Hará aproximadamente un mes, mi trasgu particular, Abrilgüeyu, se me apareció de repente, dibujó en la pantalla del ordenador una especie de escenario de guiñol, desapareció y, después, volvió a mostrarse por la derecha del escenario. Lo reconocí a pesar de que llevaba puesta una careta de Rubalcaba. A continuación aparecieron dos títeres, estos con las máscaras, respectivamente, de González y Guerra. Abrilgüeyu-Rubalcaba pareció darles instrucciones y, a una señal suya, al grito de «¡Mariano no tiene pilila, Mariano no tiene pilila!» (una frase que me hizo sonreír, pues se usaba en mi infancia para motejar al pusilánime o al cobarde), recorrieron frenéticamente el escenario para perderse por la izquierda del mismo. Desaparecidos, volvió a asomar Abrilgüeyu, doblado por la cintura hacia atrás, al modo como suelen hacerlo las figuras del guiñol, y me echó una chisgada descarada y cínica con su ojo derecho.
Pero no es de ello de lo que quería hablarles hoy, sino de las estrategias argumentales eje de la campaña de los principales partidos, del tuétano de lo que comunican, de su mensaje fundamental. IU, por ejemplo, suma a la idea de rebelión contra el sistema y a una cierta actitud juvenil, la cantinela de que PP y PSOE son exactamente lo mismo, y, en consecuencia, el que ellos son la única izquierda, el café-café del progresismo (sea eso lo que sea) y del obrerismo. Como aditamento, la bandera pirata: contra los ricos, los bancos, los mercados y los empresarios (malos).
Foro repite —solo en Asturies— a todas horas la misma matraca de que PP y PSOE son una idéntica entidad, hasta el punto de afirmar por boca de don Francisco que ambas formaciones pactarán tras las elecciones para presentar una moción de censura contra él. El raca-raca, bastante increíble, trata, evidentemente, de impedir que los votantes que de los populares pasaron a Foro en mayo vuelvan al partido de don Mariano, pues nada horrorizaría más a esos ciudadanos que el acabar apoyando al socialismo por vía directa o indirecta. La argumentación de Foro se complementa en nuestra comunidad con otra, en alguna medida paradójica: la de que, en cualquier caso, de tener representación en Madrid, apoyarían a Mariano Rajoy. La finalidad es, obviamente, la misma, evitar que vuelvan al PP los votos que en su día fueron a Foro, en este caso, por el temor de que, al no votar a don Mariano, respaldasen indirectamente al PSOE. Ciertamente, además, una parte importante del mensaje de Foro se basa en afirmar que solo un partido de ámbito regional, como ellos, puede defender los intereses de los asturianos sin cortapisas o condicionamientos.
Todo lo que hemos dicho hasta ahora es la médula de su mensaje en Asturies. En Madrid es principalmente otro (recordemos que el lema es «Más Foro. Mejor España») y busca otro tipo de electores, los de los ámbitos del PP próximos al complejo Esperanza Aguirre-El Mundo-Jiménez Losantos, los que, para entendernos, suelen motejar a Rajoy de «Maricomplejines». Allí, y para ello, el propio don Francisco se encarga de asistir a la manifestación de las víctimas del terrorismo (donde no estuvieron los principales cabezaleros del PP), de criticar en sus calles «la falacia del fin de ETA» o de resucitar la llamada a un Gibraltar español.
El guión del PP es simple y doble: «Nosotros no somos el PSOE y, por tanto, no lo haremos como ellos. Ellos destruyeron empleo, nosotros lo crearemos».
El PSOE agita también, como IU, la bandera pirata, pero con más discreción: contra los ricos, los bancos, los mercados, los empresarios (malos) y, un poco, contra Europa. Pero lo fundamental de su libreto es también jánico. Por un lado, asegurar que son ellos los únicos que pueden asegurar el estado del bienestar y apoyar a los que menos tienen. Por otro, aseverar que, si ganase el PP, las prestaciones sociales quedarán capitidisminuidas, ya no por necesidad, sino por voluntad —por maldad ideológica— de los populares. Todo ello, además, adobado con un discurso colateral destinado a poner en duda la capacidad de trabajo y de decisión de Rajoy, así como su falta de definición.
Y es aquí donde me acuerdo de aquella inesperada representación guiñolesca encabezada por mi enmazcaritáu Abrilgüeyu y de su coplilla burlesca. Porque han pasado de afirmar, durante más de un año, que el PP y don Mariano no tenían programa a proclamar ahora que lo tiene tan grande que a menester esconderlo para no asustar a quienes deseen entregarle su afecto en las urnas.