporada de callos. Porque la parte formal, la función cívico-religiosa que desde 1841 y hasta 1936 se celebró siempre (salvo contadas excepciones) en la iglesia de San Isidoro y plaza del Ayuntamiento en honor de los milicianos fallecidos en la defensa de la ciudad frente al intento de asalto de los carlistas, cayó en el olvido, quizás eclipsada por los fastos actos que entonces se organizaban para enarbolar una “Gesta de Oviedo” bien diferente (la decimonónica defendía el orden establecido frente al intento de alzamiento; la del siglo XX apoyaba a los golpistas frente al poder constitucional). He aquí el primer quid de la cuestión. Celebrando el 19-O la jornada bélica de 1836, ¿por qué ese empeño en intentar encontrar otro hecho referencial? A mi juicio, porque la confusión existente en los años cincuenta del XX entre las fechas de los dos siglos y sus respectivos hechos bélicos hizo olvidar al primero de ellos (cuya importancia fue tal que la disposición de los puntos estratégicos se convirtió en todo un tratado militar, utilizado con éxito posteriormente en la defensa de Oviedo en 1934 y 1936, con las correcciones que el crecimiento espacial precisaba) y se buscaron alternativas para intentar explicar el popular término que se usaba para designar al plato de garbanzos. Así pues, surgen las distintas teorías, siendo tres las más utilizadas todos los años para remitirse al origen de la fiesta: 1) La primera de ellas lleva el origen fuera de Oviedo, a Llanera. Según esta teoría en julio de 1856 se habrían reunido en un lugar de Llanera las milicias nacionales que guardaban el orden en las localidades más importantes de la región con el fin de atacar Oviedo. Los vecinos les habrían dado la gran comilona y, embriagados y hartos, descansaron la siesta, momento en que las tropas militares aprovecharon para desarmarlos. Se cita esta teoría por vez primera en el periódico “ABC” de 1954 y la repetirán luego “La Nueva España” y “Región” dos años después; en 1962 en “La Vanguardia”). En efecto, el 6 de julio de 1856 hubo una revista de inspección las “milicias nacionales” de Oviedo y Proaza, Avilés, Gijón, Pola de Siero, Noreña, Tudela y Mieres. Pero aquel día no hubo desarme de ningún tipo, como bien recuerda el cronista oficial de Oviedo Fermín Canella, que en 1915 dice que de aquel hecho conserva “una interesante y pretenciosa lámina litografiada en Oviedo (Brid, Regadera y Cía) y publicada en días próximos a la disolución de la Milicia Nacional”. Repito, no hubo pues desarme alguno el 6 de julio, pues las milicias actuarán todavía unos días más antes de ser disueltas, oficialmente, el 22 de julio de 1856. Hay que recordar, muy brevemente, que en 1854 Oviedo se sumó a las oleadas de protestas ciudadanas ocurridas en numerosas ciudades españolas y que originarían el llamado “bienio progresista” o “revolución de 1854”. Aunque las protestas surgen por motivos políticos, en Asturias el descontento popular es bien diferente: a la hambruna que padecía la población (la pérdida de las cosechas y el incremento de los impuestos a los campesinos arruinan el campo), que lleva al marqués de Camposagrado a publicar el 22 de julio su famoso “Manifiesto del hambre” en el que asegura que de 500.000 habitantes que cuenta Asturias, “más de 300.000 carecen del puramente necesario sustento”, se suma el azote de una terrible epidemia de cólera, con 850 muertos en el período 1854-56 en Oviedo y 2.094 en Asturias en el mismo tiempo. Tal es la situación que en Oviedo se registra el 17 y 18 de julio de 1854 un alzamiento urbano contra las autoridades vigentes en Ayuntamiento y Diputación, organizando una Junta
Revolucionaria Provisional, presidida por el propio marqués de Camposagrado. Entre las medidas tomadas, se arma el 17 una milicia popular con las armas que había en el depósito de la FAO (la milicia nacional había sido disuelta en 1844 por Ramón María Narváez)

 

