Nos hemos reunido hoy aquí, en este rincón singular del Monasterio de San Pelayo de Oviedo, para rendir un nuevo, merecido y sencillo homenaje a Gaspar Melchor de Jovellanos, en el bicentenario de su fallecimiento, precisamente frente al monumento dedicado en 1798 por la Junta General del Principado al ilustrado español, en un momento crucial de su vida, con motivo de su nombramiento como Ministro de Gracia y Justicia, en reconocimiento “a su dedicación y trabajo en pos del progreso e industrialización de Asturias” con referencia expresa “a los beneficios que hizo al Principado estableciendo el Instituto Asturiano y promoviendo la Carretera de Castilla” .
Este monumento del arquitecto Juan de Villanueva tiene el singular valor que le otorga haber sido el primer monumento público dedicado a un particular en España, lo que pone de manifiesto el excepcional reconocimiento que ha suscitado y suscita la figura y la obra de Jovellanos desde hace dos siglos en toda España y en Asturias.
En una reciente conferencia el profesor Velarde (1), señalaba que Jovellanos intentaba incorporar a España a la Revolución Industrial actuando en tres direcciones: preparando a sus gentes, reformando estructuralmente su agricultura y aprovechando el carbón asturiano como materia prima. Su lema para favorecer la prosperidad del país “buenas leyes, buenas luces y buenos fondos” (2) se completaba con el orden en que situaba “la Ilustración, como la primera fuente de toda prosperidad, como la única” (3) porque “ella atraerá capitales, arrancará auxilios al gobierno y forzará, por decirlo así, a toda la provincia a que se convierta a este manantial de la prosperidad” (4).
Su insigne figura y sus pensamientos siguen presentes y de actualidad entre nosotros dos siglos después, y releyendo sus palabras, bien parece que acabara de pronunciarlas en el Siglo XXI, porque sus pensamientos y sus obras, las teóricas y las prácticas, no tienen parangón en los últimos doscientos años en España. Ningún español desde entonces hasta aquí fue capaz de hacer y proyectar tanto y, a la vez, de escribir y pensar tanto por el bien de su país y de su patria como nuestro inmortal Jovino, del que su primer gran biógrafo, Julio Somoza, diría con razón que fue el hombre “más prestigioso y respetado de España” (5).
Por su honradez intelectual, por su clarividencia, por su espíritu de sacrificio, por su valentía para proponer reformas profundas ante la crisis de un régimen que le valieron la incomprensión, la persecución y el castigo de los inmovilistas y de los revolucionarios, hoy, 200 años después de su fallecimiento, en nombre de todos los asturianos, le renovamos nuestro homenaje y nuestro agradecimiento por sus desvelos para sentar las bases de la nueva Asturias y de la España moderna.
NOTAS: (1) Velarde Fuertes, Juan. “Jovellanos, economista”. 2011
(2) y (3) Jovellanos, Gaspar Melchor de. “Carta a Godoy”. 1796
(4) Jovellanos, Gaspar Melchor de. “Carta sobre la industria en Asturias”. Hacia 1782
(5) Somoza, Julio. “Las amarguras de Jovellanos”. Edición facsimil. Gijón, 1989. Pag. 153
*Presidente del Principado de Asturias