Gracias, profesor Álvarez-Uría, por tus palabras de presentación, que demuestran benevolencia, sensibilidad y, sobre todo, la constatación de una feliz coincidencia en el interés por los asuntos de nuestra tierra, de nuestra querida Asturias. A través de amigos comunes, siempre me llegaban las noticias del gran papel científico y humano que desarrollas en la Universidad de Oviedo y en la presidencia de la Real Academia Asturiana de Medicina, y para mí es un honor muy alto que hayas aceptado participar en este acto para presentar mi libro. Pertenecemos a una misma generación, hemos estudiado dentro y fuera de Asturias, nunca hemos perdido de vista nuestra tierra, y hemos cumplido ambos esos cánones convencionales en la existencia de los seres humanos: escribir un libro, tener un hijo, y plantar un árbol, a cuyo bosque te invito a que añadamos otro al que le deseo un gran futuro, y que es el de mi cordial admiración hacia tu trayectoria y el de nuestra afectuosa amistad.
A todos Vds. y a todos vosotros, queridos amigos y amigas que habéis acudido a la botadura de este barco de papel que es un libro, os doy las gracias por vuestra presencia, por vuestro cariño, y también porque habéis desafiado ese falso signo de los tiempos en que la lectura es considerada una pérdida de tiempo. ¡Si algunos lo aplican a Homero o a Cervantes, qué voy a esperar yo de mis atropelladas líneas! No hay que ir muy lejos para encontrar un testimonio de don Manuel Azaña en el que dice que si en España quieres guardar un secreto, lo mejor es que lo escribas en un libro. También hay un dibujo del genial Antonio Mingote en el que un niño, en la mañana de Reyes, abre un paquete, lo hace con curiosidad y nerviosismo, y cuando desvela el contenido se queja en voz alta: “Me han engañado: me dijeron que me iban a hacer un regalo, y resulta que es un libro”.
Para mí fue una obsesión hacer compatible mi actividad política con la reflexión escrita o con la recopilación de textos diversos en volúmenes en que se fijan las palabras evanescentes o los episodios fugaces a los que, tanto la limitada urgencia de los hechos superpuestos como la caducidad de lo actual y de lo palpitante, terminan por conducir al desolladero de la desmemoria. Desde muy joven me quise alinear entre quienes, con la medicina de la escritura, combaten la amnesia, para asegurar que siempre quede algo auténtico de nosotros mismos, y que ojalá sea útil a los demás, cuando recogemos en un libro lo que pensamos, algo que delata lo que sentimos.
Cuando te encuentras con tu libro recién salido de la imprenta, con el tacto fascinante del papel, con el confuso olor a pan que tiene la tinta para los lectores, percibes que todas las palabras del mundo, como todos los sonidos y hasta todos los pensamientos y sentimientos, conforman la mágica biblioteca de la experiencia y de la memoria compartidas. No en vano, en algunas tribus africanas, que viven el juvenil entusiasmo del descubrimiento de los libros, se dice que cuando se muere un anciano y se lleva al otro mundo toda su sabiduría es como si se incendiase una biblioteca. El periodista gijonés Paco Ignacio Taibo, fallecido hace muy poco en México, tituló su libro de memorias con un verso prodigioso: “Para parar las aguas del olvido”.
Entro, amigos y amigas, en el sentido que tiene para mí el libro en torno al cual hoy nos reunimos, este “Gobernanza a tres turnos” que, en estos tiempos de prisas puede parecer un “tocho” de más de quinientas páginas pero que, en todo caso, puede ser un tocho escrito, elaborado, trazado, caligrafiado a la luz de la memoria de los acontecimientos recientes y al calor de la pasión por una Asturias mejor que, paso a paso, entre todos estamos logrando en las más adversas circunstancias que han conocido varias generaciones.
Concebí el libro como una guía de lo ocurrido en Asturias en los últimos dos años y medio, que comprenden desde unos inicios en que mi condición era de testigo o de espectador hasta los tiempos actuales en que tengo el honor de presidir el Gobierno del Principado de Asturias. Es una guía de escenas, flashes, luces, reflexiones, indagaciones, documentos, y que tiene algo de compendio azaroso de urgencias, y de relato placentero de momentos entrañables y felices.
