El modelo de bipartidismo con el que ha contado la democracia española estos últimos años, se encuentra en su horas más frágiles. Al menos eso dicen los análisis realizados a las encuestas de Metroscopia tomadas poco después de las elecciones del 20N.
Al parecer, el sectarismo en el que se ha movido la sociedad española estos últimos años, llega a su fin. No digo esto con afán reivindicativo y quejumbroso con el que estamos acostumbrados a lidiar después del 15M, nada más lejos de la realidad. Es un hecho constatado, que el poder lo han obtenido dos partidos políticos y que nos hemos reflejado en ellos, al menos en una gran mayoría. Por ese motivo, se ha declarado un estado de bienestar para los grupos parlamentarios, de demasiada comodidad.
Después de las últimas elecciones generales y del batacazo histórico sufrido por el partido socialista, las explicaciones que dieron sus dirigentes, “la hecatombe ha venido dada por la crisis y el PP ha tenido un trasvase de votos moderado”, han quedado en nada. Según el análisis de expertos, el impacto electoral de las medidas que se tomaron para paliar la crisis de mayo de 2010, faltas de toda ecuanimidad, responsabilidad y elocuencia, afectó a 13% de los electores socialistas, pero la realidad revela que la pérdida total de votos fue del 40%.
Mientras el PSOE, desmembrándose con las confrontaciones internas, se reitera en excusas tullidas y que faltan a la verdad, no se da cuenta que alrededor de 1.200.000 votantes han ido a pasar al PP, 700.000 a IU y 450.000 a UPyD, por no hablar de los votos nulos, blancos y opciones a partidos más pequeños (entre ellos los nacionalistas) que se llevan 920.000 votos.
¿Esto qué quiere decir? Que una gran mayoría de votantes del PP y del PSOE, ya nos son denodadamente de izquierdas o de derechas, es más, ellos se autodefinen como personas de centro, por lo que muchos, ya no tienen esas viejas rencillas ni dudas por pasar de un bando a otro o incluso votar a otros partidos como UPyD, consiguiendo de esta manera, otras alternativas. Es decir, el sectarismo ha pasado o está pasando a mejor vida.
Las estrategias de meter miedo a los ciudadanos en época electoral, como la que adoptó Elena Valenciano para la campaña de Rubalcaba, no van a dar resultado. Aún existen detractores tanto de un bando como de otro y bien es conocido que España es un país de centro izquierda, pero extrapolándolo a la realidad, tarde o temprano esto se acabará y el electorado se irá dividiendo en más sectores, partiendo la tarta en más porciones. Eso se confirma a la hora de analizar los datos y darse cuenta de que el 51% de quienes en 2008 votaron al partido socialista, en encuestas realizadas días antes del 20N, mostraban una cierta comodidad e incluso esperanza a que ganasen los de Génova.
Es hora de que los partidos se den cuenta de dicha circunstancia y preparen sus futuras estrategias haciendo caso omiso de los extremistas sectarios que, a mi pesar, existen en ambos bandos y que rezuman un tufillo a trasnochado franquista o antifranquista
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