El General galo, tras dejar la presidencia de Francia, deseó volver a visitar lugares de Europa, y entre ellos España. Se subió a un Citroën DS 19 – convertido en una institución técnica su país - y con otro auto de escolta, se hizo peregrino camino de Compostela.
Tras besar los pies del Apóstol, y almorzar en el Parador de los Peregrinos, enfiló al Palacio del Pardo en Madrid para realizar un antiguo deseo: saludar a Francisco Franco.
La muerte ya le estaba esperando al ex gobernante galo en los prados de su Colombey natal.
Charles De Gaulle fue a la vez héroe y mito. En la Europa actual aún se hacen estudios sobre su persona, mientras pervive en el recuerdo la primera frase de sus “Memorias de Guerra”:
“Toda mi vida me he hecho una cierta idea de Francia”.
Sus discursos en la radio desde Londres le hicieron entrar en la historia. Sucedió el 18 de junio de 1940, Francia estaba invadida por Adolf Hitler, y él, que había sido nombrado subsecretario de Estado para la Defensa por un gobierno que se derrumbaba, tuvo que saltar a Inglaterra y desde allí comenzar a solicitar apoyo a sus compatriotas para luchar contra el invasor.
Él ha sido un minotauro con contradicciones. El águila acéfala, el admirador del mariscal Pétain, el contrincante de Churchill, y el militar halagado por Eisenhower, Franklin Roosevelt y Montgomery.
Para concretarse en esa situación, no se debe olvidar que esos años 30 fueron en Europa un período de especial agitación social y política.
Inducida por el “crack del 29”, donde la clase trabajadora exigía sus derechos con dura fuerza, al calor de ese contexto, en 1936 el Frente Popular de España ganaba las elecciones.
El general - para que comprender todo un poco mejor - había nacido en una familia de tradición ilustrada en la pequeña Lille de entonces, rodeada de conservadurismo, católica y muy nacionalista.
Sobre De Gaulle existe un crepúsculo difícil ya de aclarar. Creció bajo la protección del Mariscal Pétain.
En el libro “Toda la verdad”, Marcel Rouaix, amigo nuestro, que vivió hasta su muerte en Caracas y había sido secretario de Pétain, contó parte de esa historia sabida en Francia, y nadie desea ver publicada.
El texto se halla en mi biblioteca con una emotiva dedicatoria.
De Gaulle es una de esas figuras que enfatizaban por sus propios actos. No necesitan apoyo de nadie, siendo tal vez que por esa cognición, y no otra, poseía un aire de grandeza.
Lo subrayó de su puño y letra… “Toda mi vida he imaginado a Francia de cierta manera… A mi modo de ver, Francia no es Francia sin grandeza”.
rnaranco@hotmail.com