Como saben mis doctos lectores “consumatum est” es una locución latina que en román paladino significa “se acabo todo”. Esto es lo que ha pasado con el centro cultural Niemeyer de Avilés. Y es que un proveedor de artículos de recuerdo, libros, etc. me llama para informarme de que le acaban a su vez de llamar de la dirección del centro para que se persone a retirar la mercancía “porque definitivamente cerramos el domingo a las ocho de la tarde”. Es curioso que por una u otra razón esto ocurra sin que un servidor haya tenido ocasión de visitarlo. Creo que el Niemeyer debe ser en el futuro objeto de estudio por alumnos aventajados de sociología o ciencias políticas de como una magnifica iniciativa cultural se viene abajo apenas nacida por la estrechez de miras de nuestros políticos. Bueno, por lo menos Francisco Alvarez-Cascos y su clariso consejero de Cultura Emilio Marcos Vallaure pasaran a la historia por habérselo cargado no sin ciertas razones, todo hay que decirlo.

La idea del Niemeyer era muy buena y en el poco tiempo que ha durado muy rentable para Avilés, pero el entonces presidente del Principado Vicente Alvarez Areces se equivocó apropiándose de ella como si de algo personal se tratase aunque incomprensiblemente dejó de ser jefe del Ejecutivo asturiano sin resolver el futuro del centro en cuanto al patronato, la propiedad y la financiación, aunque sí resolvió su vanidad logrando que la extraña fundación que dirige los destinos del Niemeyer le nombrase presidente de honor junto con el autor del proyecto, el centenario arquitecto brasileño quien al menos tuvo el detalle que no cobrar por el proyecto. Más incomprensible me resulta el sorpresivo nombramiento como presidente de la fundación de Manolo Díaz, muy despegado de la realidad asturiana y viviendo de las rentas de su magnífico pasado musical. Lo de la aparición del abogado José Luis Rebollo, con el cargo de secretario, es otro misterio. El caso es que la financiación y cuentas del Niemeyer no estaban claras y por ahí el nuevo presidente del Principado metió el diente con la esperanza de tocar las narices al PSOE y en concreto a su antecesor Alvarez Areces. Pero, claro, Alvarez-Cascos y su consejero de Cultura lo hicieron sin la sutileza de la que deben hacer gala los buenos políticos y así hemos llegado a la situación actual. Menos mal que al final el presidente del Principado se acordó de que tiene en su gobierno a un tío sensato, y además abogado del Estado, Luis de la Vallina, encargándole una conducción más serena del problema pero ya era tarde. El Niemeyer pasará a peor vida dentro de unos días.

Personalmente observé los primeros síntomas preocupantes sobre su futuro hace tiempo, cuando Cajastur y el grupo Masaveu se llamaron a andanas saliéndose del invento. Las improvisaciones y los amiguísmos es lo que traen en estos tiempos de crisis. La propia alcaldesa Pilar Varela no ha tenido tampoco la personalidad suficiente para imponerse en la batalla y eso que al final hasta el Partido Popular, con el intrigante Joaquín Aristegui al frente, se puso de su lado apoyando el Niemeyer cuando hasta ahora los conservadores habían estado atacando la obra por ser un chiringuito socialista. Claro que detrás del cambio de actitud, antes de las elecciones generales, estaba, tanto por parte del PSOE como del PP, lanzar un torpedo a la línea de flotación de Foro Asturias en el tercer concejo más poblado de Asturias, como así fue ya que FAC obtuvo muy pocos votos el 20 N en la villa del Adelantado de la Florida. Al final el clariso consejero de Cultura más bien debería de ocuparse de que se termine ese Escorial asturiano que es la ampliación del Museo de Bellas Artes del que es profesionalmente director -¿Donde estás añorado Toto Castañón?- y dejarse de jugar a la política lo que a los 70 años puede resultar peligroso y probablemente inoperante.