No se trata de unas memorias ni mucho menos de un libro de tesis. Para las primeras, para las memorias, espero que aún me queden muchos años para complacerme en esa demora de vivir y guardar lo vivido; y para lo segundo, para las tesis, la espontaneidad de la condición natural de los asturianos nos suele conducir a dejar para mañana las demandas de transparencia o las sentencias de justicia que puedas ejercitar hoy mismo. Ya en el prólogo me muestro en desacuerdo con el tópico de que “el tiempo lo borra todo”, porque no es verdad. Si acaso, el tiempo permite una reflexión más serena sobre los hechos, matiza los sobresaltos de las urgencias, desenmascara falsedades que se colaron en nuestras percepciones, da opción a comprobar la relación de hechos simultáneos que conviven o se superponen como en un cesto de cerezas y, en fin, nos permite separar la paja del trigo, que es lo mismo que distinguir entre lo urgente y lo importante.
Este libro está compuesto, fundamentalmente, por intervenciones públicas, adornadas con algún documento y complementadas con alguna noticia; es decir, por textos que fueron leídos después de haber sido escritos, o de palabras espontáneas y más tarde fijadas por la escritura. Por estas páginas se puede transitar como un paisano inquieto, como un viajero despistado, como un espectador curioso, como un profesor erudito, como un sociólogo o politólogo profesional, como un buscador de ideas superpuestas o enfrentadas, como un psicólogo ansioso de indagar en los pliegues de unas creencias o, en fin, con los ojos y con los oídos de quienes buscan materiales y referencias para fabricar su propia y legítima idea de la realidad.
Coincide la presentación de este libro con un momento muy interesante de la realidad política asturiana, a la que dedico todo mi esfuerzo. Y en el contexto de esa situación, que algunos han complicado anteayer de un modo poco presentable, se puede decir que, en esta colección de palabras y de instantes, todos los escenarios, desde los más gratos hasta los más ásperos, incluidos los más disparatados, están contemplados. No soy fatalista ni creo a pies juntillas en el eterno retorno incluso de los hechos menores. “Nadie se baña dos veces en el mismo río”, decía Heráclito, a lo que el gran poeta ovetense Ángel González apostilló: “excepto los muy pobres”. Muy pocas cosas suceden en la vida por casualidad, y nada es fruto de la brujería o de un destino maldito. En estas páginas cualquier lector puede encontrar alguna clave que explica los acontecimientos ocurridos en Asturias en los dos últimos años, desvela los comportamientos de los protagonistas y ofrece caminos al investigador para el análisis. Como autor, he renunciado a elaborar una tesis o a dar mi versión subjetiva de cuanto ha ido sucediendo. Por eso, comprobarán en mis palabras, igual que subrayo en la Introducción, que me refiero al libro como una guía. Cualquier lector puede acudir a consultar sólo el capítulo que le interese, sin necesidad de leer los anteriores o los posteriores, y contrastar su propia información o construir su propia versión.
Como cualquier guía, recoge todo el paisaje del entorno, sin omisiones ni manipulaciones, pero el visitante, es decir, el lector sólo tiene que recorrer, es decir, leer lo que le interesa. Y tiene la virtud de vacunar a los lectores contra los manipuladores, especialistas en tergiversar lo que les conviene e ignorar lo que les disgusta, por aquello de que la opinión pública no tiene memoria. La opinión pública, no, pero las bibliotecas, las hemerotecas, las fonotecas y las videotecas, sí, aunque contra ellas ya intentó en su día Fernando VII los procesos de purificación que hoy siguen encontrando muchos imitadores, capaces de ir por Oviedo secuestrando en las cafeterías las páginas de los periódicos que los retratan.
El título habla de gobernanza porque es el concepto más novedoso que la democracia europea ha puesto en valor para servir de instrumento eficaz contra la crisis generalizada que vivimos. Hoy ya no basta justificar una política en las mayorías ciudadanas o parlamentarias que sostienen a los gobiernos. No basta con la clásica legitimidad de origen de los gobiernos democráticos, resumida en la prueba aritmética de la gobernabilidad. La democracia europea moderna nos impone la legitimidad de ejercicio, es decir, la gobernanza para asegurar los tratamientos pautados a los problemas reales de los ciudadanos.