Éstas serán las milicias reunidas el 6 de julio de 1856 en Llanera para pasar revista y que Canella nos dice que fueron disueltas unos días más tarde. En efecto, el 14 de julio de 1856 el general O’Donell ejecuta un nuevo levantamiento militar y declara el Estado de Guerra. En Oviedo el alcalde José Landeta dimite y aunque “no consta oficialmente su salida de la ciudad, confidencialmente era conocida al vérsele huir en uno de los coches de la carrera a Gijón”, según se relata en el Libro de Actas de aquel año. Los progresistas, que ocupaban el poder regional y local, se muestran reacios a reconocer a los nuevos gobernantes, que han dejado fuera del gobierno al cabeza visible del liberalismo y “padre espiritual” de las milicias, el general Baldomero Espartero. Aunque se lee un manifiesto conjunto de las autoridades civiles, judiciales y militares apoyando a las Cortes frente al poder de O’Donell y se crea una nueva Junta Revolucionaria Provisional, finalmente el general Francisco Antonio Elorza, por entonces director de las fábricas de Armas de Oviedo y Trubia, se hace con el poder el día 22 de julio, ordena disolver las milicias y Asturias se suma al alzamiento militar, siendo de inmediato cesados los políticos y magistrados que habían apoyado la Junta Revolucionaria y procesados los militares que no acataron las órdenes de Madrid. Por lo tanto, queda demostrado que el 6 de julio de 1856 no hubo desarme de milicia alguna. Pero, ¿hubo comilona aquel domingo? Esta pregunta se puede responder con otra pregunta: ¿Estaba Llanera, con la hambruna y el cólera, en disposición de ofrecer garbanzos con bacalao y callos a los cientos de milicianos? Además, cuando se habla de 1856 hay que pensar con la mentalidad de mediados del siglo XIX y no con la de principios del XXI. Me refiero al hecho en sí de la posibilidad de ofrecer callos en pleno mes de julio. Por entonces, la casquería era la parte de la matanza que debía consumirse con mayor celeridad debido a su caducidad, pues no había métodos fiables de conservación. Así pues, la temporada de callos, que comenzaba en el otoño (en Oviedo, con la feria de ganado mular y caballar de San Lázaro por San Lucas, el 18 de octubre), terminaba con la cuaresma, de manera que en julio era imposible encontrarlos, y mucho menos en cantidades como para invitar a decenas o cientos de milicianos. 2) La segunda teoría que más se suele utilizar es la que ubica el desarme en 1833. En este caso sí hubo desarme, pues así está descrito por varios cronistas, historiadores y escritores, la mayoría además testigos del mismo (Nicanor Arias Valdés y Martínez Coello, Rogelio Jove y Bravo, Fermín Canella Secades, y más recientemente “Juan Santana”). Dice una de las versiones de la teoría que estaban varias brigadas carlistas oyendo misa en el convento de San Francisco (se levantaba en el solar donde se construyó la sede de la Diputación, hoy Junta General del Principado) cuando les robaron las armas que habían depositado en pabellón fuera de la iglesia; otras versiones, los sitúan cerca de la antigua Cárcel-Fortaleza (sita entonces en la actual plaza Porlier, actual sede de Movistar), tomando un rancho de garbanzos con bacalao antes de asaltar la ciudad Oviedo para apoyar el levantamiento carlista, siendo igualmente desarmados aprovechando un descuido. Varias pegas a esta teoría, que tampoco dio lugar al Desarmen gastronómico de hoy:

 

A) No se trata de brigadas carlistas, sino de voluntarios realistas. Este cuerpo había sido creado por Fernando VII en 1823 para mantener el orden absolutista y reprimir con gran dureza a los liberales que tres años antes habían obligado al rey a firmar la Constitución de 1812. En 1833, tras el fallecimiento del monarca y entronización como Reina de España de su hija, Isabel II (tras ser derogada la clásica Ley Sálica que optaba por un descendiente varón para continuar un linaje regio), el hermano del difunto se autoproclamó Rey de España con el nombre de Carlos V, siendo secundado rápidamente por las brigadas realistas, excitados y recalcitrantes absolutistas que no veían con buenos ojos a una mujer al frente del reino. Para evitar posibles altercados, y como ya se hubiera ordenado el desarme de las brigadas realistas en Pola de Siero el 18 de octubre por haber apoyado un intento de levantamiento pro-carlista (incautándose de más de 400 fusiles), también se efectuará la disolución de los brigadistas realistas de Oviedo, mientras se creaba un Batallón de Vecino Honrados de 100 hombres con el objetivo de mantener el orden, se obligaba a los vecinos a iluminar sus casas por las noches, los serenos comenzaban las rondas una hora antes y las tabernas, casas de juegos y cafés adelantaba por decreto el horario de cierre. El desarme de buena parte de los brigadistas realistas de Oviedo se realizó el 1 de noviembre “de madrugada”, según comunica el Comandante Militar al Ayuntamiento (el 8 de noviembre todavía asegura que no se habían desarmados a “todos los realistas” de Oviedo, hecho que comunica haber logrado el día 12). ¿Cómo lo hizo el día de Todos los Santos? Pues como nos detallan los cronistas que atestiguan haberlo vivido: aprovechando que, antes de comenzar su guardia, oían misa en el convento de San Francisco, les quitaron las armas que guardaban en pabellón en la Cárcel-Fortaleza. Los realistas más exaltados serían detenidos y los demás desfilarían en silencio a sus casas.

