Es la quincena del buenismo llevado a sus máximos extremos que, en pocos días, se disipará como povisa en el aire frío de enero.
Tanto la semana que hemos dejado atrás como la que ahora se acaba conforman una quincena distinta, especial. Es la quincena de las buenas intenciones, del “haiga salud”, del buenismo llevado a sus máximos extremos que, en pocos días, se disipará como povisa en el aire frío de enero.
Puede que toda la comarca se convierta esta semana en un paraíso de intenciones cargadas de alegres músicas de futuro; puede que entre sus valles y montañas soplen aires de mejores intenciones, de acuerdos, de actuaciones, de colaboración, de ayudas y solidaridad. Y puede también que los mismos aires que las han traído se las lleven de nuevo una vez que el año que se inicia haya asentado sus duras realidades en el diario quehacer de todos y cada uno de nosotros.
Los datos se desgranan incuestionables e incontestables en estos últimos días de baremos y liquidaciones anuales: Asturias, la región que menos crece económicamente; Asturias la primera en deuda pública acumulada en el último trimestre; Asturias la región que más puestos de trabajo pierde; Asturias la provincia que acumula el menor número de cotizantes por jubilado o prejubilado; Asturias la región con mayor número de jóvenes en paro o camino de la emigración; Asturias la autonomía con mayor descenso de población.
Y ya en Asturias estos mismos datos se repiten machacones y demoledores apuntando al suroccidente.
Sirvan pues las buenas intenciones navideñas de unos y otros, políticos incluidos, para aunar esfuerzos y trabajos, para plasmar intenciones, para, codo con codo, remar todos en la misma dirección, para trabajar convencidos de que tenemos capacidad para relanzar nuestra comarca con nuestros conocimientos y esfuerzos, convencidos de que las subvenciones tal y como están estructuradas son hambre para mañana o bolsas de dinero para la mano ligera de muchos espabilados a los que la administración arropa, o con las que los partidos pagan servicios a correligionarios dóciles y serviles. Sirvan también para convencernos de que con cursos, cursillos, seminarios, seminarillos, convecciones, mesas redondas o cuadradas, jornadas, intercambios, agrupaciones, videos, panfletos y cuadernillos de mil y una tonterías que nos cuestan un ojo de la cara, solo sirven para llenar bolsillos aduladores o agradecidos o conformar egos envanecidos de personajillos de aldea.
Lo que de verdad debe formar la sociedad son empresarios, no emprendedores que hacen lo que la palabra define: emprenden, cobran la subvención y se dejan caer, dicho sea con las excepciones de rigor, no. Necesitamos empresarios que abran caminos seguros y fructíferos de futuro, que arriesguen y que creen puestos de trabajo estables. Lo demás: humo
Paz, tolerancia y trabajo para todos