Premio Álvarez Margaride al empresario Juan Cueto Sierra

Premio Álvarez Margaride al empresario Juan Cueto Sierra

Asturias.-El presidente del Principado, Javier Fernández, presidió este viernes la entrega del premio Álvarez Margarideal empresario asturiano, radicado en Chile, Juan Cueto Sierra, entre cuyas empresas cuenta la línea aérea Latam, chileno brasileña, por su trayectoria empresarial.

 

Intervención del presidente:

 

Hace un año acudí a este mismo foro. En su grata compañía participé en la entrega del premio Álvarez  Margaride a Plácido Arango. Lo de grata compañía, advierto, no es un mero sintagma de cortesía; es una descripción adecuada, porque me siento muy a gusto entre ustedes. Por lo tanto, es de justicia que les agradezca su invitación, que felicite al Banco Herrero y a la asociación Asturias Patria Querida por su iniciativa y que me sume al merecido coro de enhorabuenas al galardonado, don Juan Cueto Sierra. Gracias a todos ustedes.

 

Hace ya bastantes décadas, alguien sostuvo que “una mentira mil veces repetida se transforma en verdad”. No se asusten, ni he perdido el norte. Busco otra reflexión. Creo, realmente, que las palabras poseen una cierta capacidad para moldear la realidad. No, desde luego, para semejante perversión como la que pretendía el propagandista y asesino nazi autor de la frase –que la mentira sea asumida como verdad-, pero sí para transformar nuestra percepción de las cosas o, al contrario, para petrificarla hasta fosilizarla. Me explico. Pocas semanas atrás, durante la preparación de una conferencia, repasé un discurso pronunciado por el presidente Pedro de Silva en 1988. Hablaba del estímulo a la iniciativa privada. Seguramente, recordarán que el año pasado, aquí mismo, ante ustedes, utilicé una de las citas más recurridas de Adam Smith para apelar a su propio interés y espolear su vocación empresarial.

 

Esto, me dije, merece detenerse un poco. Deberíamos pensar cuál es la causa, singular o plural, por la cual todos los presidentes del Principado sin excepción, desde 1983, fecha de las primeras elecciones autonómicas, hasta ahora, hayamos aprovechado muchas oportunidades para defender la iniciativa empresarial. A veces se ha hablado de la falta de vocaciones como si los emprendedores formaran parte de una orden monástica y las celdas reservadas para los novicios  estuvieran quedándose vacías, con telarañas en los ángulos. A lo largo de estos años, la explicación más realista y sencilla sobre esta ausencia empresarial, y  sin duda con un fondo de certeza, es que la hegemonía del sector público adormeció la iniciativa y aún sufrimos los efectos del cloroformo. Otra justificación paralela, que ha perdido cierto fuelle, insistió durante muchísimo tiempo en la carencia de buenas comunicaciones. Así agigantamos la importancia de las infraestructuras, como si su construcción resultara milagrera. A menudo, y perdonen la broma –bueno, no tan broma- sin reparar en que las comunicaciones sirven para venir, pero también para marchar, que para eso tienen dos carriles. No niego la importancia de una buena red de comunicaciones, no las minusvaloro; digo que no se les otorgue virtudes propias del pensamiento mágico. Pero no me desvío por este ramal. La conflictividad laboral, la implantación de los sindicatos, el mantra del escaso peso e influencia de la comunidad autónoma, la falta de oxigenación de la llamada clase política y sindical y hasta la cuantía de las jubilaciones, supuestamente perniciosas, han sido arrimadas a la misma pared para apuntalar la justificación de esa carencia de ánimo emprendedor.

 

No soy empresario, ya lo saben. Pero permítanme decirles que ya va siendo hora de cambiar de discurso, no vaya a ser que de tanto repetirlo se fosilice y convierta en una letal certidumbre. Ahora, nublados bajo la panza oscura de la recesión, entiendo que no es el mejor momento para dedicarse a invertir: ya ven ustedes el anuncio del ministerio de Economía sobre el grifo del crédito, que más que una campaña parece una rogativa al santo patrón. Lo que quiero plantearles es otra cosa. Yo no puedo venir aquí a reñir y a reclamarles que inviertan en Asturias como el maestro que exige a sus tareas el cuaderno de deberes, porque eso cae fuera de mis competencias. Puede que mañana ganase algún titular efímero en los informativos, pero no tendría sentido. Ustedes saben mejor que yo que el dinamismo empresarial no depende de la llamada del espíritu, como las vocaciones monacales, sino de las oportunidades de beneficio. Lo que sí les ruego –a ustedes y también me lo pido a mí mismo- es que no nos embosquemos con excusas. No existe un rasgo diferencial autóctono en Asturias que impida la iniciativa privada, no es un mal genético, no hay un gobierno que desconfíe de los empresarios, no somos un territorio remoto y aislado, periférico en la periferia. El peor favor que le podemos hacer todos –e incluyo a la oposición política también- a la iniciativa empresarial es regodearnos en el caduco y autocomplaciente discurso de nuestra decadencia, sumidero común de la incapacidad de propuesta y acción, porque el estímulo del pesimismo sí que es un antídoto  eficaz contra el riesgo y la aventura empresarial. Ni brotes verdes, ni primavera en lontananza, ni ejercicios de fútil ilusionismo ante la situación, pero tampoco un gramo más de negrura que la necesaria, por favor.