 

 

Así pues, en 1833 hubo desarme. Pero de voluntarios realistas. Pro-carlistas, sí, pero no se trataba de un ejército, sino de unos milicianos absolutistas. Se hizo de madrugada y no estaban comiendo (en 1833 los milicianos debían ir a casa a alimentarse; solo se les daba pan y carne cuando estaban cumpliendo misión, que no es el caso). Además, hay que tener en cuenta que también aquel año sacudió el cólera morbo a la ciudad y la región, con gran número de afectados y un plan de emergencia sanitaria en el que a buen seguro no entraban las pitanzas. 3) Aunque debería ser la primera de las teorías, pues es la que en verdad se desarrolla el 19 de octubre, sin embargo suele citarse en último lugar y casi por la obligación de la data. Esta teoría es la que habla del rechazo que los milicianos y tropas militares efectuaron de la partida carlista capitaneada por el general Pablo Sanz Baena, quien ya el 4 de octubre intentó en vano asaltar Oviedo sin conseguirlo. Reunido el ejército y preparado un segundo ataque, se llevó a cabo el 19 de octubre de 1836. Hoy día dicen los periódicos, siguiendo un pregón de la fiesta del Desarme leído en 2001 en el Auditorio Príncipe Felipe por la entonces Jefe de Estudios de la Escuela de Hostelería Marina Motto, que el ataque tuvo lugar el día 18 de octubre y que la población ovetense, exultante por el éxito de la defensa de la ciudad, lo celebró al día siguiente, 19. No fue así.

 

La batalla se desarrolló el día 19 y se registraron decenas de víctimas en ambos bandos. Pero trascendió el homenaje a los milicianos que fallecieron colaborando con las tropas militares en la defensa de la ciudad, pues así consta en el Reglamento de la Milicia, el reconocimiento expreso a sus miembros caídos en el cumplimiento del deber. Fueron 5 los fallecidos aquel 19 de octubre: Antonio Canella, Capitán de Granaderos; Francisco Menéndez Quiñones, miliciano de caballería; Pedro Aguirre y Miguel Gana, granaderos; y David Díaz Moro, miliciano de Grado. A este último lo llevarán a enterrar a Grado, mientras los restos mortales de los 4 ovetenses serán trasladados, en 1841, al mausoleo construido por el Ayuntamiento en su memoria en la iglesia de San Isidoro, donde desde entonces se celebrará cada 19 de octubre una función cívico-religiosa con misa de réquiem y responso en su honor, disparando a su término unas salvas en la plaza las compañías del Regimiento Príncipe que rendían pleitesía a los héroes. Es decir, nunca hubo “fiesta” del 19-O para celebrar ninguna victoria. Lo que se conmemoró desde el principio fue sentido homenaje por los muertos de aquel día de 1836.

 

Que la memoria y el acto en honor de los milicianos perdurara en el tiempo se debe, en buena medida, a la familia de Antonio Canella, hijo del que fuera prestigioso jurista y alcalde liberal Alonso Canella (1811-1812) y hermano de Benito (Gobernador Civil en varias provincias), que a su vez fue padre de dos de las personas que más se distinguieron en el apoyo y mantenimiento de la tradición del 19-O, el insigne general Francisco de Borja, hombre de gran autoridad en el estamento militar, y el que fuera Cronista Oficial de Oviedo y rector de la Universidad, Fermín, entonces una personalidad con enorme popularidad, notoriedad e influencia

Dejar un comentario

captcha