Ignoro qué podrá hacerse cuando todos se hayan, es probable que todos nos hayamos contaminado de esta miserable condición de quienes usan de la palabra para tratar de engañar al prójimo más o menos cercano.
De nada vale conocerlos por sus obras, cuando las palabras se convierten en disfraz y quien lo sabe acepta el trueque y todos tan contentos porque lo importante es que parezca.
No hace falta que sea y es más barata la mera apariencia, que, a veces, hasta da el pego.
El hecho, éste sin disfraz, es que la mimosa se resiste a pintarrajear, esbozar su proyecto, premonición, anuncio de la primavera y mañana mismo, si el buen padre Dios quiere, hará una semana del día quince y el retraso empieza a ser cosa de tener en cuenta.
Verano dudoso. Cuando el verano tarda o se retuerce, los turistas se retrasan, como las golondrinas, la mimosa o las cigüeñas, y es malo en un país empobrecido como está siendo el nuestro, que precisamente este año necesita más de esos euros con que los turistas entretienen sus vacaciones.
¿Habrán sido puntuales las cigüeñas?
Cuando yo era a ratos una miaja más importante y tenía que ir a las capitales de la autonomía y del reino, antes de que se hiciera el último tramo de la autovía y pasábamos por Benamariel, recuerdo que delante de la iglesia quedaba casi todo o todo el año la maya y a primeros de febrero, muchas veces a últimos de enero, en el nido de la espadaña, junto al campanario, llegaba, de las primeras, una cigüeña. Las cigüeña de Benamariel era otro de los síndromes de proximidad de la primavera y del adelanto o no del verano.
Pringan los asuntos de que podría hablarse. Desde lo lúdico hasta lo económico, pasando, como es lógico, por lo sociopolítico y esa manta de sospechas, investigaciones, dudas, acusaciones y exculpaciones, más que defensas, que se están convirtiendo en clima de nuestro hábitat, mucho de lo que hay huele a esa decadencia que sigue a la madurez y precede a la decadencia y la caducidad.
Me parece urgente restablecer, unos principios que sirvan de cimientos a una ética que no basta que se describa en los códigos de conducta. Creo que sería mucho más importante que estuviera a la vez implantada en nuestra cabeza y nuestro corazón, el de cada cual. Deberíamos entender que es mucho más importante no hacerlo que procurar que no nos descubran.