La tierra astur es inmemorial, a cognición y casta de su antiquísima historia, y si ahora se repasa uno de los libros del valorado amigo Luciano Castañón - “Asturias vista por los no asturianos” - percibiríamos como desde Herenium - 80 años antes de Cristo -. esta tierra nuestra que hace presencia al montaraz mar Cantábrico, ha sido mascaron de proa o punta de lanza de todos los avatares históricos de la Península Ibérica.
En la actualidad sucede los mismo, y el Principado, que todos los años por estas fechas acaparan la atención del planeta, se realza en acto que conforma “el cuadro de honor de la humanidad”: los Premios Princesa de Asturias.
La Vetusta de “Clarín” o La Pilares de Ramón Pérez de Ayala, es un friso de tonalidades recónditas bajo la sombra de un impresionante altozano con dos aljófares de canto talladas sobre el prerrománico asturiano: uno, San Miguel de Lillo; el otro, Santa María del Naranco.
Abajo, en el valle la vetusta ciudad, a modo de una aguja cincelada por manos de maestros picapedreros, la catedral, de estilo románico y gótico, obra del siglo dieciséis, aunque antes comenzada” como la contemplaba el magistral don Fermín de Pas subido sobre su enorme elevación ante Vetusta.
La Fundación y su principal actividad - la concesión y entrega de los Premios - nacieron para hacer historia ya consolidada y expresar con ello la gratitud de Asturias hacia quienes con su acciones acrecientan a la humanidad y ayudan a hacerla más sobresaliente en valores imperecederos inconmensurables
A partir del primer otoño de la primera entrega en 1981, han recibido la escultura de Joan Miró, docenas de instituciones e intelectuales representativos de todos los continentes y a cuenta de gallardía admirable y solidamente reconocida de la organización de los Premios, el brío de nuestra tierra astur, ha sembrado reconocimientos invalorables a hombres, mujeres e instituciones del planeta, que han ayudado a que se levantara un puente de valores inconmensurable del Principado al resto del mundo.