No se puede empezar a pregonar en las Fiestas de El Bollo sin recordar a su fundador D. Claudio Luanco y a los motivos que tuvo para fundar estas fiestas. Ya sabemos que en Avilés por aquellos años llegaba el ferrocarril a la Villa y todos los avilesinos estaban muy contentos pero se planteaba el gran problema: ¿dónde se iba a ubicar la estación? Todos la querían lo más cerca posible de su domicilio, por esos unos querían Cantos y otros La Industria. Y ese conflicto llevó a aquellos avilesinos a salir a la calle a pelearse a pedradas. Ganó Cantos, pero quién les iba a decir, en aquel momento, que ahora, años después, quizás vaya para la Industria, por mor del Centro Niemeyer.
¡El Niemeyer! ¡Qué pena tener tantos años y no poder, por tanto, llegar a conocer Avilés en todo su esplendor!
¡Quién le iba a decir a mi madre, Honorina Arias , nacida en las “ casinas de la Luz eléctrica ” frente a La Quinta de Pedregal, que un día lejano iba a estar yo aquí pregonando la fiesta en cuyas carrozas desfiló ella siendo una cría ,allá por 1920….
¡Quién me lo iba a decir a mí, que soy una auténtica avilesina de Pravia, en cuerpo y alma, cuyos primeros pasos en Avilés están unidos a la casa de mi abuela Honora en la calle Bances Candamo, con a penas un año de edad, allá por 1.933.
Por eso agradezco tanto a la alcaldesa, Pilar, y a su gobierno, que hayan pensado en mí para decir hoy estas palabras cuando Avilés tiene por delante grandes expectativas.
Las personas de mi edad, fuimos niños y niñas; adolescentes y jóvenes en un Avilés muy triste, gris y aislado; enormemente lejano en el tiempo del que hoy podemos disfrutar, gracias al trabajo de todos.
Mi generación ha sido la más desgraciada de los últimos tiempos. Vivimos una guerra. Yo, por ejemplo, hasta dos, porque en parte viví también en Francia la llegada de los alemanes. Mi generación vivió además cambios importantísimos: modelo de sociedad, sistemas educativos, político…y qué decir del cambio tecnológico.
Cuando yo tenía la edad que tiene mi nieta ahora (10 años) nosotros ni teléfono teníamos. Éramos los niños y niñas los que íbamos, o a llamar al fontanero, al electricista. Nos pasábamos la vida haciendo recados, como decíamos nosotros. Ahora veo a mi nieta y a sus amiguinos jugando con la consola, la Nintendo, el ordenador…. ¡cualquiera les manda a ellos a hacer recados!
Pero nos divertíamos de verdad en las fiestas. Montábamos en los caballitos, que estaban en Las Meanas; en las barracas. Yo no pasaba siempre aquí la Pascua porque algunas veces me iba en vacaciones a Pravia donde estaban mi madre y mis hermanos.
Pero tengo recuerdos de algunas fiestas de Pascua, de pasarlo muy bien. Por ejemplo cuando se celebró el 7º Centenario de la Marina de Castilla. Recuerdo que entró un barco-escuela muy grande aquí en la ría. Y había colas para visitarlo. Pero mi amiga Nany Cedrón y yo ligamos con dos guardiamarinas y no tuvimos que hacer cola para ver el barco. Lo pasamos de miedo. Nos hicimos fotos en el fotomatón de las barracas, subimos en todos los tiovivos. Era, creo yo, el año 1948. Yo tenía 16 años y mi amiga Nany Cedrón, 15. Hubo un gran desfile de los marinos y nos encantó verlo. Con ellos desfiló también la Banda de Música de Avilés, dirigida por Don Vicente Sánchez Benito, profesor de música del Carreño Miranda.
La verdad es que los jóvenes estábamos deseando divertirnos un poco. En mi casa no se celebraba ninguna fiesta, porque la situación no era muy proclive a fiestas. Pero en la calle, con los amigos procurábamos pasarlo bien. Teníamos un parque para jugar y pasear, el de El Muelle; lo llamábamos “El Parque” porque era el único que había. Entonces todas las cosas tenían denominación de origen: El Parque, el Instituto….no hacía falta ponerle nombre propio porque era lo que había.
