La lectura cuidadosa de las noticias sobre el comportamiento económico de la Unión Europea genera un sobrecogimiento y pesimismo al más optimista de los mortales. Desde los países nórdicos, antes famosos por su estabilidad y competitivos resultados de calidad de vida, hasta el centro, este y el sur de Europa, el panorama luce sombrío.
El caso griego es historia conocida. El ex primer inistro y líder del Movimiento Socialista Panhelénico, Yorgos Papandreu, a su salida del puesto el pasado 6 de noviembre, lanzó un misil mediático en el que acusaba a la derecha conservadora de Europa de actuar tardíamente para enfrentar la crisis. Y fue más lejos: “Hoy Europa está dominada por los conservadores, que son los que hicieron fracasar a Europa y le fallaron al pueblo”.
Cuando todos creíamos que Grecia era el último eslabón de la cadena de crisis desatada en la Eurozona como consecuencia de la burbuja inmobiliaria, resulta que Italia sucumbe también y su Premier tiene que renunciar ante la presión social provocada por un mal manejo de la deuda soberana, entre otras historias que no voy a centrarme en su análisis. En Italia disminuyó el empleo, aumentaron los despidos y la desocupación, se produjeron recortes en muchos sectores, incluyendo el de la educación; en fin, actividades como el arreglo de ropas y electrodomésticos a los que antes nadie le ponía atención, hoy ha tomado gran auge. Italia está en el ojo del huracán.
Francia parece ser el próximo en la cadena de contagio del virus soberano que afecta las economías europeas. El gobierno francés se vio obligado a aplicar recortes, comenzando por el sector educativo donde fueron echados a la calle 14 mil maestros.
En Francfort, este viernes pasado se informó que la agencia de calificación Fitch bajó la nota de credibilidad crediticia de Portugal de BBB- a BB+, considerado el “nivel basura”. Las perspectivas a futuro para Portugal no son halagüeñas, pues se podría traducir a más rebajas. Algo similar había hecho Moody's, que había rebajado la credibilidad de la deuda portuguesa a la categoría de “basura”. La justificación que explicó Fitch para rebajar la credibilidad de Portugal fue su alto endeudamiento que se ubica en 110 por ciento del Producto Interno Bruto.
Lo de España ha pasado factura en los resultados electorales al Partido Socialista Obrero Español, que perdió no solo la presidencia del gobierno, sino la mayoría parlamentaria, mientras el nuevo presidente, Mariano Rajoy, recuerda a los españoles que el horno no está para galletitas.
Paul Krugman, el Premio Nobel de Economía 2008, es tan pesimista sobre el futuro de Europa por lo que sabe, como por lo que él percibe de la realidad. Y en el caso que nos atañe, la realidad y la percepción van de la mano. El experto norteamericano, columnista del The New York Times, sostiene que en términos económicos el corazón de la crisis de Europa está en España, lo que atribuye a que es una economía más grande que la de Grecia.
Tras analizar la crisis de la Eurozona, Krugman plantea que “…los problemas de España no son, pese a lo que podamos haber leído, el resultado de una irresponsabilidad fiscal. Bien al contrario, los problemas de España ponen de manifiesto los shocks asimétricos que tienen lugar dentro de la Eurozona, shocks que siempre hemos sabido constituyen un problema”.
Reflexiona que el problema se inició con las hipotecas basuras de bien. Mientras en España y los países periféricos, los precios de bienes raíces se dispararon produciendo una entrada masiva de capital, Alemania registraba un enorme superávit por cuenta corriente. La economía española y otras de la Eurozona entraron en un déficit enorme. Explica que cuando la burbuja estalló, España quedó con una demanda interior muy reducida y poco competitiva en la zona euro, como consecuencia del aumento de sus precios y costes laborales. Concluye que si España hubiese tenido su propia moneda, esta se hubiera apreciado durante la burbuja inmobiliaria, para despreciarse al fin de la misma.
Aunque Krugman no aboga por la eliminación del euro como moneda común de la Unión, el economista y catedrático norteamericano culpa a la élite política europea por haber empujado a los países a asumir la moneda única “desatendiendo advertencias que señalaban que este tipo de cosas podían suceder.
Krugman no hace un llamado al desmantelamiento del euro, pero sí aconseja que para reparar los males ocasionados por la obstinación de no hacer las cosas en su momento, lo imperativo es avanzar rápidamente hacia una integración fiscal y de los mercados laborales, que haría de tal fórmula una opción más factible.
Hay una verdad en la que coinciden todos los economistas, académicos y políticos: La salida de la actual crisis de Europa y el resto del mundo va para largo. Lo que llevó tantos años su incubación, no es verdad que se solucionará en poco tiempo. El Ministro de finanzas alemán, Wolfang Shäuble, lo dice con estas palabras:
“Las condiciones que nos llevaron adonde estamos duraron décadas, y las soluciones se aplicarán también a lo largo de años, no con políticas de choque introducidas en semanas”. Así es que chupe usted, y déjeme el cabo.
*Director OIP Presidencia República Dominicana