Muy permisiblemente estas letras no añadan jerarquía para la historia de esta nota; no obstante, el pintor y escultor de la efigie de Woody Allen levantada en Oviedo, el avilesino Vicente Menéndez-Santarúa, ha sido un admirado amigo cuando nuestra persona hacía parada y fonda en “La Voz de Avilés”, y después en el diario “Región”.
Allí nos fraguamos contra los primero céfiros ásperos de una posguerra, hasta hora mismo, edad en que hemos cumplido 80 añadas, y que han sido igual a un repiquetear de alegres cascabeleos. ¿Problemas ante la vida? De todo espécimen. Si posible era solucionarlos, se hacía, de lo contrario el tiempo, que es un verdadero curandero, los iba disipando de la mente y cuerpo.
Madre, en aquella calle de Eulalia Álvarez, en el Llano del Medio, en un Gijón calamitoso, nos enseñó a ser desprendidos con los seres desahuciados de la vida, y ese santo y seña, sigue siendo el lema de nuestra razón vivencial.
Ingresé en La Voz de Avilés” de correveidile y, tiempo después, la expansión de nuestra vida periodística cruzó dos continentes.
En la Valencia mediterránea en que hago ahora parada y fonda, como el inquieto que largamente he sido, hay un retrato al carboncillo de nuestro rostro realizado por el avilesino Vicente Santarúa, con su estilo pictórico inconfundible.
Lo conservé años en oficinas, siendo director en los diarios y revistas que he ido ocupando a largo de varias décadas en Venezuela.
Es decir, que al gran Woody Allen y nuestra persona, nos une el haber posado para uno de los pintores y escultores asturianos de más alto reconocimiento y, al ser algo que traspasa el tiempo, nos dejó plegados de pasmo y agradecimiento.
La obra de Santarúa reprodujo al histrión de admirados filmes, caminando por Oviedo, como hizo repetidas veces durante su estancia en aquel mes brumoso y matizado de lluvia en que recibió el “Premio Príncipe de Asturias”
La escultura en bronce y de estilo hiperrealista despertó, y lo sigue haciendo, expectativa entre los ovetenses y forasteros que, emocionados ante esa figura realista, se detienen frente a ella, en la calle Milicias Nacionales del centro de la ciudad de capital, para hacer lucidos comentarios, y aprovechar fotografiarse junto al cineasta que mejor ha reflejado en la pantalla el espíritu de su metrópoli amada: Nueva York. Esa urbe mágica toda llena de un grandioso esplendor.
El admirado arquitecto Le Corbusier, expresó sobre esa resplandeciente metrópoli norteamericana:
“Cien veces he pensado que Nueva York es una catástrofe, y 50 veces que es una hermosa catástrofe”.
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