Precisamente de estos paseos por El Parque recuerdo una anécdota que es representativa de las autoridades de entonces. La recordé estos días al oír a Carmen Maura en la radio hablar del rodaje de una película sobe Eva Perón. Pues bien, recuerdo que cuando esta señora visitaba España la veíamos constantemente en el Nodo. Y una tarde que paseábamos por El Parque, un chico que iba con nosotros nos preguntó si habíamos visto el día antes a “la Perona” en el Nodo. Lo oyó un policía local (la única policía que había entonces en Avilés) y le hizo repetir lo de “la Perona”. Le mandó acompañarlo. Nosotros le seguimos y subieron por La Cuesta de La Molinera y calle de La fruta hasta entrar en el Ayuntamiento por una puerta que había en la parte trasera del edificio, donde estaba “el cuartón”. Lo había en todos los ayuntamientos para encerrar a los detenidos en un primer momento. Nosotros quedamos fuera esperando a que saliera nuestro amigo y cuando salió le preguntamos muy intrigados qué le habían hecho. Nos dijo que el policía en cuestión le había hecho repetir hasta cien veces
“Excelentísima señora doña Eva Duarte de Perón”. Así era la autoridad en aquella época.
Guardo también un gran recuerdo del Instituto. El único que había también, el Carreño Miranda. Allí empecé el bachillerato recién llegada de Francia. Por cierto que tampoco en aquella época era lo mismo que ahora ser niña de la guerra. Algunas personas nos miraban con un cierto desdén. Y no se nos llamaba exiliados, qué va. Éramos despreciativamente los evacuados.
El Bachillerato mío era del Plan del 38. Teníamos ya en primer curso latín y francés. Pues bien, en la primera clase de Francés, la profesora (la Srta. Otilia) se dio cuenta enseguida de que yo “sabía” francés y una de mis compañeras la puso muy pronto “en antecedentes”, antes de que pudiese pensar que había tenido una institutriz. Le dijo que yo había ido a Francia en un barco, es decir que era una evacuada.
No obstante el Instituto, digo siempre que para mí fue una isla como la arcadia feliz. Allí con mis compañeras y compañeros ( Nany, Josefina, Ofelia, Isabel, Mª Luisa, Mª Luz Muñiz; Ovies Agra; José Luís Quirinal, Arregui; Llames, Felix Abril, Luis Busto) y los profesores lograba superar la tristeza que se vivía en mi casa. La alegría que los adolescentes y los niños pueden sentir en cualquier momento.
Otra de mis islas que no quiero olvidar en este pregón por la importancia que tuvo en nosotros, fue el Teatro Palacio Valdés, nuestro pequeño gran coliseo, tan dignamente recuperado en los años ochenta por los alcaldes Manuel Ponga y Santiago Rodríguez Vega, compañeros y grandes amigos personales, que con el paso del tiempo, serán sin duda mucho más valorados.
En el Teatro Palacio Valdés vivimos
momentos inolvidables. Como estudiante del
Carreño llegamos a estrenar una obra con
mucho éxito, Familia honorable no encuentra
piso , hasta el punto de recibir un telegrama del
autor que era de Valladolid, felicitándonos por
ella.
Al Teatro íbamos los domingos a la sesión infantil de las tres de la tarde. Y allí, más tarde, tuvimos la ocasión de oír conciertos increíbles organizados por la Sociedad Filarmónica. Por ejemplo conocimos al Maestro Toldrá, director catalán de gran renombre en aquel momento y gracias a su batuta y a una gran orquesta oí- por primera vez – la Segunda Sinfonía de Beethoven, que por cierto el maestro nos dijo que olía a flores.
Y asistimos muy emocionados a la inauguración del Piano Steinway adquirido por la misma Sociedad Filarmónica. Todo un acontecimiento para Avilés, (año 59) inaugurado por José Iturbi que actuó gratuitamente para la Sociedad.
En Avilés hubo siempre una gran afición a la música. Toda mi familia era y es aficionada , pero yo creo que fue de mi padre Gaspar Fernández de quién heredé esta afición. Él era músico, tocaba el violín y la trompeta, aunque no fuera ésa su profesión.
