“Y un niño negro anuncie a los blancos del oro la llegada del reino de la espiga”. Lorca
¿Por qué no se habla de lo que es bueno para los ciudadanos y el país? Desde cómo poner límite a la escalada de los precios y la pérdida de poder adquisitivo de los salarios y las pensiones, de cómo resolver los problemas de los autónomos y de las pequeñas y medianas empresas, a la urgencia de establecer precios justos en el campo; de cómo dar las mejores soluciones para una sanidad, una educación y unos servicios públicos de atención a la dependencia dignos y garantizados.
Y también de cómo llevar adelante la redistribución de la riqueza, de cómo forjar la unidad del pueblo trabajador y de cómo defender la soberanía nacional frente a la cada vez mayor integración militar y dependencia política de nuestro país de la superpotencia estadounidense y de otras potencias imperialistas.
¿Acaso no es éste el debate que necesita España y la izquierda, el único camino que dará la alternativa para que la mayoría social gane a la derecha oligárquica y arrinconar a la extrema derecha?
Porque, mientras se concentra la atención en el “miedo” a que la derecha ocupe el Consejo de ministros, lo que desaparece de las noticias, de las tertulias, de los programas y tribunas de opinión, y sobre todo entre las diferentes fuerzas y corrientes de la izquierda es el debate sobre lo que hay que hacer para encontrar soluciones a los problemas de la gente.
La fuerza de la izquierda a la izquierda del PSOE
Las noticias, las tertulias y tribunas de los medios de comunicación están saturadas de referencias a dos o tres personas, pero la izquierda a la izquierda del PSOE es un espacio político plural y diverso que va más allá de lo que representan Pablo Iglesias y Yolanda Díaz. En ese espacio también hay otras fuerzas parlamentarias como Más País, Compromís y Teruel Existe -que sumaron en las últimas elecciones generales de 2019 casi 800.000 votos-, y también una izquierda extraparlamentaria -con fuerzas como PACMA y Recortes Cero- que agrupa a casi medio millón de votos; a los que habría que sumar los cientos de miles de votos de izquierdas que hay en las bases de votantes de fuerzas nacionalistas como ERC y Bildu. En total son 7 millones de posibles votantes que representan el 19% del censo electoral.
Es un sector social que hunde sus raíces en numerosas organizaciones de lucha y en incontables movimientos sociales. Esta izquierda transformadora no es patrimonio de ningún partido en exclusiva, no solo está en los parlamentos, está presente en cada lucha, y actúa en cada autonomía, en cada ciudad y pueblo, en cada barrio. Su influencia decisiva está en la lucha contra los recortes, en la exigencia del blindaje constitucional de las pensiones, en la defensa de derechos y libertades, y en la exigencia de la redistribución de la riqueza.
No son “egos”, son programas
Lo que está ocurriendo en la izquierda a la izquierda del PSOE se presenta como un problema de “egos” entre dirigentes de algunos dirigentes que no “acaban de irse” o que no se “respetan”; y también como una izquierda enfrascada en la batalla contra el “poder mediático” que pretende destruirla para abrir camino a que “el PP y Vox se hagan con el Consejo de ministros”.
Nada más alejado de la realidad. Con esa visión -al convertirlo en un problema de nombres propios- se están enmascarando los problemas de fondo: quiénes están en esa izquierda y cuáles son las posiciones que mantienen ante la naturaleza de la crisis, la guerra de Ucrania, las medidas y alternativas ante la crisis y cómo forjar la unidad necesaria para afrontarla.
No son “guerras cainitas”, son distintas alternativas
¿Por qué se les califica de “guerras cainitas”? ¿No será que al reducirlo interesadamente a una especie de “maldición histórica” de la izquierda se quiere desprestigiar el debate entre las diferentes posiciones ante los problemas más acuciantes del momento?
Se quiere ocultar cuáles son las diferentes posiciones ante las medidas del gobierno, cuál es la naturaleza de la crisis y por qué es necesaria una alternativa basada en redistribuir la riqueza, qué posiciones hay en la lucha por la defensa del sistema público de pensiones, qué pasa con los fondos europeos, cuál es la posición de las fuerzas de izquierda ante los problemas territoriales, y ante la guerra de Ucrania y la OTAN.
La izquierda tiene dos retos
Primero se enfrenta a establecer una alternativa que dé una respuesta estructural a una crisis en la que cada vez es más evidente que la inflación es un auténtico atraco monopolista para engrosar los estratosféricos beneficios de bancos y monopolios. La alternativa no puede limitarse a la continuidad de las medidas sociales paliativas y las ayudas sostenidas con el dinero público -endeudando cada vez más al país-; ni las medidas pueden ser impuestos especiales, mínimos y coyunturales, sino estructurales, permanentes y de acuerdo a la riqueza y los beneficios. La necesidad de redistribuir la riqueza es ya una demanda social.
Es necesaria una alternativa basada en redistribuir la riqueza, que cuestione los beneficios de la oligarquía y el capital extranjero y proponga un programa para que los que se apropian de la mayor parte de la riqueza -que producimos entre todos y más beneficios acumulan- contribuyan proporcionalmente a su riqueza real, que trasvase parte de esa riqueza para mejorar las condiciones de vida y bienestar de todos los demás. No solo es justicia social sino un factor económico para reactivar la economía y salir de verdad de esta crisis, individual y colectivamente, más fuertes como país.
Y segundo, necesitamos unidad para hacer frente a la crisis y aplicar la redistribución de la riqueza. Es el momento de la unidad con independencia de los diferentes criterios y formas de pensar. Y no lo es el del enfrentamiento y las disputas. Es el momento de unir todo lo unible -ampliando desde la izquierda hasta las fuerzas del centro derecha democrático-, porque nadie que esté por redistribuir la riqueza es prescindible. Una unidad abierta y constructiva, capaz de unir a todos los sectores populares en un reto común: salir de esta crisis sin dejar a nadie atrás, de verdad.
Eduardo Madroñal Pedraza