Desde que amaneció, Valdesoto latía distinto. En la Casona de Leceñes, el corazón de la fiesta, les pites cacareaban junto a bueyes y burros engalanados, las vecinas se afanaban en la esfoyaza del maíz y otras picaban calabaza y cebolla “pa lo embutíu”. El aire olía a campo y a día grande. “Poneivos guapos, que os tán sacando fotos”, bromeaba ...
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