De mi madre, Honorina Arias, heredé la conciencia social, la inclinación a trabajar por transformar la sociedad. Precisamente el año en que nosotros terminábamos el bachiller, en el año 50, Avilés deja de ser la hermosa Villa marinera y tranquila. Llega el boom industrial. Primero fue Endasa, luego Cristalería. Empezamos a ver grandes máquinas excavando y a desaparecer la vida rural de Trasona y Llaranes, y aquella especie de parque privado, de uso público, que era La Granja. Un lugar precioso para pasear que empezaba justamente donde hoy se encuentra el Centro Niemeyer. Comienzan a llegar trenes cargados de hombres solos, sin familia. Venían a trabajar a Entrecanales y Távora, que hacía los cimientos de la nueva Gran Empresa, las tristemente famosas campanas. No había viviendas, no había escuelas, no había cobertura sanitaria para todos. La Villa recoleta y limpia se convirtió en el lugar más sucio, caótico y contaminado de Europa. La configuración urbana experimenta, por tanto, un fuerte cambio. En aquel momento preocupaba sobre todo el orden establecido. Llegan “los grises”, la Policía Nacional. Hay que reconocer que la Corporación municipal de aquella época se topó con mucho trabajo extra: vivienda, servicios, abastecimiento de agua, alcantarillado, etc, etc….no había tampoco más transporte público que el Tranvía que iba de Villalegre a Piedras Blancas pasando por Avilés, San Juan de Nieva y Salinas. Se construyen los barrios obreros pero sin servicios sanitarios, educativos, culturales para todos hasta la llegada, por fin, de la democracia.
En 1979, cuando la democracia se hace visible a nivel local, la contaminación continúa. Declarando Avilés “Zona de Atmósfera Contaminada”. La Corporación que llega en ese momento, la primera democrática en cuarenta años, presidida por Manuel Ponga, de la que formé parte con tantos compañeras y compañeros, intenta paliar la situación crítica con la creación de parques en todos los barrios. Y no solo parques. También la educación fue siempre importante para los demócratas y en esos primeros años de democracia municipal se ponen en marcha institutos y colegios públicos
( con Juana Mari como concejala de Educación en Avilés y Tini Areces en la Delegación Provincial de Educación).
Y pensando en los problemas de las mujeres creamos el Centro de Planificación Familiar. Las mujeres habían sido prácticamente invisibles antes de la llegada de la Democracia. Aquella primera Corporación intentó cambiar eso impulsando entre otras cosas el asociacionismo. ¡Quién nos iba a decir en aquel momento que hoy íbamos a tener una alcaldesa y casi 40 asociaciones, vocalías y organizaciones de mujeres.
A 32 años vista creo que no es para tirar cohetes pero sí para estar bastante satisfechos con lo conseguido, aunque sin bajar la guardia. Porque es cierto que nunca hay nada definitivo. Los avances sociales son sólo avances, nunca se acaba de trabajar en ellos. Pero hoy tenemos que regocijarnos porque las cosas están mejorando aunque con las dificultades no achacables a Avilés sino propias del cambio que está experimentando el mundo.
Tuvimos la suerte, y por supuesto gracias a las gestiones de nuestros políticos, de que el Señor Oscar Niemeyer nos haya regalado este impresionante monumento que es el Centro Cultural. No cabe duda de que será un impulsor del segundo gran cambio de Avilés en la era moderna.
Desgraciadamente, como le dije en una ocasión reciente al redactor del Plan General, Sr. Leira, a los de mi generación no nos va a dar tiempo a conocer esa transformación que se avecina de Avilés en todo su esplendor, pero nos alegramos de que lo vivan las nuevas generaciones, mis hijas y mi nieta entre ellas.
Mi abuela cuando nos peleábamos mis hermanos y yo decía siempre para calmar los ánimos “bueno, bueno, ¡fuera canciones y Viva Avilés!”. Al parecer en las luchas por la ubicación de la Estación del Ferrocarril, solía salir siempre algún avilesino pacifista que decía eso. Yo quiero acabar hoy este pregón deseando que todos y todas disfrutemos de estas fiestas, con el desfile de carrozas, el mantecado Pumaceno y la comida en la calle y recordando el espíritu de esa frase tan conciliadora como alegre: ¡Fuera canciones y Viva Avilés!