Hablando de Jovellanos

Hablamos, en el Instituto de Luarca, Jesús Peláez, mi presidente del Foro Jovellanos, y yo, al alimón, de Jovellanos. Escuchan los alumnos y toman abundantes notas.

Una vez más, doy mi versión de Jovellanos, un español castizo, deslumbrado por la modernidad, que cada cual creyó que era de los suyos y al no entender que era su proyecto de síntesis, ambos, tirios y troyanos, lo despreciaron, desterraron y persiguieron hasta que vino a morir a un puerto del lejano oeste de las Asturias de donde sale un increíble número de navegantes y marinos.

Llegan, a la vez, santa Lucía y la sensación de frío.

Se alborota la mar, precisamente hoy, cuando la tradición cuenta que será la noche más larga del año, las antípodas de la del señor san Juan. Por santa Lucía, dicen la tradición y el refrán, mengua la noche y crece el día, el paso de una gallina. Apenas nada, pero es una pizca más de luz para mañana.

En el cajero de un banco, cuando pasamos durante nuestra peregrinación nocturna la perrina, que ya es perra y yo, extiende sus precarias posesiones un vagabundo y se prepara ostensiblemente a cenar y pasar la noche. Me pregunto qué pasaría si alguien viniese a sacar dinero de su cajero habitual. Y se me ocurre que mejor que no se le ocurra a nadie, que el vagabundo duerma en paz y se vaya con el alba, que el sacacuartos deje su extracción para mañana. Al fin y al cabo, en seguida, va a ser Navidad.

Escribo un villancico y lo rompo, escribo otro y lo archivo en el disco duro. Volvemos a casa, gime el viento y como viene del norte, con algunas de las ráfagas, viene el resoplido enojado de las olas, que esta mañana ya, anunciando “mar de fondo”, espumeaban en Punta Muyeres, ese brazo izquierdo que ampara las playas de este lugar donde todo, pienso otra vez, debió empezar con una pesquería nómada amparada por el Focicón, brazo derecho que ampara las playas por el otro lado. En la flexura del Focicón está el barrio que considero más viejo, el Cambaral, que lleva el nombre del pirata que según la leyenda murió abrazado a su amada, mientras daban nombre al puente del Beso.

Ponen las nenas de casa el belén más elemental. Cuando más elemental, el belén da, por lo menos a mí, mayor emoción. Seguro que no se parece en nada a aquel Belén de Judá y mucho menos al Belén de aquel tiempo, pero éste y todos los belenes, cuanto más elementales, repito, para mí, más emocionantes, son actos, muchas veces sólo instintivos, de amor.

Alguien ha publicado un libro antológico de villancicos, lo compro, lo leo. Algunos están en idiomas, dialectos, modos de decir, diferentes del mío habitual. A pesar de todo, son hermosos. Un villancico, al fin y al cabo, no es más que el cascabeleo de una música y algunas palabras elementales. Y sin embargo, cualquier poema escrito en tiempo de Navidad, cuando el espíritu de la Navidad se engancha como una niebla en nuestra envergadura personal y se respira el aire de la Navidad, es un villancico.

Os deseo a todos una larga noche feliz por santa Lucía. Mañana, crecerá el día, aunque no sea más que el paso de una gallina.



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