Por eso hemos visto caer en Europa gobiernos con mayoría absoluta en Grecia y en Italia, mientras en Gran Bretaña o Portugal los ciudadanos optaron por anticipar el cambio. En Asturias ocurrió lo mismo el año pasado, con una singular diferencia: la alternativa para cambiar no salió del sistema tradicional, sino de una corriente de rebeldía que encauzó la indignación de los asturianos con la fracasada política existente. De esta vieja política quedan supervivientes como los protagonistas del último abrazo formalizado anteayer en la Junta General del Principado para prorrogar un presupuesto inservible, que es la fórmula más desesperada y perniciosa para frenar el cambio, una vez que no les quedó otro remedio que aceptar los resultados de las elecciones y asumir el cambio de gobierno. En todo sistema parlamentario, el presupuesto es la expresión numérica y más concreta de un programa de gobierno. Votar un presupuesto es votar una política concreta. Es lo que hicieron los que anteayer votaron juntos a favor del inamovible -porque no admite enmiendas- e inservible presupuesto del Gobierno anterior, al tiempo que demostraron que tienen fuerza parlamentaria para destruir pero que no cuentan con escaños para gobernar. Usando un símil muy gráfico, los representantes de la vieja política valen para usar la piqueta pero no para construir un nuevo edificio.
Si menciono los sucesos parlamentarios de anteayer es para adelantar a quien tenga la curiosidad de consultar algún capítulo de este libro que en él comprobará la naturaleza de las raíces espurias de esta singular alianza, la extensión de sus ramificaciones más allá de las organizaciones políticas y los motivos poco ejemplares de supervivencia personal y de intereses particulares que se esconden detrás de las bambalinas de los grupos aliados. En el libro descubrirá los motivos de los rechazos que luego se disfrazaron, por acción o por omisión, en decisiones de una organización cuyos órganos tenían por costumbre no reunirse nunca en su sede. En sus páginas encontrará la explicación desapasionada de la motivación cívica que movilizó a tantos asturianos a rebelarse contra la política tramposa y contra la resignación. También le incitará a reflexionar sobre la potencia regeneradora del reformismo europeísta que inspiró los discursos de Melquiades Álvarez contra la degradación de los dos grandes partidos dinásticos de la época, y su vigencia en la Asturias de hoy. Quizás le obligue a meditar sobre la discriminación objetiva que padece Asturias, sobre nuestro estancamiento y nuestro aislamiento, sobre sus causas y sus remedios. Le dará pistas para identificar a los oligopolios depredadores del dinero público, beneficiarios particulares del empobrecimiento del resto de la sociedad, que siempre juegan a ganadores de unas elecciones a las que nunca se presentan. Podrá recordar cuándo y cómo desencadenó “La Nueva España” su mezquina campaña hostil contra la alternativa emergente, lo que permitirá fácilmente al lector deducir el porqué de tanta basura impresa, desprovista de compromiso alguno con la ética profesional más elemental. La coincidencia de esta presentación con la rabiosa actualidad asturiana de estos últimos días, desbordando si cabe la de los últimos siete meses, contribuirá, en fin, al interés de los relatos que el libro contiene.
Muchas gracias, de nuevo, Manuel Álvarez-Uría, amigos, amigas, esforzados representantes del mundo del libro, muchas gracias a todos por vuestra cordialidad y por vuestro afecto. Si hay un dicho coloquial que se refiere a una persona locuaz y un poco vanidosa, de la que se dice que “habla como un libro abierto”, mi mayor orgullo sería que, por medio de la lectura de estas páginas, se hubiese sugerido, provocado, satisfecho o consolidado alguna reflexión o alguna crítica. Ojalá que un libro, cualquier libro, al contrario de lo que se decía en el eslogan franquista, no ayude a triunfar, sino a dudar, a contemplar la realidad, a conocernos mejor. Y ojalá que eso de “habla como un libro abierto”, a lo que me acabo de referir, tuviese mucho que ver con un permanente ejercicio de diálogo sobre ideas, y el libro abierto fuese algo compartido entre personas que llevamos a Asturias en el alma, en el pensamiento y en la pluma.
*Presidente del Principado de Asturias