Ahí lo tienen. Un aeropuerto sin aviones, vuelos ni pasajeros, pero con halcones, cuyo mantenimiento cuesta a las arcas públicas 35.000.000 de euros al año. Significativo ejemplo del nuevo hábitat de nuestras aves rapaces más típicas, los políticos. Y la primera escultura de un conjunto de ellas que quedarán oxidadas en el páramo como símbolo y recuerdo del faraonismo que embargó a nuestros gobernantes locales en los tiempos de falsa bonanza propiciados por la especulación.
La polémica viene sembrada por si esta estatua está inspirada en Fabra, aquel del que Rajoy dijo que era "un político y persona ejemplar". Él dice que no, pero a mí me lo recuerda mucho, tal como la ven arriba sobre todo: entre rejas debería hallarse, como todos aquellos que hicieron expolio del dinero público a mayor loor y gloria de su ego. Pero además tiene bien grande la mano de meter al cazo, los brazos de dar y recibir favores, y, en cuanto a la caradura, dos a falta de una. Para aumentar la chirigota, sobre su cabeza el único avión que verán sus ojos, un juguete de plomo, el capricho de un despiadado dios menor.
Y recordemos que el aeropuerto no iba solo: estaba planeado acompañarlo de 40.000 viviendas, doce campos de golf y un parque temático. Vamos, ni el Valle de los Reyes. ¿Políticos o idiotas? De una forma u otra, les votamos. Y a mí, sus carcajadas, me hieren