La existencia y sus meandros

Partimos de Valencia  a Londres. 

 El avión va discurriendo entre nubes como repelones  de algodón, mientras repaso una revista  que habla la posibilidad de que el ser humano pueda vivir hasta los cien años en perfectas condiciones  salud 

 Uno mismo, habiendo atravesado  largamente la vida que llevamos en  cima, suele leer con apetencia todo folleto sobre  las enfermedades de la longevidad. 

 No se trata de miedo, ya que al final se muere como se ha vivido, al ser  la existencia una permanente astucia y, no cabe duda, quien es avisado suele vegetar algo mejor,  y aún así, existir  es algo axiomático.  

Todos deseamos llegar a la longevidad,   pero no    oír que le vociferen viejo, y para salvar malamente ese apelativo, se usan potingues y  acciones físicas  para mantener la reciedumbre a la altura de las circunstancias. 

 La revista ofrecida por la azafata para  bajar el tedio mientras  saboreábamos un mousse de limón, habla precisamente  sobre de la longevidad como una meta de muy poco esfuerzo, y menciona a una señora  que ha cumplido cien años, y  fuma un paquete de cigarrillos al día, come   bien, y  “disfruta – dice su médico – de un tono vital envidiable”. 

 Nunca hizo ejercicio ni deporte alguno: a lo más, dormir la siesta. Ante esto, y ya que nos acercamos a Londres, no está de más recordar la anécdota de Churchill, el ex primer  ministro inglés. 

 Cuando el  famoso protagonista de la frase “sangre, sudor y lágrimas” en la Segunda Guerra Mundial, llegó a 80 años, fumando todos los días una docena de habanos  acompañado cada uno de un whisky, un periodista lo entrevistó para la BBC. Tras felicitarlo, la primera pregunta fue si le debía al deporte el haber llegado a tan longeva edad. 

 “Si, respondió el sagaz político, al deporte se lo debo todo: jamás lo he practicado en mi vida”. 

 No debería ser tomado al pie de la letra,  al ser bien conocida la importancia de los ejercicios deportivos para mantener el cuerpo en sanas condiciones, pero curiosamente el deporte, la alimentación adecuada  y una vida tranquila, aseguran la longevidad, pero menos de lo que nos gustaría a todos, según la genética. 

 El “dar vida a los años y no años a la vida”, debería ser el principal reto para todos los investigadores en el área de la gerontología, ya que como apunta un investigador, “nosotros no estamos intentando encontrar la fuente de la eterna juventud. Nosotros intentamos encontrar la fuente de envejecer bien”. 

 La azafata nos despertó de nuestro sopor: “Señores pasajeros, bienvenidos a Londres”. 

 La metrópoli a nuestros pies  ofrecía un manto de niebla. En alguna parte nos debe esperar Sherlock Holmes y su inseparable Watson, para narrarnos algunas de sus últimas sagaces aventuras. 

 

rnaranco@hotmail.com 



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