Aquellos tebeos tan vividos 

Somos, en parte, la ensoñación que arrastramos desde la niñez, lo cual manifiesta algo vital: la realidad cotidiana reposa dentro de nosotros mismos.  

 Aún recordamos haber sido lectores de Emilio Salgari, Robert L. Stevenson o Mark Twain, sino de “El Zorro” – el vengador enmascarado - considerado uno de los primeros héroes de ficción de la cultura moderna.   

Ese don Diego de Vega, que   iba a galope entre las tierras sedientas de la California hispana del siglo XIX, siembre solucionaba entuertos, repartía justicia, dejando siempre la rúbrica de una “Z” con su espada asombrosa.  

La vida de aquel tiempo empobrecido en la España doliente, era un ir entre páginas de dibujos animados, jugar a las chapas, la peonza y al futbol con una pelota prensada de trapos y papel.  

Los tebeos eran el cofre donde florecían nuestras esperanzas de muchachos asustadizos, en esa posguerra europea de hambre, estraperlo y ansias truncadas, que han servido como el mejor antídoto contra el aburrimiento frente a la monotonía de la subsistencia en el que nadie sabía lo que era la televisión, y la radio constituía una ostentación de lujo.  

 “El Zorro” nació de la imaginación de Johnston McCulley en 1919, y año después ya estaba en la pantalla cinematográfica interpretado por Douglas Fairbanks. En seguida vinieron Supermán, Batman, King Kong, El hombre Araña y Robin Hood. Todo un mundo de delicias.   

 Otro sorprendente protagonista, “Superman”, llegó del espacio, cerca de las estrellas, de la mano de dos chavales, Jerry Siegel y Joe Shuster, jóvenes de una invención admirable, para dar vida a un héroe venido del planeta Krypton, a deshacer entuertos en la Tierra.   

 Clark tuvo una novia: Luisa Lane; un amor de mírame y no me toques. Se dice que el personaje siempre fue maléfico.  

 Sobre esa racha de adversidades se debe hablar de Kirk Alyn, el primer actor que encarnó el personaje y sufrió mal de Alzheimer.   

El segundo, George Reeves, muy popular en los años 50, se voló de un tiro la tapa de los sesos, y Chistopher Reeve, el tercer Superman del cine y más famoso, se quedó parapléjico.   

 Si esto fuera poco, sus creadores, vendieron en 1938, por irrisoria cantidad de 165 dólares, los derechos del personaje, el cual generaría después una colosal fortuna en dólares.  

En los tebeos, copia exacta de nuestras vidas humanas, aparecen personajes buenos y malos, alegres y afligidos, ya que esos bosquejos, son el reflejo de todo ser humano reproducido sobre el papel.  

  

rnaranco@hotmail.com  



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