El dólar fuerte debilita al resto del mundo -debilita más o menos- en la medida en que la economía de cada país dependa -más o menos- de lo que compre y venda en dólares. El dólar fuerte es un estilete que sangra a mucha gente -por supuesto de África, Asia e Iberoamérica, pero también de Europa- porque para los países en desarrollo supone un aumento del yugo de la deuda, una mayor devaluación de su moneda y una subida impuesta de los intereses en sus países, todo lo cual empobrecerá sus economías.
Dado que la mayor parte de la deuda existente en el mercado financiero internacional está denominada en dólares, la apreciación del dólar aumenta directamente los costos de financiación y la carga de la deuda de los países en desarrollo. Además, un dólar fuerte deprecia las otras monedas, lo que encarece los bienes importados por los países en desarrollo. Y la enorme inflación descargada sobre estos países les impide adoptar políticas de estímulo, aumentar la fuerza ante la recesión económica, y debilita aún más su capacidad para pagar la asfixiante deuda.
En esencia, Estados Unidos está usando su hegemonía del dólar para hacer que el mundo pague por sus políticas monetarias irresponsables. La razón por la cual la Fed ha adoptado una política de dólar fuerte para controlar la inflación es que la decisión -ciega e ilimitada de impresión de dólares- mantiene los beneficios oligárquicos. Pero cuando ya el impacto de la pandemia ha provocado en muchos países en desarrollo una caída económica, la apreciación del dólar estadounidense -de manera continua- frente a otras monedas será desgraciadamente -para muchos países que enfrentan problemas de deuda- el dólar que romperá la hucha.
Treinta y seis monedas en todo el mundo han perdido al menos una décima parte de su valor este año, con la rupia de Sri Lanka y el peso argentino cayendo más del 20 por ciento, desde que el dólar se fortaleció. La jefa de la Agencia de Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo (UNCTAD) declaró que solamente la subida de cada medio punto del tipo de interés del dólar por la Reserva Federal de Estados Unidos significa 85.000 millones de dólares menos para las economías en desarrollo en términos de crecimiento de aquí a 2026. Las subidas de los tipos de interés siguen aumentando la presión sobre los países en desarrollo, fuertemente endeudados, que son el 60 % de los más pobres y más de una tercera parte de los clasificados como de ingresos medios, señaló la ONU.
También Europa
Pero el fortalecimiento del dólar no es solamente un problema para los países en desarrollo de África, Asia e Iberoamérica, es cada vez más un problema de Europa, dado que el euro pierde valor ante el dólar. Fortalecer la divisa estadounidense debilita al euro, lo que automáticamente encarece las importaciones, lo que se compra fuera.
Y las facturas más importantes de los países europeos en el extranjero son de energía (con el petróleo y el gas ya disparados por la invasión rusa de Ucrania), que se vende en dólares. El euro se ha desplomado a su nivel más bajo frente al dólar en dos décadas, por debajo de la paridad. También el yen japonés se ha desplomado a su nivel más bajo durante casi un cuarto de siglo. E incluso la sumisa libra británica tampoco se ha librado.
Parece que Gran Bretaña pedirá prestados 150.000 millones de libras esterlinas para combatir la inflación de las facturas energéticas -totalmente desbocadas- que son una de las principales causas actuales de la pobreza en el Reino Unido. Pero la eficacia de tal decisión será muy limitada si no se enfrenta el problema de la hegemonía del dólar.
Los estornudos estadounidenses, grave asfixia mundial
Se solía decir que cuando Estados Unidos estornudaba, el mundo se resfriaba, es decir, que, si la economía estadounidense tenía problemas, las economías de todos los demás países sufrían gravemente. Ahora parece que los estornudos estadounidenses desencadenan una grave enfermedad respiratoria mundial.
Hoy, la economía mundial se ve amenazada una vez más por una enfermedad financiera que se propaga desde Estados Unidos: esta vez, es el dólar fuerte. Los productos básicos globales como el petróleo y el gas se negocian en dólares estadounidenses, y cualquier aumento en su valor incrementa los costos. La subida del coste de la energía tiene un impacto inmediato en casi todos los demás aspectos de la economía mundial, lo que aumenta la inflación.
Contradictoriamente, un dólar fuerte -que hace que los productos sean más caros para los demás países- frena la inflación interna estadounidense -al elevar sus tasas de interés- lo que es una buena noticia para la burguesía monopolista de Estados Unidos, pero es una malísima noticia para el resto del mundo.
Las altas tasas de interés en dólares ayudan a disminuir la inflación estadounidense, pero dañan la economía mundial con algo mucho peor que un resfriado común. La medicación de la Fed envía la inflación al extranjero para que el resto de las naciones la soporten.
Acabar con la hegemonía del dólar
Los bancos centrales, incluido el europeo, pueden decidir actuar sobre la fortaleza del dólar respondiendo con sus propias subidas de tipos de interés, pero ésta es solamente una respuesta a corto plazo. A más largo plazo, se necesita pensar seriamente en que el mundo debe alejarse de su dependencia del dólar y avanzar hacia un nuevo sistema. El dólar se ve como la moneda más estable del mundo. Qué perverso, entonces, que su estabilidad se apoye en desestabilizar al resto del planeta. Es hora de denunciar la hegemonía del dólar y buscar una alternativa.
Ya se han dado algunos pequeños pasos. China, India, Arabia Saudita y Brasil han negociado recientemente -o están explorando- el comercio en yuanes, rupias y otras monedas como una alternativa al dólar estadounidense. Mientras otras naciones sufren, Estados Unidos continuará implacablemente por el mismo camino para proteger su economía nacional, independientemente del efecto en otros lugares. Estados Unidos se está curando de la inflación al infectar al resto del mundo con ella.
La mejor manera de frenar la hegemonía desenfrenada es practicar el verdadero multilateralismo. Es precisamente en estos momentos cuando la comunidad internacional debe estar más decidida a cooperar y construir un sistema financiero internacional multilateral confiable, sistémico y de largo plazo. Esto no puede esperar.
Eduardo Madroñal Pedraza