Docenas de familias asturianas que se vieron obligadas a salir de Venezuela a lo largo de los últimos 10 años, a raíz de las circunstancias políticas y económicas existentes, han ido retornando al lar de sus recuerdos tras décadas en aquel vergel dotado de belleza tropical, hoy quejumbroso en su conjunto social y político.
En los años 50 del pasado siglo, cientos de familias llegaron al puerto caribeño de La Guaira. Embarcados en El Musel, cruzaron la inmensidad del océano Atlántico hasta llegar “a una tierra de gracia”, en palabras de Cristóbal Colón.
En los primeros años del auge en la nación criolla, y a recuento del trabajo abundante en los tiempos en que el general Marcos Pérez Jiménez asumía planes faraónicos para hacer del país un emporio del progreso, la necesidad de mano de obra era cuantiosa.
En esos ciclos de bonanza, el indiano tenía amplia razón de ser. De simples obreros, con tesón, esfuerzos y afanando diariamente entre 12 y 14 horas, alcanzaron el anhelo de ser patrones de pequeñas empresas repartidas en los diversos sectores económicos. Almacenaban ilusiones y las podían acariciar con las manos.
Y es que la tierra de Simón Bolívar, Francisco de Miranda, Andrés Eloy Blanco, Rómulo Gallegos, Rómulo Betancourt, Arturo Uslar Pietri…por citar algunas de las vidas que germinaron en esa tierra siempre abierta a la esperanza, ha sido segmento amplio de la emigración salida de nuestro lar astur, y asumieron un nuevo terruño abierto y dadivoso al llegar Puerto La Guaira, puerta franca a los soñadores que salieron a “hacer la América”… y muchos lo consiguieron.
Si ahora se recorren los pueblos del Principado, extraño sería no hallar una casona de agraciada mampostería, escuela, fuente, plaza o iglesia, en donde no estuviera la magnificencia del hijo del lugar que salió al encuentro de las costas de Macuto en busca de anhelos, y una vez cumplidos, regresó a plantar en el terruño nativo parte de los beneficios de su faena trabajada.
En la actualidad la tierra venezolana franquea uno de los momentos más adversos de su historia republicana: la política, la mala y desdeñable administración de ella, ha dejado una nación antaño remanso de prosperidad, convertida en una hendedura de pesadumbres en todos los órdenes sociales.
En esta coyuntura, el expatriado asturiano como el gallego y el canario, comenzaron hace una década a regresar apesadumbrados, con los mermados ahorros que pudieron guardar al estar el Bolívar, moneda nacional, totalmente devaluada.
Hoy, fragmentada la nación a causa de una situación tan precaria, los retornados asturianos y de otras regiones de España, que en Venezuela cotizaron cumplidamente sus cuotas sociales para disfrutar una justa pensión en la vejez, se han encontrado con la terrible situación de que el gobierno del Palacio del Miraflores, a partir de Diciembre de 2015, dejó de cumplir con el abono de las pensiones, infringiendo el convenio binacional en materia de Seguridad Social existente desde los años 80 del pasado siglo, sin dar explicación al respecto.
Son ya ocho años en que los emigrantes asturianos retornados de Venezuela se ven privados de un derecho, al cual accedieron tras cumplir sus deberes legales y contribuir con su esfuerzo al desarrollo de aquella nación.
Sobre esta malaventura social, el Ejecutivo de España se ha lavado las manos, le faltó arrojo para defender los derechos de sus naturales, que retornaron al Principado por la dura situación política y económica de la Venezuela actual.
El estado bolivariano posee un maná de hidrocarburos, oro, diamantes y grandiosos ríos, inmensas tierras de cultivos dadivosas, añadiendo a ellas las riquezas dos mares, el Mar Caribe y el Océano Atlántico, portentosos en sus batidas pesqueras
En este momento, las familias asturianas salidas de Venezuela a secuela de la situación socioeconómica, y gozando del derecho de recibir una pensión, hoy se hallan desprotegidas ante la negación del régimen bolivariano de tomar una solución con España acerca de ese trance injusto.
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