Cada lectura es un deleite en nuestra habitual existencia. Apoyándonos en esta creencia, el primer texto que le recomendaríamos a todo buen amigo o amiga, para que sus noches calmosas o de duermevela no fueran un ropón de dudas y aprensiones, sería “Memorias de Adriano” de Marguerite Yourcenar, en la magnífica traducción del argentino Julio Cortázar, autor a su vez de “Rayuela”, basada en las experiencias del personaje Horacio Oliveira y su prodigiosa “La Maga”, y cuyas páginas constituyen una parte central del llamado boom latinoamericano.
Las memorias apócrifas del emperador romano son una perdurable meditación entre los deberes políticos y las emociones sobre la conciencia del hombre más poderoso en el mundo de su tiempo.
En su inmenso viaje por el Asia Menor, el emperador, siempre acompañado de su médico Hermógenes, se plantea si mereció la pena mantenerse en un poder absoluto a cambio no conocer la placidez que suele ofrecer la vida a los seres de alma abrasada de ardor erótico hacia ese celeste jovenzuelo que, para él, dueño del mundo conocido en ese entonces, era una total fogosidad inflamada.
Y así, este corredor de palabras escritas en que me he convertido, ha ido amontonando las páginas que otros han escrito haciéndolas muy mías. La lista es fragmentada, pero sublime:
“El poema de Gilgamesh” – la más bella historia de amor conocida que ha llegado a nuestro tiempo desde Uruk en Mesopotamia-; “La Odisea”, “Historia de Genji”, “Los cuentos de Canterbury”, la tragedia de “Macbeth” que con su dolor metafísico no deja de ser amoral, o “La Divina Comedia” entre dos docenas más y donde “El Quijote”, el texto de Miguel Cervantes Saavedra, sobresale con una fuerza creativa asombrosa y humanizada.
Siguiendo los contornos de nuestra pequeña librería casera, nos encontramos con Kavafis, el poeta de Alejandría; Jorge Luís Borges, al que Umberto Eco convirtió en el “Jorge de Burgos”, en su ficción “El nombre de la rosa”; el escritor argentino sentía ansiedad por hablar con el milanés de inmortalidades y definirle los códigos ocultos en su libro “Funes el memorioso”. En realidad, hay otros más, también impresionantes y sublimes. Irán conmigo hasta el final de camino de la vida.
La pasada noche, en esta orilla del Mediterráneo valenciano cercado de albuferas, arrozales, vaguadas, marjales, campos de naranjas, cidras y flor de azahar, creímos escuchar los sonidos que narran sobre el mar, el contexto de la realidad que nos aprieta con sus aprensiones, empeños, exaltaciones y penas.
Es decir: la vida tal como es cuando seduce y nos envuelve.
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