Los analistas políticos, los profesionales del quehacer público y sus respectivos acompañantes ya han consumido durante esta semana las interpretaciones de los resultados de las urnas y la atención, de ahora y de los días inmediatos, se centra tanto en la averiguación de la hoja de ruta de Rajoy como la composición de su equipo de Gobierno.
Ha habido, todavía sigue, una cierta presión sobre si el Gobierno en funciones debiera
apretar la interpretación de los reglamentos y dejar paso de forma urgente a los nuevos gestores, con el argumento de que los mercados no entienden de procedimientos y retrasar un mes la toma de decisiones puede determinar que no lleguen a buen fin y se agrave el enfermo.
Dicen que Rajoy tiene un sentido bíblico de la paciencia y que el “estilo Pontevedra” es la nueva asignatura que estudian los politólogos más conspicuos. Contra viento y marea, Rajoy sigue manteniendo su peculiar aplicación de los tiempos políticos y se reserva a la sesión de investidura, 19 de diciembre, para dar a conocer el programa más inmediato..Los nuevos ministros se conocerán a finales de la próxima semana y realmente la noticia tiene un alcance limitado en la opinión pública, porque la mayor curiosidad reside en los círculos cercanos a las ejecutivas de los partidos.
Seguramente quien tiene hoy una información más acorde con los propósitos de Rajoy es Rodrigez Zapatero y precisamente facilitada por el propio Rajoy, en la reunión que tuvieron en la Moncloa el pasado día y que ha continuado en fluidas conversaciones telefónicas.
Pocas alusiones han efectuado ambos protagonistas, lo cual es una señal de entendimiento. También Ramón Jaúregui y Soraya Saenz de Santamaría están haciendo algo más que cambiar cromos. Naturalmente que se traspasa información pero así mismo se acuerdan –sin papeles- compromisos y líneas rojas. Política en estado puro.
Que Rajoy Zapatero se entiendan y pacten, a última hora, como lo hicieron cuando acordaron la reforma constitucional para la estabilidad del gasto, es una buena noticia para el país, especialmente si tiene continuidad a nivel de gobierno y oposición.
Mariano Rajoy, el mismo día 20N, no se cortó un pelo en proclamarse como “ Presidente de todos” y afirmar una estrategia de moderación e independencia. Tiene a su favor el control de todos los niveles del Estado, desde el central al municipal, pasando por el autonómico y por lo tanto la capacidad para abordar una etapa de reformas estructurales que permitan salir de la crisis, cumplir los compromisos con la CE y hasta liderar lo que pudiera llamarse “Nueva Transición” con revisión constitucional incluida.
Sería un grave error acometer tan compleja tarea con criterios de autoritarismo o de mayoría de rodillo que puede volverse muy volátil. No hay cheques en blanco para nadie.
Pocas dudas existen respecto a que cuando se anuncie el programa, se desmelenen los impulsores de la agitación social. Cayo Lara ya lo ha anunciado y tanto CCOO como UGT se prestarán a la inflamación callejera, sobre todo si les tocan las disparatadas subvenciones.
Rajoy podrá mantener mejor el tipo si busca alguna fórmula de consenso con el PSOE y no con los partidos nacionalistas, incluida CIU, evitando repetir el modelo de la tradicional subasta de favores con los minoritarios.
Una especie de cohabitación que puede estar ensayándose, sería un ejemplo de que puede repetirse el milagro de hace 33 años que asombró al mundo político. Desde luego aparte de UPD y de la anécdota de FAC, es mucho más entendible que andar tras CIU o PNV. Los demás ni te cuento. Hasta Bono anda diciendo algo parecido