Un triente de Recaredo, un novén de Alfonso IX y un sello de azabache del tesoro de Gauzón

Un triente de Recaredo, un novén de Alfonso IX y un sello de azabache del tesoro de Gauzón


Asturias.-La consejera de Educación, Cultura y Deporte, Ana González Rodríguez, ha presentado junto al director general de Patrimonio Cultural, Adolfo Rodríguez Asensio, los últimos hallazgos arqueológicos obtenidos en las excavaciones del castillo de Gauzón. Se trata de un triente de Recaredo acuñado en Zaragoza entre los años 586 y 601, un novén de Alfonso IX y un sello de lacre de azabache.

El triente de Recaredo es una moneda de oro cuyo peso aproximado alcanza los 1,5 gramos y que pertenece al tipo numismático III de las acuñaciones de Leovigildo. Presenta el rostro del rey en el anverso y en el reverso, frontal, diademado y con manto anudado con fíbula circular. En el anverso aparece la leyenda Recaredus Rex, mientras que en el reverso consta el lugar de acuñación. El novén de Alfonso IX, por su parte, es una moneda de plata que presenta un castillo en su anverso y un león en su reverso.

La Consejera destacó el valor de los hallazgos, que servirían para ?arrojar luz sobre un periodo muy desconocido de la Historia de Asturias?, como es el que transcurre desde los tiempos de la romanización hasta el nacimiento de la Monarquía Asturiana, y destacó la importancia de mantener ?una política sostenida y coherente? en el campo de las excavaciones arqueológicas. Adolfo Rodríguez Asensio, director general de Patrimonio Cultural, sostiene que el hallazgo supone ?un momento muy importante para la arqueología asturiana?.

El castillo de Gauzón, situado en Raíces (Castrillón), es la fortaleza más emblemática de los reyes de Asturias, circunstancia que destacaban las crónicas medievales, y se ha convertido durante los últimos años en un referente de los estudios sobre la Alta Edad Media en el norte peninsular, así como de los trabajos que tienen como objetivo el análisis de los orígenes del Reino de Asturias. Al mismo tiempo, se trata de un lugar con un alto valor simbólico por ser allí donde, según detallan las crónicas de Alfonso III, se recubrió de oro y piedras preciosas la cruz que el rey Pelayo portara en la batalla de Covadonga, dando lugar así a la hoy conocida como Cruz de la Victoria.

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