Las gentes de mi generación recordamos, con cierta nostalgia, ídolos de la pantalla a los que queríamos emular porque, entre otras cosas, las niñas de nuestra época los idolatraban, entre aquellos estaba el indómito James Dean, fallecido en la flor de la vida, con veinticuatro años en un accidente de automóvil, su gran pasión.
Una de las películas que interpretó con gran éxito, fue la de “ Rebelde sin causa ”, que pese a pertenecer a los años cincuenta, era muy actual; un muchacho apasionado, traumatizado, amante de la velocidad, las fuertes emociones y el riesgo como una mayoría de jóvenes de hoy día; la diferencia, en el tiempo, es que James Dean, era un prototipo de la juventud americana, por aquella época, en España, todas las emociones de alto riesgo se centraban en la bicicleta de alquiler o en el burro, la obsesión del mundo por ser como los americanos, años después llevaron a la juventud ( incluida la soviética, que hasta llegar a la era del consumo se refugiaban en el alcohol ) a imitar la vida de los “ imperialistas Yankees “.rebeldes siempre y sin causa alguna, al menos aparentemente, el vacío y el poder económico les hacían despreciar todo cuanto tenían.
En la década de los cincuenta corría, por la piel de toro, una frase que se hizo muy popular; “ no quiero que mis hijos, pasen lo que pasé yo “ , era una frase pronunciada por unas generaciones que habían sufrido la miseria de los años veinte y la tragedia de la guerra civil; estas gentes se sacrificaron por un futuro mejor para sus descendientes, por ello emigraron y enviaban el producto de sus sudores y lágrimas al terruño natal buscando el progreso y la educación para sus hijos, a su vez estos, ya inmersos en la sociedad del bienestar, fueron proporcionando a sus descendientes todo tipo de complacencias para la felicidad de los retoños; todos pretendíamos que los reyes de la casa no notasen, como en los cuentos, el guisante bajo el colchón, naturalmente los colchones ya no eran los “jergones de fueyas” o los de “lana de oveja, bareados en el verano”.
Me decía el Dr., Jover, un manchego de estirpe quijotesca, que el desarrollo de un pueblo se notaba cuando aparecían, paralelamente, las tiendas de bebes y de mascotas, efectivamente, así era, al igual que mas tarde aparecieron, en el mismo paralelismo, las tiendas de deporte y las de informática; la crisis del desarrollo o la decadencia, se empieza a notar cuando se cansan del “capricho” de la mascota y parques, ríos y alcantarillas se ven inundados de serpientes, tortugas, visones o iguanas, por mencionar alguna que otra especie, que en su momento, hicieron las delicias de los “ principitos” de la casa, hasta que llegaron los vehículos de gama alta para lucir un tipo de metrosexual o top-model; cuando surgen los problemas por el desequilibrio de ingresos y gastos la juventud crece en su rebeldía, al igual que James Dean, pero ahora con causa; si se les había dado todo tipo de caprichos, porque ahora los dejamos en la estacada.
Estos son “rebeldes con causa” por ello, en las fiestas o fines de semana, podemos ver masas de jóvenes tirados por los parques, “ haciendo botellón” para evadirse del engaño al que generaciones pasadas los hemos sometido, al lado de estos jóvenes podemos encontrarnos a los barrenderos que van limpiando los cascos de botellas y los plásticos que en las “orgías” nocturnas se van tirando… luego están las urgencias atendiendo múltiples “comas etílicos”, con frecuencia en menores de edad, lo que no llego a entender es porque nos sorprende tanto que las familias acudan a las ONG. y a los servicios sociales pidiendo ayuda, incluso ya nos encontramos con padres, que librándose del sentido de culpabilidad o del que dirán, denuncian a sus hijos por maltratos.
Si, efectivamente, tienen causas de sobra para sus rebeldías; generaciones pasadas, que convirtieron a sus hijos en los “reyes de la casa”, ahora, están recibiendo como pago el egoísmo y la exigencia de un bienestar que se han ganado, frecuentemente, con el mínimo esfuerzo y ahora se rebelan, porque quieren, seguir mantenidos por la administración y los padres y con todo su derecho. Se entiende perfectamente su rebeldía.
¡No quiero que mis hijos, pasen lo que pasé yo!… lo que ignoramos es lo que les tocará pasar mañana.