Las aparadoras del calzado se han puesto en pie y exigen -con su lucha incansable- que se les reconozcan las décadas de años trabajados. Son 17.000 mujeres trabajadoras -en Elche, Elda, Petrer y Villena- pero son invisibles. Las aparadoras están en sus casas y en talleres clandestinos. Son mujeres que aparan, cortan, cosen y dan cola a los zapatos que se venden en medio mundo. Y han decidido ser protagonistas de su lucha y levantar un movimiento asambleario -aprendiendo de la experiencia ejemplar de Las Kellys- y han llevado su lucha desde la calle a las Cortes valencianas y el Congreso, y hasta el Parlamento europeo.
Las mujeres del calzado -maltratadas por la industria y víctimas de la economía sumergida- luchan para combatir la negación de sus más elementales derechos laborales. Las aparadoras llevan décadas aportando trabajo y riqueza desde el anonimato. Ahora exigen que se les devuelva lo robado y que todos los años trabajados sean reconocidos. Han estado recluidas y dispersas, aisladas y solas ante la faena, trabajando a destajo en jornadas inacabables, pero sin existir para la Seguridad Social. Porque el 88% de la actividad productiva de la industria del calzado se desarrolla como economía sumergida, y hay 7.332 mujeres trabajando en negro.
Hablamos con Isabel Matute, presidenta de la Asociación de Aparadoras y Trabajadoras del Calzado de Elche y nos va desgranando su origen, su causa y sus avances. Sobre su lucha organizada nos dice: “En abril de 2018 nacimos como organización a iniciativa de un grupo de cinco mujeres para luchar por nuestros derechos elementales -negados por la economía sumergida- y a los pocos meses creamos una asociación ante la respuesta que tuvimos en la primera asamblea que convocamos, a la que acudieron 79 mujeres. Somos un movimiento asambleario. Funcionamos con asambleas donde se toman las decisiones. Nos constituimos legalmente, tras tres meses de papeleo, como Asociación. Tenemos una ejecutiva de once mujeres -de las más comprometidas y de la que soy la presidenta- y hay varias portavoces. Representamos a las aparadoras y trabajadoras de la comarca, sólo mujeres”.
La idea surgió porque “conocí a Yolanda, líder de Las Kellys de Benidorm y a su organización. Me quedó como un runrún en la cabeza y me dije por qué no podemos hacer nosotras lo mismo. Y así lo hemos hecho. Y por supuesto hemos participado con Las Kellys en varias movilizaciones. Al ser economía sumergida es muy difícil saber el número exacto, pero en Elche seríamos unas 7.500 mujeres trabajadoras del calzado, y en total unas 17.000 contando las de Elda, Petrer y Villena. En Elche participamos regularmente unas 200. También colaboramos estrechamente con la asociación de aparadoras de la comarca de la Vega Baja -que son como nosotras y luchan por lo mismo- y nos apoyamos en nuestras movilizaciones”.
Su objetivo prioritario es “el reconocimiento de los años trabajados. Porque hay mujeres con 40 y 50 años de trabajo no reconocido que tienen que jubilarse por edad o por enfermedad profesional -por estar diez u once horas con la máquina de coser- y no tienen pensión ni derecho a nada. A inicios de los años 70 -todavía bajo el régimen fascista- cuando las mujeres se casaban las empresas las mandaban a casa para cuidar de los hijos y seguir trabajando desde casa. En 1977 hubo una huelga de un mes y se consiguió el contrato domiciliario, pero las empresas no cumplieron y desde entonces seguimos igual”. También luchan por “el reconocimiento de las enfermedades por el trabajo de todos estos años”. Y “porque cumplan con el contrato domiciliario que ya existe en la legislación laboral”.
Aunque han conseguido objetivos como “que se aprobara por unanimidad una Proposición No de Ley (PNL) en las Cortes valencianas -que recogía todas nuestras reivindicaciones- para acabar con la economía sumergida donde nosotras somos invisibles. También una PNL en el Congreso y una moción en el Senado, aprobadas igualmente por unanimidad. Pero las tres las metieron en un cajón y se olvidaron de ellas. Con la intención de que nuestro movimiento desapareciera por cansancio”. Sin embargo, “nosotras seguimos, y denunciamos los talleres clandestinos -que producían para las grandes empresas del calzado- situados en almacenes sin distintivos con aparadoras amontonadas que trabajan igual que nosotras sin contrato o de pocas horas cuando las jornadas son de diez y más horas. El sistema de talleres en Elche es el mismo que el de Bangladesh”.
Deciden ir a Bruselas porque “hemos luchado mucho. Hemos ido a la Feria del calzado en Madrid a denunciar cómo se hacen todos esos calzados tan caros. También hemos ido a la Feria de aquí, en Alicante. Hemos hecho infinidad de manifestaciones y concentraciones, pero no conseguimos avances. Y viendo que las PNL no se convertían en leyes pensamos llevar nuestras reivindicaciones al Tribunal europeo de derechos humanos. Pero era un proceso muy farragoso y costoso. Así que elegimos el camino de la denuncia ante el Parlamento europeo. Éramos 14 mujeres en la delegación que fuimos a Bruselas. Los europarlamentarios españoles asistentes quedaron impresionados, pero plantearon que el problema era cómo articular legalmente nuestra inclusión y regularización laboral. Yo les contesté que ya se había hecho antes, y que ellos saben hacer leyes y nosotras zapatos; por tanto, que lo hicieran. Se enfrentan a “unos intereses muy poderosos para mantener los beneficios de un sistema de dinero negro que no deja rastro ni tributa, y que tiene detrás a las grandes empresas del calzado”.
Después del viaje “las reacciones aquí en España han sido inmediatas. Me ha llamado la Fiscalía de Estado para tener una reunión. Porque en Bruselas hablamos de los muchos delitos que se están cometiendo con nuestra situación laboral. Y también el ministerio de Empleo ha contactado. El viaje a Bruselas ha tenido impacto, pero se centra en la economía sumergida. Nadie habla del reconocimiento de los años trabajados, que es nuestra reivindicación clave”.
Eduardo Madroñal Pedraza