Matices de la copla española (para la generación de la posguerra)

Hay momentos en que las letrillas de las canciones de amor se  bambolean al  donaire de un duermevela, mientras  alguien  pregunta: ¿Qué entelequia es el despecho?  

Silencio tajante. Nadie lo sabe.  

Puede ser un ronroneo, la mirada furtiva entre las enaguas  almidonadas de  la novia virgen, el gorrión herido en el regazo de la madre palmaria, un adiós ensortijado, cierta  palabra malquerida, quizás la navaja abierta apretada al puño o esa brumosa herida de amor envuelta en un tornado  de pena trashumante.  

Tras los cañaverales, un coro responde al unísono: “Tristeza del bien ajeno”.  

La malevolencia peninsular, al ser parte de sus propios atributos,  comenta en las esquinas, o sobre un mostrador  humedecido de vino,  la frase tajante: un alborozo que idolatra y a la vez siente un placer indescriptible cuando la imagen reverenciada se hace pedazos, y se puede uncir el  yugo arrabalero del tango:  

“Un sentimiento triste que se canta”. 

¿Quién no ha lagrimeado alguna vez en nuestra generación de posguerra,  al oír  “Falsa moneda”, “Ojos verdes”, “La bien pagá”, “La zarzamora”  “Marinero de luces” o “Mi niña Lola”? 

La copla es parte de nuestra  memoria sentimental. A su lado, el Fado portugués la mira, solloza y calla.  

La estrofa, en la “Morenita de aceituna” de Fernando de la Morena, en un Jerez de la Frontera en donde  las calles cantan y las ramas de las arboledas  modulan la voz del  fallecido  Enrique Morente – el Picasso del cante -   nos devuelve   “Venta Zoraida” y “Si mi voz muriera en tierra”. 

Ella, la copla despechada, tañe, clama, fluye y se desgarra en hervores sobre tonadilleras con mantilla del Viernes Santo, bata de cola verde aceituna, sobre corazones picados por asta de un torito asustado. 

Lo señaló Manuel Machado sobre un viento de olés que zarandean, saliendo una noche sin luna  de las cuevas del Sacromonte granadino: 

 “Hasta que el pueblo las canta, / las coplas, coplas no son, / y cuando las canta el pueblo, / ya nadie sabe el autor”.  

Federico García Lorca lo dictaminó con un golpeteo jondo e  imperecedero:  

“Copla, gitana y sola”. 

 

rnaranco@hotmail.com 



Dejar un comentario

captcha