La muchacha, que poseía una mirada taciturna y nunca supo si iba o venía por la vida, ascendió a los altares paganos aquel 6 de septiembre de 1997, día de su funeral, cuando las calles de Londres se convirtieron en un piélago inmenso de rezos y lágrimas.
Y es que sobre aquella peregrinación de hace 25 años, alguien expresó:
“Sólo la circunstancia de no ser católica le impedirá ser beatificada, incluso santificada como la primera princesa adúltera, virgen y mártir.”
Nadie puede negar que ella no amara la naturaleza que cada día todos nosotros destrozamos a pedazos. Sobre su lozana existencia y su amor al planeta, aún se recuerdan las amplias campañas que realizó para cuidarlo.
En grata recordación de ella hacia todos los animales, es necesario saber hoy que la situación de osos, elefantes, leones, delfines, toninas, ballenas, gorilas, grullas, pandas, rinocerontes y tigres, así como iguanas, tortugas, basiliscos, pitones, papagayos, loros, chimpancés, camaleones, buitres y otras especies, son permanentemente amenazadas de muerte en la presente hora nona.
Lady Di, desde la inmensidad de universo en la que reposa, quizás pueda ayudar al planeta más destruido de nuestra galaxia.
A 25 años de aquella partida sentida, la persona que menos se creyó pudiera recoger la herencia dejada por Diana en lo que respecta a beneficios de imagen, ha sido su ex marido, Carlos, el hombre al que siempre se acusó de las desgracias de la muchacha de la mirada azul.
Del resultado de una encuesta publicada en el diario “The Times” se desprendió, que el 63 por ciento de las personas consultadas estaban satisfechas con el trabajo del príncipe de Gales y sólo un 24 por ciento expresó su total desacuerdo.
Durante estos días los canales de televisión británicos, y otros del continente europeo, asumen programas especiales con motivo del lejano aniversario. La joven de mirada entristecida sigue en la remembranza ya que su historia con el paso del tiempo, se ha ido convirtiendo en leyenda.
Y esto se ha vuelto a repetir estos días primeros de septiembre, con el regreso de la “dianamanía”, y es que el verdadero recuerdo de la damisela de ojos melancólicos, no está en el palacio Buckingham, sino en las vidrieras de la ciudad de Londres, y quizás en los grandes almacenes Harrods, cuyo dueño era el padre de Dodi Al-Fayed, el último amante de la princesa cuya muerte en Paris los unió ante la posteridad.
Ella no pudo ser reina, pero uno de sus hijos será rey de que aún queda del Imperio Británico.
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