 

A finales de 2012, mi gobierno consiguió el respaldo del parlamento para aprobar un presupuesto de 3.808 millones. Poco después, asumimos un acuerdo con los sindicatos y la patronal con vigencia hasta 2015. Logramos cerrar el último ejercicio con un déficit del 1,06 del PIB, por debajo del listón del 1,5 fijado para las comunidades autónomas. Hemos presentado y tramitado una ley para reducir el sector público, y en breve avanzaremos en este camino con nuevas iniciativas legislativas. Hemos puesto en marcha medidas paliativas para frenar el desempleo, orientados especialmente a jóvenes y parados de larga duración. Antes de 2014 habremos movilizado 53,8 millones para fomentar la formación y minorar el desempleo. Al tiempo, peleamos contra decisiones que consideramos injustas relacionadas con nuestras industrias tradicionales y reclamamos más diligencia al Gobierno central ante al perezoso avance de las grandes obras públicas, cada vez más preocupados por los anuncios de calendarios imposibles que se contradicen entre sí. Hoy, lamentablemente, debo reconocer que no hemos conseguido aún que el ministerio de Fomento aclare cuándo y cómo podrán circular pasajeros y mercancías por la variante de Pajares. Seguiremos pidiendo al ministerio que acelere las obras, cumpla sus propias estimaciones y, sobremanera, que tenga el valor de decir la verdad de frente a los asturianos.

 

 También hemos recuperado nuestra presencia en la Unión Europea, porque muchas de las decisiones que afectan al futuro de Asturias y a los modos de encarar esta crisis exigen respuestas comunitarias. Y al hablar de Unión Europea me refiero al gran edificio supranacional iniciado después de la segunda gran guerra; me niego a que la unión quede reducida a una suerte de anschluss de rigorista disciplina económica que castiga a los países del sur. Por fortuna, de la propia unión salen también iniciativas francamente positivas, como el plan de reindustrialización diseñado por el vicepresidente y comisario de Industria, Antonio Tajani. O el Plan Europeo del Acero, una iniciativa que nos afecta en gran medida porque en él se incluyen las bases para fortalecer la siderurgia avanzada y competitiva, como la que tenemos en nuestra comunidad. Un plan en el cual queremos, lógicamente, participar, y así lo haremos constar al Gobierno de España. También en relación con Europa, el Ejecutivo asturiano ha elaborado la Estrategia de Especialización Inteligente, centrada en la innovación y la tecnología, que permitirá acceder a importantes recursos comunitarios en beneficio de nuestras empresas y centros tecnológicos. Esta apuesta de la Unión Europea viene bien a Asturias, porque nuestras fortalezas residen en una industria avanzada y competitiva.

 

Sé que a ustedes, como a muchos ciudadanos, esta enumeración puede sonarles a letanía, pero yo sostengo, y lo reiteraré hasta el cansancio, que en 2014 y los ejercicios sucesivos debemos perseverar en el camino de estabilidad parlamentaria y rigor presupuestario que iniciamos el año pasado, porque esos son los requisitos básicos  para que ustedes puedan desarrollar su potencial empresarial.  Sin unos mínimos de estabilidad política y presupuestaria, la renovación económica de Asturias será más lenta y más difícil. Por favor, no malbaratemos lo que hemos conseguido. Les pido que sean conscientes de la importancia de la estabilidad presupuestaria y que, en la medida que les corresponde, defiendan esa relevancia.

 

Sin duda, muchos de ustedes no están de acuerdo con mi acción de gobierno. No les pido que la compartan. Aquí no vengo a hacer apostolado. Si les he enumerado todo lo anterior es para que volvamos a aclarar cuáles son las reglas del juego, que no son distintas a las de cualquier democracia occidental. El gobierno no crea empresas, ni les dice en qué, cómo, cuándo, cuánto y dónde invertir. Esas decisiones son suyas. Este Ejecutivo no pretende ser un déspota benevolente, como hubiera planteado James Buchanan (teoría de la elección pública o public choice). Este Ejecutivo trabajará para que ustedes ejerzan su actividad en las mejores condiciones,  allanará obstáculos, suprimirá trabas. Lo que les pido a cambio es que, en justa correspondencia, ustedes no se atrincheren en el pretexto de la insuficiente ayuda pública para justificar sus elecciones particulares, que las hacen, y con toda legitimidad, en función de su interés. Hombre, a una asociación que se nombra Asturias, Patria Querida no está de más hacerle una apelación sentimental para que animen a todos quienes puedan a invertir en Asturias, para que expliquen que este es un excelente lugar para vivir y tiene que ser, también, un espléndido lugar para la actividad empresarial.

 

Todo esto lo digo delante de don Juan Cueto Sierra, que de esto sabe, por haberlo vivido, muchísimo más. Ya han glosado su trayectoria vital y empresarial. A mí, como me sucedió el año pasado con don Plácido Arango, poco me queda más que darle la enhorabuena y ponerle, de nuevo, como espejo para muchos jóvenes, y no tan jóvenes, asturianos; el mismo ejemplo que sigue siendo José Luis Álvarez Margaride, a quien homenajeamos con estos premios.

La emigración, y ya termino, es uno de los vectores principales, junto con la industria minera, que conforma la identidad contemporánea de Asturias. Una identidad de la que podemos sentirnos orgullosos, porque en sus genes lleva el talento emprendedor que Juan Cueto Sierra ha desarrollado en Chile sin olvidar su amor por Colunga y Asturias entera. Mirémonos en él y aprendamos que, con inteligencia y tesón, no habrá Andes que nos impidan alzarnos y sobrevolar las cumbres.

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